Para el oficialismo en su conjunto, esto es un desafío mayúsculo, ya que su base de representación se ha achicado, y hoy compite en un juego de tres junto a JxC y el movimiento que lidera Javier Milei. Para Cristina Kirchner, aun en ese marco de malas noticias, su nueva centralidad representa una suerte de triunfo moral. Sin embargo, necesitará hacer muchos equilibrios. No puede abandonar a Massa, sobre cuya espalda descansa la delicadísima situación financiera nacional, ni a los otros no-cristinistas que hoy se amigan nuevamente con ella, pero tampoco puede ignorar la situación de los disconformes dentro del oficialismo. Que son una presencia cada vez menos silenciosa dentro del espacio del Frente de Todos. Cristina Kirchner sigue ostentando el acompañamiento de un 30% del electorado porque recuerdan con nostalgia los tiempos mejores, y también porque ella los contuvo con su actitud relativamente distante.
La clave de los disconformes es la economía. Este segmento de votantes protesta contra la inflación, la pobreza, y la caída de los ingresos, se opone al FMI y cualquier política que suene a ajuste macroeconómico. Y Cristina Kirchner tiene que seguir atendiendo a estas demandas, si quiere evitar que su 30% también se vea afectado. Hay dos dirigentes que se mueven dentro del espacio oficialista que expresan la queja económica, y que lanzaron sus precandidaturas presidenciales: Claudio Lozano y Juan Grabois. Forman o formaron parte del gobierno (Lozano fue director del Banco Nación, Grabois es un referente de diferentes funcionarios de Desarrollo Social) y dicen representar el contrato electoral incumplido del Frente de Todos, supuestamente traicionado por la Casa Rosada. Algunos se preguntan cuán competitivos pueden llegar a ser en un cuarto oscuro, frente a nombres más instalados, tanto del oficialismo como de la oposición. Y la respuesta es que su potencial no depende de ellos mismos como individuos, sino del mensaje que defienden. Muchas de las cosas que dicen suenan bien entre el votante que hoy sigue acompañando al Frente de Todos. Con el presidente autoexcluido de la carrera, precandidatos como Sergio Massa y Agustin Rossi representan una defensa de lo que el gobierno pudo hacer en un contexto adverso –lo que no es un mal discurso, pero tiene límites– y el cristinismo la nostalgia y el “triunfo moral” de los tiempos pasados. Pero los disconformes, hoy expresados por Lozano y Grabois, tienen la autoridad de decir «somos lo que el Frente prometió». Ese discurso es potente, y si llegaran a romper con el oficialismo y presentar una lista propia, pueden ocasionar una fuga no menor de votos al Frente de Todos.
Por lo tanto, si Cristina Kirchner mantiene su rol de arquitecta electoral del oficialismo, deberá hacer un equilibrio entre todas estas tensiones: mantener la unidad, defender la gobernabilidad, y contener a los disconformes, evitando potenciales fugas de votos. «
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Me hacen rejuvenecer, otra vez interpretando las tácticas geniales de los geniales conductores.Es más sencillo: Cristina es cada vez más socialdemocrata y los que queremos otra cosa tenemos que construir otra alternativa política. Fin.-