Los alrededores del Congreso amanecieron desbordados de banderas, carpas, pañuelos verdes, barbijos y alcohol en gel. La previa de una larga vigilia que promete extenderse hasta la madrugada, hasta que Diputados de la media sanción de la IVE.
Son las 11.20 de la mañana del 10 de diciembre de 2020. Acaba de arrancar el debate en la Cámara de Diputados para dar media sanción al proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), en una maratónica sesión que durará hasta el viernes 11. Afuera, las primeras olas de la marea verde empezaron a arengar. Se espera una larga jornada, con actividades e intervenciones de las más diversas, y una noche en vela siguiendo las deliberaciones de legisladores y legisladoras sobre si las mujeres y personas con capacidad de gestar pueden o no decidir sobre sus propios cuerpos.
“Estamos acampando desde ayer, así que esta se va a transformar en la vigilia más larga de todos los tiempos y esperemos que la última de cara a senadores”, dice Ornella Steffanazzi, integrante de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito.
Y cuenta que habrá actividades e intervenciones a lo largo de toda la jornada y que se instalaron pantallas gigantes a lo largo de Callao y Rivadavia para que todas las personas que quieran acercarse al lugar a seguir el debate puedan hacerlo con distanciamiento social. “Estamos otra vez poniendo el cuerpo en las calles, tomando todos los recaudos y los protocolos por el covid”.
Tras el dictamen que salió ayer, y que incluye dos modificaciones del proyecto original que envió el Ejecutivo -entre ellas la inclusión de la objeción de conciencia para clínicas privadas-, Ornella explica la posición de la Campaña: “Obviamente nosotras queremos que sea ley, pero luego vamos a pelear por la reglamentación y en todo lo que tenga que ver con la objeción de conciencia, porque seguimos apostando a que se puedan garantizar los derechos, insistimos con que los derechos no se objetan, y que no se puedan utilizar estas herramientas como disuasiones de derechos”.
Andrea tiene 22 años y vive en Rafael Castillo, La Matanza, junto a su mamá. Prefiere no dar su apellido porque está por contar entre lágrimas por qué está aquí, arengando y poniendo gibré a quien se lo pida por el camino. Llegó a las 10 de la mañana en el 103, desde la localidad de Tapiales, también en La Matanza, donde cuida a una señora mayor desde las 20 hasta las 8 de la mañana. Salió de ahí, sin dormir, y se vino al Congreso sin dudarlo. Desde aquí, vuelve a trabajar.
“Siempre apoyé la causa por el aborto legal, desde que iba al colegio y les enseñaba a mis compañeras cómo cuidarse. Yo siempre pensaba que había chicas que no podían tener sus hijos, que atravesaban situaciones difíciles y que tenían derecho a abortar. Nunca pensé que me iba a tocar a mí. Hace un mes y medio me hice un aborto. Gracias a la información que hoy circula, a los folletos que me llevé de otras marchas, me contacté con las Socorristas en Red y me pude hacer un aborto seguro. Yo venía de una situación de violencia de género. Nadie en mi familia se enteró”, relata, con el brillito verde que se le resbala por los ojos.
“Yo no podía mantener a un bebé, no me alcanzaba la plata, mi ex pareja era violento y me iba a quedar sin trabajo. Estoy convencida de lo que hice. Gracias a esas redes lo pude hacer sin estar tan sola”, dice, sentada el cordón de la vereda. Luego se para, sonríe, sujeta el gibré verde y le convida a Eduardo Cuervo, un venezolano de 25 años que vende pañuelos verdes y banderas del orgullo sobre avenida Callao. Él acepta encantado.
A lo largo de Callao y de Rivadavia las carpas de organizaciones políticas, sindicales, sociales, y feministas están instaladas desde la madrugada. Hay banderines verdes, banderas con mensajes que exigen “Aborto Legal Ya”, “Ni una muerte más por aborto clandestino”, o que reclaman que la Interrupción Voluntaria del Embarazo es un derecho, pero también “Justicia Social”. Hay globos verdes con forma de corazón, hay música, hay megáfonos, mates individuales, hay codazos y miradas de complicidad.
“Estamos esperando que se apruebe la ley, que no es solo una cuestión de salud pública, sino que garantiza el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos”, dice Micaela Polak, de 41 años, trabajadora y delegada en Radio Nacional e integrante de la Secretaría de Mujeres y Géneros del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). Junto a sus compañeras del gremio también participa de la vigilia, acompañada de mujeres sindicalistas feministas de otras ramas y centrales obreras. “Las mujeres trabajadoras estamos acostumbradas a poner el cuerpo no solo en el trabajo, no solo en las tareas domésticas, esas que llaman amor y son trabajo no remunerado, sino también en la lucha por la conquista de más derechos. Y este es uno que nos involucra a todas”.
Marta Márquez tiene 67 años, es trabajadora social y presidenta de Cicop, el sindicato de trabajadores de la salud de la Provincia de Buenos Aires. Está sentada bajo la sombra de un gazebo junto a sus compañeras del gremio, con las que llegó a las 8 de la mañana. Y cuenta que desde su organización vienen peleando por el derecho al aborto legal desde hace por lo menos 10 años: “Entendemos que es un problema de salud pública, por lo tanto nos compete, pero también es un tema de derechos humanos”.
Y agrega: “Si sale la ley, daremos un paso muy importante, aunque tenemos diferencias con la objeción de conciencia individual e institucional que se incluyó en el proyecto. Una vez que se apruebe, seguiremos peleando contra eso, como también seguiremos peleando para que haya suficiente personal en los hospitales para que se garantice el derecho a un aborto digno, para que se paguen buenos salarios y para que tengamos todos los insumos necesarios para hacer cumplir la ley”.
En una carpa de enfrente, Suyai Lutz, de 29, también espera una larga jornada junto a sus compañeras de la organización política Abriendo Caminos. Llegó a las 6 de la mañana y no piensa irse hasta que Diputados haya dado media sanción. “Consideramos muy importante ocupar las calles en esta jornada histórica, y entendemos que el movimiento feminista siempre empujó desde las calles. Por eso, aun en pandemia y con todas las medidas sanitarias y de cuidado que estamos teniendo, era importante estar aquí para que se pueda escuchar nuestra voz dentro del recinto”.
Se aproxima el mediodía y el calor ya deja entrever una jornada ardiente. Las pantallas gigantes están transmitiendo en vivo lo que ocurre dentro del Congreso. A poco de dar apertura a la sesión, una diputada de Juntos por el Cambio tiene la osadía de pedir que se postergue el debate hasta enero porque “tratar el proyecto en estos tiempos es una ofensa para el culto católico y el culto cristiano en general”. Afuera hay abucheos, suenan un par de estruendos y se entona, en forma espontánea: “Olé olé, olé olá, aborto libre y legal ya. ¡Y que los curas se vayan a laburar!”.
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