«Por una decisión política va a haber un shock, del mismo modo que lo hubo en pandemia»

Por: Gustavo Sarmiento

Joaquín Navajas, director del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Di Tella, fue parte del equipo internacional que acaba de publicar una investigación sobre las ciencias del comportamiento en la pandemia. Dice que pueden ser de gran ayuda para las políticas públicas, que caen en pensar a las personas como calculadoras o en aplicar "garrote".

En tiempos donde se degrada a la ciencia, la gente combate para llegar a fin de mes, y las comunicaciones oficiales difieren de ser eficaces, lo mejor es recurrir a especialistas. Joaquín Navajas es investigador del Conicet y director del Laboratorio de Neurociencia y docente en la Escuela de Negocios de la Universidad Di Tella. Uno de los tantos exponentes de la ciencia nacional con alcance mundial, ya que formó parte de un reciente trabajo publicado por Nature, la revista más prestigiosa del planeta en el ámbito científico.

Uno de sus ejes de estudio se basa en las Ciencias del Comportamiento, que Joaquín la define como una combinación entre psicología, economía y neurociencia. Dentro de ese mundo, un foco es la investigación de estas Ciencias para informar las decisiones políticas. En ese sentido, en el trabajo de Nature, el equipo del que fue parte evaluó la calidad de la evidencia en la época de pandemia, a favor de 19 recomendaciones de política pública basadas en ciencias del comportamiento: 16 de las 19 tenían sustento.

En concreto, analizaron 747 artículos de investigación relacionados con la pandemia que investigaron empíricamente esas 19 afirmaciones, tanto la escala de la evidencia y si la evidencia la respalda para indicar su aplicabilidad para la formulación de políticas. La evidencia más sólida respaldaba las afirmaciones de que la polarización y la desinformación estarían asociadas con la falta o no de eficacia de las políticas. «Las afirmaciones que sugerían que líderes confiables y normas sociales positivas aumentaban la adherencia a las intervenciones conductuales también tuvieron un fuerte apoyo empírico, al igual que apelar al consenso social o al acuerdo bipartidista», apunta el trabajo.

¿Qué se puede rescatar hoy de ese momento de la pandemia? ¿Hay algo de relación entre la Argentina pandémica y la Argentina actual de crisis profunda sin una salida a la vista? ¿Cómo debe ser la comunicación y el comportamiento público en estos momentos? Preguntas que tratarán de ser respondidas a continuación con Joaquín, el protagonista de esta historia, quien remarca que el enfoque de las ciencias del comportamiento «es extremadamente útil para el desarrollo de políticas públicas porque permite tratar de corregir algunos enfoques muy usuales que consisten en cambiar incentivos económicos pensando que las personas somos como calculadoras que vamos a reaccionar de manera racional ante cualquier tipo de cambios en los incentivos, o la otra alternativa que es el garrote».

Y agrega otro dato particular: tiempo atrás con el equipo analizaron a «ansiedad económica» en 63 países. ¿Quién salió primero? La Argentina.

-¿En qué consistió la investigación publicada en Nature?

-La publicación surge de una idea de un grupo grande de científicos de ciencias del comportamiento y ciencias sociales a lo largo y ancho del mundo que inicialmente en el comienzo de la pandemia habían hecho ciertas recomendaciones de políticas públicas basadas en ciencias del comportamiento para tratar de combatirla. Esas recomendaciones tenían que ver con tratar de acentuar el beneficio de protegerse frente a otras personas, el beneficio de lo que uno hace a nivel colectivo y muchas otras medidas más, como por ejemplo la facilidad de seguir esas recomendaciones, como usar barbijos o protegerse del virus, cuando esos mensajes están comunicados por líderes a los cuales la gente confía, como pueden ser líderes políticos o científicos o celebridades. Y también la importancia de los mensajes multipartidistas. O sea, cuando los políticos de distintos sectores trabajan de manera conjunta y hacen una recomendación, eso tiene mayores chances de éxito. Bueno, eso es lo que decían al comienzo de la pandemia, pero claramente al comienzo de la pandemia no había sido evaluado si realmente eso que decían funcionaba o no funcionaba. A lo largo de los años hubo un boom de trabajos científicos evaluando estas intuiciones durante la pandemia. Y en un equipo en el cual participé evaluamos muy minuciosamente la evidencia presente en 747 papers de investigación para tratar de establecer si esa evidencia existe, es chiquita, mediana o grande o si no existe. Encontramos que en 16 de las 19 recomendaciones hechas originalmente, había evidencia a favor de lo que decía ese grupo de científicos. Y en 3 de esas recomendaciones no tenían sustento. Entre ellas, justamente las primeras que dije, lo de acentuar el beneficio individual o acentuar el beneficio colectivo, eso parece no haber funcionado. En resumen, el trabajo lo que hace es proveer una guía de recomendaciones que ahora sí ya sabemos que tienen evidencia para que si el día de mañana, ojalá no ocurra, pero si llega a ocurrir, una nueva pandemia, podamos ya saber qué herramientas de las ciencias del comportamiento son útiles para combatir esas crisis y persuadir a la población de que adopte medidas que ayuden a protegernos de un eventual virus o pandemia.

