Precarización y violencia: la lucha de las trabajadoras del campo

Por: Maby Sosa

Unidas y organizadas, las mujeres piden recursos para intervenir en situaciones de violencia de género. La importancia para ellas del acceso a al tierra.

La cultura machista sigue intacta en las zonas rurales donde la idea arcaica de que las mujeres están para tener hijos y para hacer las tareas del hogar es lo común. Además de cuidar el hogar, son las productoras de los alimentos que comemos todes y ese es el motivo por el cual en el último 8M se incluyó entre los reclamos, un pedido especial para las trabajadoras de las tierra y las trabajadoras  y de la economía popular.

La organización

“Nuestra  vida es levantarnos temprano, a las 4 de la mañana, hay que regar, y preparar el trabajo para el resto del día. Más alla de eso, tenemos que atender a los hijos y si nos tocar cargar cosas, también lo tenés que hacer”, dice Carolina Rodríguez la referenta de Género de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).

En esto coincide Mirta Coronel, representante del Mocase. “Se creó una cultura de que la mujer está en la casa para que cocine, lave, cuide los niños y no es así. Somos creadoras, somos capaces, somos las que nos levantamos a las 5 de la mañana y nos acostamos a la 1”.

Para ambas la organización es la que permite muy de a poco salir de los límites del pensamiento patriarcal. “Queremos que valoren y escuchan la voz de la mujer. Para eso primero hay que trabajar para que se valoren ellas mismas», detalla Coronel.

Desde el nacimiento del Mocase, se trabaja en materia de igualdad de derechos. La organización tiene cargos claves ocupados por mujeres pero aún así existen todavía muchos casos de violencia y abusos.

En la UTT, Rodríguez cuenta que las capacitaciones en igualdad de género son mixtas, y que al principio había muchas resistencias por parte de los hombres. «Como promotora de salud, me tocaba, por ejemplo, explicar el uso de un preservativo, que en el campo es mala palabra todavía. Y ahí me miraban de reojo, de a poco van entendiendo por qué es importante», afirma.





Hablar entre ellas es el primer paso para que las organizaciones tengan hoy una referente de género. Uno de los principales problemas es que no saben si atraviesan una situación violenta. «A las mujeres más humildes, a las indígenas, a las trabajadores les cuesta tanto porque pasaron mucho tiempo calladas. El acompañamiento, en este tiempo de pandemia, nos llevó a conversar más y de ahí a unirnos y trabajar. Tanto que hoy tenemos una representante de género del pueblo vilela en la organización», dice Mirta.

Durante su trabajo como promotora de salud, Carolina llenaba planillas y acompañaba los trámites de muchas trabajadoras de la UTT. Un día, una de las compañeras la llamó para ver un trámite. En realidad, la mujer quería contar un problema que tenía, ahí advirtieron que todas tenían conflictos similares, así comenzó la inquietud por profundizar los temas de género.

Ambas referentes afirman que viven situacion de discriminación en los hospitales públicos, cuando las mujeres asisten solas. «Nos tratan mal por humildes, a veces porque estamos mal  vestidas», coinciden.

Violencia tierra adentro

Cuando Carolina Rodríguez llegó a la organización en un estado de pobreza absoluta, «no tenía para comer ni, tampoco sabía qué era una organización», cuenta. «Estaba a cargo de seis hijos. Por su crianza de ellos me hice una mujer ruda», comenta. Al poco tiempo de entrar a la UTT, conoció a un hombre que fue su pareja un tiempo. “A mi compañero le gustaba la bebida y nos vivíamos golpeando. Yo vivía con el ojo morado, hasta que un día una compañera, me dijo si yo sabía que lo que estaba viviendo era violencia. Y no, no sabía que lo que me decía, que era fea, que no valía nada, que tenía muchos hijos era violento. Nos golpeábamos y nos decíamos te quiero. Creía que él era la única persona que iba a ser capaz de quererme. Era una manipulación que tenía sobre mí, lo aprendí, y luego me capacité. Ahora soy referente en Género en la organización».

Desesperadamente piden la capacitación y recursos  por parte del Estado. «Queremos que nos escuchen», dice Mirta Coronel. El Ministerio de Mujeres tiene que tener un presupuesto para acompañar a las mujeres violentandas, para darles una vivienda, un trabajo porque a veces las mujeres no están pidiendo nada de rodillas, sino que piden los derechos que les corresponde».

El acceso a la tierra

Para Rodríguez es crucial el acceso a la tierra. «Le pido al Estado lo principal: teniendo tierras no sufriríamos las violencias que sufrimos. Cuando queremos  terminar el ciclo de la relación con un compañero, salimos con una mano adelante y otra atrás, porque él es el que firma todo y el que está frente a todo. Sin el acceso a la tierra, la violencia en el campo va a continuar».

La crisis y el hambre

Rosalía Pellegrini, representante de la UTT, exige la participación en las discusiones claves de la economía. «Tenemos que protagonizar el diagramado de esas políticas públicas agroalimentarias, porque somos quienes tenemos esa mirada no mercantilista, no de una empresa», afirma. «Esa economía doméstica, campesina, es vital a la hora de pensar cómo resolvemos el hambre de un país porque no es de las empresas de donde van a salir respuestas a la crisis alimentaria, no es con más soja, no es con maíz ni con trigo transgénico. Ya tenemos varias décadas del monocultivo de la soja, tenemos que pensar cómo fortalecemos lo que viene de otro campo donde las mujeres tenemos un rol fundamental».

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