El trabajo, que fue publicado en la revista «Molecular Basis of Disease», analizó a 80 pacientes de cuatro centros de fertilización divididas en dos grupos: 34 sin antecedentes de Covid-19 y 46 que habían transitado la enfermedad en forma asintomática o con presencia de síntomas leves entre 3 y 9 meses antes del estudio.
El material de estudio fueron los fluidos foliculares, que se obtienen por aspiración para extraer los óvulos del ovario y usarlos en las técnicas de reproducción asistida.
«En este líquido están los ovocitos (óvulos inmaduros) antes de producirse la ovulación. El material de descarte es el que estudiamos y que está compuesto por una mezcla compleja de hormonas, citoquinas (proteínas del sistema inmune), metabolitos y otras proteínas liberadas por células del ovario y que son importantes para la calidad y el desarrollo de los óvulos», explicó la doctora en Química Fernanda Parborell, jefa del Laboratorio de Estudios de Fisiopatología Ovárica en el IByME, que depende del Conicet.
Parborell explicó a Télam que «para el análisis del líquido folicular se analizan un montón de parámetros entre ellos la vasculatura (irrigación sanguínea) que es lo que hace que el ovario esté bien nutrido».
La investigadora detalló que «una de las cosas que se observó es que estaba disminuido un factor que es crucial para el crecimiento de los vasos sanguíneos en el ovario que es el factor de crecimiento del endotelio vascular o VEGF, que es una molécula clave en la regulación de la proliferación de las células endoteliales».
Y continuó: «Esto implica que la vasculatura presente en el ovario estaba alterada, por ende los nutrientes, el oxígeno y las hormonas necesarias para que el ovario tenga un función normal podrían no estar llegando suficientemente para el crecimiento del ovocito».
Además encontraron que el cultivo de células ováricas humanas con los fluidos foliculares de mujeres que tuvieron Covid-19 producían menos niveles de una proteína clave en la función ovárica (StAR) y de un receptor de la hormona (Erβ) o estrógeno β esencial para el desarrollo de óvulo.
También observaron que en en 91% de los fluidos foliculares de las pacientes post Covid-19 se detectaban anticuerpos IgG contra el SARS-CoV-2: «Si bien no sabemos todavía qué efecto produce, sí sabemos que es muy poco común observar inmunoglobulinas contra patógenos en los fluidos foliculares; además, las pacientes con niveles más altos de anticuerpos presentaban un menor número de ovocitos recuperados y maduros».
«En conclusión, nuestros resultados describen por primera vez que la infección por SARS-CoV-2 afecta negativamente al microambiente folicular (lo que rodea al ovocito), lo que desregula la función ovárica y afecta la calidad de los ovocitos en las pacientes recuperadas de COVID-19», indicó Parborell.
Y agregó: «Basados en la experiencia que tenemos en el estudio de la fisiopatología del ovario, es muy posible que el ovario restaure su función a niveles normales luego de un tiempo apropiado. Actualmente, estamos llevando a cabo los experimentos para confirmarlo y establecer el tiempo de recuperación ovárica luego de la infección».
La investigadora describió que actualmente están reclutando mujeres que hayan tenido Covid-19 hace 9 y hasta 18 meses para evaluar si los parámetros se normalizaron o continúan alterados.
«Coincido con la doctora Parborell en que podría ser un fenómeno temporal (la alteración de la función ovárica), pero que se revierte bastante pronto», afirmó a la Agencia CyTA-Leloir el también autor del estudio Fernando Neuspiller, médico con una maestría en reproducción en la Universidad de Valencia, en España, director del Centro de Reproducción Asistida IVI y Miembro de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer) y de la Sociedad Argentina de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva (Saegre).
Finalmente, Parborell indicó que «confirmar científicamente esta información es importante para aquellas mujeres o parejas que están buscando concebir porque, al menos hasta los nueve meses posteriores a la infección, pueden tener una mayor dificultad y es un dato a tener en cuenta».
Del trabajo también participaron Yamila Herrero (primera autora del trabajo), Natalia Pascuali, Candela Velázquez, Gonzalo Oubiña y Dalhia Abramovich, del IByME y del Conicet; Vanesa Hauk, del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Iquibicen), que depende de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y Leopoldina Scotti, del IByME, Conicet y del Centro de Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Citnoba).
Además, fueron parte de la investigación Ignacio de Zúñiga y Mariana Gómez Peña, de Pregna Medicina Reproductiva; Gustavo Martínez, de Medicina Reproductiva Fertilis; Mariano Lavolpe, de In Vitro Buenos Aires y Florencia Veiga, del Centro de Reproducción Asistida IVI.
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