-¿Cómo pueden influir las ciencias del comportamiento en las políticas públicas y en la comunicación?

-La ciencia del comportamiento surge de la combinación de psicología, economía y neurociencia, donde se trata de entender la conducta de individuos, grupos y poblaciones mediante estudios observacionales, encuestas y experimentos. Ese enfoque es extremadamente útil para el desarrollo de políticas públicas porque permite tratar de corregir algunos enfoques muy usuales en la política pública que consisten en utilizar solamente incentivos, cambiar incentivos económicos pensando que las personas somos como calculadoras que vamos a reaccionar de manera racional ante cualquier tipo de cambios en los incentivos, o la otra alternativa que es el garrote: tratar de obligar a la gente mediante decretos, leyes o prohibiciones a que adopte o no adopte determinadas conductas. En el año 2012 en Inglaterra se fundó la primera unidad de ciencias del comportamiento y políticas públicas curiosamente fundada por un gobierno conservador muy similar al que tenemos ahora que fue liderado por David Cameron. En ese gobierno se estableció la primera unidad de ciencias del comportamiento que fue un caso tan exitoso que hoy se convirtió en una consultora muy conocida llamada The Behavioural Insights Team y que se dedica a ofrecer consultorías y a hacer colaboraciones con todos los gobiernos del mundo en distintos niveles. La Argentina siempre estuvo muy atrasada con el uso de ciencias de comportamiento en políticas públicas, el gobierno de Alberto Fernández fue el primero en romper con esa tendencia, fundando la primera unidad de ciencias de comportamiento y políticas públicas en el país, dirigida durante estos años por Iván Boudazzi. Y realizó intervenciones que tuvieron un impacto muy positivo. Por ejemplo, en pandemia desarrollaron un chatbot que le mandaba recordatorios a ciudadanos y ciudadanas de la provincia del Chaco con recordatorios sobre la segunda y tercera dosis de la vacuna del coronavirus. En ese sentido encontraron que ese enfoque de chatbots de Whatsapp eran mucho más efectivos que simplemente mandar un mensaje o no hacer absolutamente nada que es lo que se estaba haciendo, y aumentaron la tasa de vacunación en esa provincia. Ahora en estos últimos meses estuvieron expandiendo esto hacia otras direcciones. Pero es un ejemplo de cómo las ciencias del comportamiento se aplican a la política pública. Ojalá pueda continuarse en los próximos años.

Foto: Martín Zabala / Xinhua

-¿Ves similitudes en lo que fueron las políticas públicas y la comunicación en pandemia (y las cuestiones que eran necesarias a tener en cuenta para hacer una comunicación efectiva) y la crisis que hoy atraviesa la Argentina?

-Veo algunas similitudes y también veo muchas diferencias. O sea, algunas similitudes existen en el sentido de lo crítico: tanto la pandemia como la crisis económica actual son procesos muy duros, el actual por una decisión política va a ser un shock, del mismo modo que hubo un shock en marzo de 2020. Ahora vamos a estar transitando otro shock, que tiene oleadas de impacto muy fuerte en la sociedad que pueden llegar a propagarse a lo largo de los meses con varias oleadas de crisis, pero que eventualmente, si se hacen las cosas bien, se puede salir. Ese ‘si se hacen las cosas bien’ es un condicional muy fuerte porque no sabemos, no hay antecedentes de lo que estamos viviendo hoy, como no había antecedentes de una pandemia en el 2020. Yo personalmente creo que existen esas similitudes. Si vamos a hacer una analogía entre la pandemia y esta crisis –y si podemos aprender algo del trabajo de este publicado en Nature–, es que la comunicación de las políticas, mientras puedan ser consensuadas y abrazadas por distintos sectores multipartidarios o de distintos partidos, la sociedad las va a aceptar y a permear con mayor probabilidad. En ese sentido, enfrascarse en lo que uno cree y no consensuar, o no negociar, o no tratar de que junto con otros partidos el partido gobernante trate de comunicar esas medidas duras, pueden llegar a tener una mayor reticencia o rechazo de parte de la sociedad que si lo hacen de manera conjunta. Lo que estoy diciendo no es fácil de lograr, no es trivial, no es algo que simplemente con buena voluntad siquiera alcance, pero es por ahí.

