El escritor puertorriqueño Eduardo Lalo, ganador el Premio Internacional de novela Rómulo Gallegos 2013, presentó en Argentina su último libro, Historia de Yuké. Además, convocado por la Feria de Editores, fue entrevistado públicamente por Claudia Piñeiro.
Lalo, ganador del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2013 por Simone, es una visita bastante frecuente en la Argentina. Esta vez, llegó convocado por la Feria de Editores que se realizó en la Ciudad Cultural Konex y que contó con la presencia de autores nacionales y extranjeros.
Historia de Yuké, un texto muy diferente de los que lo preceden y que supuso para el autor un desafío distinto, tiene una muy cuidada edición con grabados de Consuelo Gotay.
–Historia de Yuké es muy diferente de tus libros anteriores. ¿Cómo surgió?
-Sí, claramente es distinto, tiene otro sabor. Me costó mucho trabajo. Estuve tres años con él y me costó tanto porque es un texto sin interior, no hay en él el interior de un narrador. En mis anteriores textos, tanto de ficción como en los ensayísticos, hay una voz narrativa que siempre o casi siempre es el centro sobre el que se articula todo lo demás. Los tres nombres que aparecen en la dedicatoria del libro son de mis hijos. Hoy el más chico tiene 15 años, pero cuando eran pequeños y los acompañaba a la cama a dormir, el del medio me pedía que les contara una historia con personajes que yo había inventado. Por supuesto, eran historias muy infantiles.
–Esta historia comienza con el origen de una montaña.
-Sí, El Yunque, pero yo recuperé su nombre indígena, que es Yuké. Es una montaña que está a menos de una hora de la capital de Puerto Rico, San Juan. No es la más alta del país, pero sí la más visitada. Tiene un sistema de veredas y cascadas. Está en un lugar bellísimo, un bosque. Todos mis hijos subieron por primera vez a la montaña cuando eran muy pequeños en una mochila en las que los llevaba hasta la cima. Es un camino de una hora y media de caminata. Yo les contaba historia de animales: de un lagartijo, de una rana, de un sapo, de una serpiente. Entre todas las historias inocentes y juguetonas había una que los marcó mucho y que siempre me pedían que repitiera, incluso de bastante mayores: la del Capitán Frío. Cuando fueron más grandes me pidieron que la escribiera. Hace ya bastantes años que hice una versión de la que yo les contaba a ellos, que no es la que aparece en el libro. Como yo escribo a mano, la historia quedó quedó en un manuscrito sobre el que pensaba trabajar, pero hace más de una década, se perdió. Ellos insistían para que volviera a escribirlo. Pensé en escribir una historia infantil o juvenil, algo corto. Pero hace tres años comencé a escribirla nuevamente. Una vez que escribí la primera frase, “El bosque de El Yunque es muy antiguo, mucho más de lo imaginado”, lo que pensaba hacer se transformó en otra cosa. La montaña se convirtió en protagonista. La historia comienza con el nacimiento de esa montaña. Entonces el tiempo se volvió vastísimo. La novela trabaja con eternidades o, por lo menos con elementos que si no son eternos, son perennes, como el viento, la montaña, las fuerzas de la naturaleza, el bosque que ahoga con la nieve el frío y hace justicia. Esto llega hasta el último indígena de Boriquén que vive oculto en esa montaña.
-Luego aparece el tiempo histórico que es el d e la Conquista española.
-Sí, siempre me interesó el mundo de la Conquista. Pienso y lo he dicho en otros textos que el Caribe fue el laboratorio para la penetración de los españoles. Cuando Cortés llega a México ya sabe lo que tiene que hacer. Las crónicas de Indias muestran muy claramente las políticas de alianza y engaño, cómo y cuándo se utilizan las armas de fuego. Todo eso se había experimentado en el Caribe durante al menos 30 años. Creo que eso no ha sido lo suficientemente historiado y mucho menos llevado a la literatura. Tenemos una visión europea de la Conquista, sobre todo a partir de los cronistas de Indias. A los oiginaros de Boriquén, que era el nombre indígena de Puerto Rico, los caribes, el término español le era totalmente incomprensible. Lo mismo sucede con el yoruba que era raptado tierra adentro del continente africano, llevado a la costa y metido en la bodega de un barco en condiciones espeluznantes hasta llegar al Caribe. Ninguno de los dos sabía qué pasaba. Lo que vivieron fue como una película de ciencia ficción con extraterrestres. Esas poblaciones, incomunicadas, tuvieron que hacer una serie de transacciones y una de las primeras fue la lengua. Se dice que el español se enriquece con palabras indígenas, pero eso no da cuenta del proceso que tuvo lugar porque la historia está vista desde el lado de los conquistadores.
-Vos elegiste contarla desde el otro lado.
-Yo quería hacer la historia de la montaña y, por lo tanto, tenía que inventarla. Por un lado, quería acercarme a ese momento histórico de la Conquista y, por otro, incluir el tiempo mítico en la historia de la montaña.
-Conciliar ambos tiempos no debe de haberte resultado sencillo.
