Pronostican una consolidación de los salarios ya ajustados y una mayor precarización del empleo

El modelo económico implementado por el gobierno de Javier Milei y Luis Caputo tuvo un fuerte impacto sobre el mercado de trabajo durante el primer año de gobierno.

Ajuste, despidos y derrumbe salarial

El brutal ajuste fiscal, financiado especialmente con los  ingresos de los jubilados, tuvo también su correlato en el despido de alrededor de 40 mil empleados públicos y la abrupta interrupción de la obra pública con fuerte impacto en la Construcción que registró casi 70 mil despidos desde noviembre de 2023 y que escalan a 93 mil en la comparación interanual.

La brutal devaluación primero y el atraso cambiario acelerado que la sucedió acompañado de una política de apertura comercial produjeron primero un derrumbe de los salarios reales y, luego, un impacto sensible en los niveles de empleo en particular en la industria y el comercio además del señalado sector de la construcción.

Precarización

Así, en el segmento registrado se perdieron casi 200 mil empleos en términos netos que, a la vez, pudieron ser moderados por una reinserción al mercado laboral bajo modalidades de contratación registrada pero precaria y discontinua o incluso el denominado «autoempleo».

El economista y director del Instituto del Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), Claudio Lozano, lo define como «el modelo changa» que, explica, se caracteriza por «empleos de bajos ingresos, condiciones laborales precarias y una acelerada desvalorización de los salarios».

Todo sigue igual

Ese modelo, vaticina, se sostendrá en 2025. Es que, según señaló a Tiempo, «lo que se observa en el tercer trimestre de 2024, de alguna manera, dibuja el futuro esperable en 2025: un mercado laboral de bajos ingresos y de incremento de la precarización». Con todo, para Lozano «el modelo changa no solo implica un deterioro de las condiciones laborales, sino también un debilitamiento de la cohesión social y un aumento de las desigualdades. La deuda se erige cada vez más como el sustituto del ingreso laboral estable y el trabajador se convierte (y continuará haciéndolo con más ahínco en el futuro cercano), en un recolector de ingresos».

Luis Campos, Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma, destacó que «el 2024 fue muy desfavorable para los trabajadores. Un fuerte retroceso del empleo registrado con la pérdida de alrededor de 180 mil puestos entre el sector privado, el público y casas particulares con un incremento de la tasa de desocupación y un aumento de la precarización laboral medida por el aumento de los asalariados no registrados y el crecimiento bastante fuerte del empleo por cuenta propia que terminó ayudando para que la tasa de desempleo no fuera incluso mayor».

Más allá del empleo y su conversión, los ingresos de los trabajadores también sufrieron un fuerte ajuste que, en el caso del sector público, se consolidó en una caída del salario real del 16% mientras que en el sector privado, lentamente, se pudo recuperar gran parte de lo perdido en un principio pero que, según el mismo Campos, «tuvo un comportamiento a lo largo del año que implicó una pérdida de masa salarial».

Lozano agrega que «actualmente, una de cada cuatro personas activas en el mercado de trabajo, está buscando un empleo. La desocupación ha dejado de ser la métrica del malestar laboral. En su lugar, la incidencia de la pobreza entre los ocupados será un sensor importante que cobrará relevancia en el tiempo. Los niveles de pobreza entre los ocupados alcanzan incluso a aquellos con más de un empleo».

Oscar Martínez, especialista del Taller de Estudios Laborales (TEL) opinó que «el 2025 no parece que vaya a ser mejor». Algo más cauto, Luis Campos señala que «2025 es probable que no tenga muchas cosas mejores para mostrarnos que lo que ya estamos viviendo. Va a depender de qué pase a nivel macroeconómico. Si el gobierno logra sostener esta relativa estabilización a la cual contribuyó (y mucho) la fuerte recesión del primer semestre, viene una especie de estabilización de la situación actual. Se ve en la intención del gobierno de impedir que se negocien aumentos salariales por encima de la inflación». Con todo, aclara, «estamos hablando de estabilizarse en una caída de 2024 contra los niveles de 2023 que ya eran históricamente bajos».

El chancho o el que le da de comer

Para Martínez, ocurre que «la destrucción de puestos, la caída salarial y el deterioro de los ritmos de trabajo son la punta del iceberg de un proceso claramente perjudicial para el conjunto de los trabajadores. Las patronales rápidamente tomaron nota del cambio de gobierno y de su orientación y montaron una ofensiva brutal».

Con todo, para el especialista, «es asombrosa la pasividad de la CGT. Cuanto más avanzaba la ofensiva del gobierno, menos hacía y decía. Pero también de la oposición ‘no amigable’, que no quiere o no puede proponer una alternativa real».

Campos coincide en que, efectivamente, «uno de los desafíos pensando en 2025 e incluso más allá es cuál va a ser el lugar de la protesta y de la conflictividad social en un escenario donde no parece haber muchas buenas noticias para los trabajadores en el mediano y largo plazo». «