-¿Como Director del Laboratorio de Neurociencia de la universidad Di Tella, cómo ves a la sociedad argentina y la realidad política y económica actual?

-La Argentina tiene aspectos de excepcionalidad, hay una frase muy conocida de un Premio Nobel de Economía que alguna vez dijo: existen 4 tipos de países en el mundo, los desarrollados, los que están en vías de desarrollo, Japón y Argentina. Como si fuera un caso de un país que tiene todo para ser desarrollado pero que por un tipo de fracaso colectivo no lo termina siendo. Al mismo tiempo creo que Argentina es un país latinoamericano más también, y que dejó de tener ese carácter de excepcionalidad en el barrio, ¿no? En otro trabajo que publicamos el año pasado con el mismo equipo, junto a Kai Ruggieri (el mismo director de equipo que el primer trabajo mencionado), en otra revista llamada Nature Human Behavior, vimos que Argentina es el país con la mayor ansiedad económica del mundo, entre los 63 países que evaluamos. Y esa ansiedad se explica en parte por la inflación y el contexto económico en el que vivimos. Pero también parece estar explicada por otros problemas, porque cuando los mismos instrumentos que usamos para medir cuán ansiosa estaba una persona se cambiaron de pesos a dólares, Argentina perdió esa ansiedad y se convirtió en una especie de país medio normal, mucho más similar al resto del mundo. Con esto no estoy hablando a favor de la dolarización, aclaro, sino solo describiendo un resultado que aparentemente parece sugerir que Argentina se ha convertido en una especie de máquina súper racional cuando se trata de pensar en decisiones económicas, y eso puede jugar en su contra. Ahora, eso no sucedió de la noche a la mañana. Eso tiene que ver con las infinitas crisis que hemos tenido y atravesado a lo largo del tiempo. Y un diagnóstico bastante actualizado que tiene que ver con los procesos inflacionarios eternos, que a menudo son producidos por políticas fiscales desordenadas, y que, cuando se intentan corregir de una forma u otra, las cosas terminan saliendo muy mal, y surgen crisis sociales. Ahora bien, ahora volviendo a ponerme el sombrero académico y que me parece muy importante tener en cuenta ahora y que predice algo bastante serio para los próximos meses. Un estudio realizado en 1986 por Kahneman, Nash y Thaler, siendo Kahneman y Thaler dos premios Nobel de Economía en ciencias del comportamiento, mostró algo muy intuitivo pero, al mismo tiempo, muy fuerte y poderoso: dada una situación de un revés, por ejemplo una reducción en el salario de las personas, si ese revés es en términos nominales, por ejemplo, si a una persona se le reduce un 7% de su salario, en un contexto sin inflación, eso parece mucho más grave para las personas que un aumento del 5% en el salario nominal con una inflación del 12%. Aunque el impacto en el bolsillo sea exactamente el mismo en ambas situaciones, la forma en que las personas sienten o se enfadan o reaccionan ante estas situaciones es completamente diferente. Y eso tiene una consecuencia muy importante para lo que estamos viviendo ahora, porque va a haber momentos en los que vamos a ver fuertes reducciones o falta de incrementos en los bolsillos de las personas, acompañados de inflación, pero aunque esta inflación no existiera y se solucionara el problema de la inflación si se sigue por el camino de reducir los salarios nominales, eso desencadena ira, enfado, crisis, y no es sostenible a lo largo del tiempo. Entonces la pregunta es cómo salir de esto. No tengo una respuesta, pero sin duda alguna vamos a pasar por una crisis en la que a las personas les va a costar más llegar a fin de mes en el contexto actual, va a ser bastante duro y complicado atravesarlo. Este trabajo, por cierto, se publicó en el ’86 con ciudadanos canadienses como participantes del estudio, pero se replica perfectamente en Argentina. Así que no dudo que una reducción de salarios nominales o congelamiento de los salarios en contextos de alta inflación va a enfadar a las personas, incluso a las personas que votaron por ese mismo ajuste, que paradójicamente parecen no haber entendido que es para ellos mismos.

Ver comentarios

  • Hola ! Para analizar lo que pasa con grupos sociales, no seria mejor consultar un sociologo ? Es decir un especialista de relaciones sociales, que es lo que el entrevistado se empecina en analizar desde un punto de vista individual y comportamental. Evidentemente, no comparto este enfoque.

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