-No fue sencillo, porque conciliar esos dos tiempos va contra las leyes de la ficción. Se dice habitualmente de una manera superficial que la ficción aguanta todo, pero eso no es cierto. La ficción aguanta nada más que lo construido. Se puede plantear la existencia de dos mundos, de dos planetas en los que el tiempo sea distinto, pero eso hay que dejarlo planteado porque el tiempo tiene que funcionar de alguna manera. De un tiempo mítico, de los orígenes, llego a una historia que no es inventada, sino que tiene referencias muy precisas. Esos dos tiempos tienen que convivir y la costura entre ambos no fue fácil. La ficción, entonces, le tiene que pedir al lector un acto de generosidad para que entienda como son las cosas.
-¿Hiciste una investigación para ocuparte del tiempo histórico?
-No especialmente, pero ya había leído mucho al respecto. Lo que sí decidí es ubicar ese tiempo en un momento muy particular que es la década de 1530. La conquista de Puerto Rico comenzó en 1508 y Colón llega en 1493. Desde esos primeros años ya habría noticias de lo que estaba pasando porque el Caribe era un espacio de flujos migratorios. Las noticias llegaban a través de los mutilados, de los horrorizados. Luego vino la colonización de la tierra. Hay que pensar que en esas épocas las comunidades del interior podían pasar décadas antes de ver a un europeo.
-De todo eso quedó memoria.
-Sí. La idea del exterminio es muy conveniente para los europeos porque de esa forma supuestamente se borra muy rápido la memoria de un pueblo. El último censo español en el que se habla de una comunidad de taínoparlantes –en el censo los llaman pardos por la racialización del mundo colonial español- es de 1820. En la escuela se enseña que los taínos desaparecieron antes de la mitad del siglo XVI. Pero la lengua precolombina que más palabras le ha dado a las lenguas del mundo es el taíno. Por lo tanto, es un engaño histórico pensar que esa cultura despareció prontamente y de manera definitiva. Las culturas del Caribe están llenas de influencias taínas y caribes, lo que pasa es que no se lo ha querido ver.
-¿Qué palabras son de origen taíno, por ejemplo?
-La primera palabra taína que se escribe es canoa. Hay muchísimas: cacique, tabaco, yuyo…No son sólo palabras que refieren a plantas y animales, sino a muchos fenómenos naturales como huracán. Incluso hay una representación del huracán que es perfectamente científica que son dos caras opuestas con dos brazos. El huracán es eso, el enfrentamiento de dos fuerzas contrarias.
-¿Dónde se encontró esta representación?
-En un petroglifo. Está lleno de ellos. Puerto Rico es una isla escrita. En cualquier sitio se encuentran petroglifos de culturas precolombinas. Es escritura pictográfica. Incluso hay unas piedras del sur de la isla que están siendo estudiadas desde hace muchos años. Algunas están en el Museo de Historia Natural de París, en otros museos europeos y en Puerto Rico. Conozco a un arqueólogo que las está estudiando y lo que él dice es que lo que hay en ellas es el comienzo de una escritura. Era una escritura abstracta que ya comenzaba a ser fonética. Historia de Yuké es también una forma de validar, honrar y traer de nuevo a primer plano, si es posible, a una cultura y a un pueblo que quizá haya sido de los más maltratados en la historia. Lo que ocurrió a todo lo largo y ancho del Caribe es impensable. Fue terrible también lo que pasó en otras partes de América, pero el grado de intensidad con que se dio primero en el Caribe insular y luego en el continental es demencial.
-Alguna vez dijiste que el Caribe fue el laboratorio de la Conquista.
-Sí, allí probaron sus técnicas. Cuando capturan a Atahualpa a uno de sus ayudantes le señalan una espada y se la dan por el lado del filo. Eso es una técnica. Imagínate lo que significa darle a alguien que no sabe qué es ese elemento, una espada por el filo. Le corta la palma, le produce una herida que puede ser incapacitante. Aunque no llegue a cortarle un tendón, el gesto de darle la espada por el filo ya es de horror. El manuscrito de Tlatelolco, creo que es de 1556, está en náhuatl y fue escrito por los hijos de los intelectuales aztecas que aprenden el alfabeto latino. Ellos hacen la historia de la Conquista. Es uno de los textos más espeluznantes y de mayor calidad literaria que yo haya leído. Es comparable a Homero, con la diferencia de que lo que se narra no es ficción, sino testimonio de los vencidos. Cuentan lo que sucede cuando suena el cañón, que no saben qué es.
– Algo que aparece en tu libro ligado a la Conquista es la esclavitud de los negros traídos de África.
-La esclavitud no se origina en América, ya venía de antes. Colón fue negrero, participó en el tráfico esclavista con los portugueses. Se sabe que hizo por lo menos una expedición a Guinea y cuando llega a América ya está viendo a los indígenas como esclavos. La debacle poblacional del Caribe tiene que ver con que miles de indígenas son capturados como esclavos y enviados a Europa. Pero los españoles se dan cuenta de que esa estrategia no sirve porque se quedan sin gente para trabajar en América, entonces recurren a la esclavitud africana. En el primer o segundo viaje ya venía un negro con los conquistadores porque ya había esclavos en España.
–¿Qué problemas te planteó el desafío de escribir algo diferente de lo que venías escribiendo?
-Fue un trabajo muy arduo. Lo dejé por un tiempo porque tuve otras responsabilidades. Cuando volví a él me di cuenta de que era un texto con muchos problemas. Me di cuenta de que para escribirlo tenía que inventar un lenguaje, un lenguaje mítico con cierta ambición poética.
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