Adicionalmente, se decretó el cierre de los establecimientos educativos en la mayoría de los países. Ahora bien, ¿este conjunto de medidas impactó de la misma forma a varones y a mujeres?
En primer lugar, el cierre de los jardines, centros recreativos y escuelas puso en jaque la división de las tareas de cuidado. Las estadísticas indican que en Argentina el 73% de los hogares con niños, niñas y adolescentes aumentaron la carga de tareas domésticas, de cuidado y de apoyo escolar. Si bien tanto varones como mujeres aumentaron su dedicación frente a la pandemia, las cargas no estuvieron distribuidas de forma equitativa.
Las mujeres en Argentina le dedicaron en promedio 10 horas por día a estas actividades versus 6 de los varones, a su vez ellas dedicaron 2 horas diarias más al cuidado de niños y niñas, durmieron una hora menos y dedicaron menos tiempo a la recreación, actividad física y al ocio. En consecuencia, las mujeres reportaron sufrir problemas de ansiedad y depresión en mayor medida. Ahora bien, ¿hay una priorización desde los gobiernos a repensar las estrategias de cuidado en el contexto de la pandemia? ¿Hay una consideración sobre el hecho de que las actividades de cuidado aumentan la pobreza de tiempo de las mujeres? Desde ese aspecto, creemos que las mujeres y su tiempo constituyen la variable de ajuste de la pandemia y refuerzan una mirada androcéntrica del mundo.
En relación a su participación en el mercado laboral, debido a las medidas de aislamiento establecidas por los gobiernos, en América Latina y el Caribe se perdieron durante el 2020, 16,2% de horas de trabajo, que equivalen a 39 millones de puestos de trabajo a tiempo completo (ILO, 2021). Solo en la región, 23 millones de mujeres cayeron en la pobreza debido a la pérdida de sus fuentes de trabajo. Esta caída en los niveles de participación femenina en el mercado laboral representa un retroceso de 10 años. Los sectores más castigados como el turismo, gastronomía y el trabajo doméstico se encuentran altamente feminizados.
La CEPAL advierte que la crisis económica ocasionada por la pandemia profundiza las desigualdades preexistentes y atenta contra la autonomía económica de las mujeres. Entre ellas menciona que la desigualdad económica y la pobreza se reflejan en el aumento de los hogares de mujeres pobres, su concentración en trabajos informales, la brecha digital de género, y el acceso limitado a servicios básicos. En ese sentido cabe repensar lo siguiente, a la hora de definir estrategias de reactivación económica, de inversión para la promoción de determinados sectores, ¿se tendrá en cuenta el impacto en el empleo femenino?
En un mundo ideal, no habría política ni acción que no fuera pensada desde una mirada integral, interseccional y por supuesto incluyendo las consideraciones de género. Instamos a nuestros y nuestras gobernantes a que incorporen estas cuestiones.
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