¿Por qué se usa la palabra odio para hablar de las violencias contra las personas LGBTI+?

Por: Agencia Presentes

El 17 de mayo se conmemora el Día Internacional contra el LGBTI-odio. ¿Existen mejores palabras para dar cuenta de las violencias que sufren las personas LGBTI+? Seis activistas de Argentina y México reflexionan sobre el tema.

El Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia es también llamado Día contra el LGBTI-odio. ¿Cuál es la diferencia entre estos términos y qué tensiones crea dentro del activismo? ¿Existen mejores palabras para dar cuenta de las violencias que sufren las personas LGBTI+?

“Delitos de odio” es un concepto jurídico acuñado en Estados Unidos (Hate Crimes) para dar cuenta de las violencias motivadas por razones de orientación sexual, identidad de género o perpetrada hacia grupos étnicos o religiosos. El racismo, por ejemplo, es un delito de odio. Una de las características de esta tipología es que al accionar contra unx integrante de un grupo determinado se manda una amenaza contra todo ese grupo. 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) elige nombrar a esos delitos como “violencias por prejuicios”. A diferencia del término “fobia”, que alude a un miedo extremo y de alguna manera a una patología o de la palabra “odio”, que apela a una emoción, el prejuicio como concepto es más fácil de identificar, de rastrear y por lo tanto de combatir.  “Este contexto de prejuicio, sumado a la omisión de investigar adecuadamente dichos crímenes, conduce a una legitimación de la violencia contra las personas LGBT tiene un impacto simbólico”, dice la CIDH.

Desde Presentes consultamos a activistas de la región sobre el uso de la terminología y el alcance o limitaciones del lenguaje para referirse a estas violencias. Les hicimos dos preguntas:

1 ¿Por qué hablamos de crímenes de odio?

Siobhan Guerreroinvestigadora y filósofa de la ciencia, México

Yo ahí querría hacer la aclaración, creo que no hablamos de odio refiriéndonos directamente al odio como un estado psicológico de quien comete un crimen, porque si hiciéramos ese movimiento, que quizás es lo que el sentido común esperaría, tendríamos un problema epistemológico. 

Creo que hay que tomar distancia de la noción de las emociones como estados psicológicos individuales y pensarlas más bien como cuestiones afectivas que rigen las lógicas de trato entre los cuerpos.

En ese sentido hablamos de crimen de odio, porque no es un crimen que se cometa contra una individualidad en su riqueza y plenitud como ser humano, sino que se comete contra una individualidad que está siendo subsumida y de alguna manera deshumanizada al ser colocada dentro de un estereotipo negativo, que moviliza, eso sí, una serie de elementos simbólicos que reducen a la persona a un estereotipo que se lee como amenazante, peligroso, despreciable, no humano y que tiene que ser destruido. Y en ese sentido es que ese estereotipo sí genera afectos en las lógicas sociales, en las lógicas de intercambio, de interacciones entre cuerpos, que lleva a que quienes son así subsumidos bajo un estereotipo reciban violencias.

Alba Rueda, representante Especial de Argentina sobre Orientación Sexual e Identidad de Género del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto

Es uno de los términos con los cuales se internacionalizó la violencia hacia LGBTIQ+.  De origen estadounidense, hate crimes permitió captar la expresión de la violencia hacia las personas LGBTIQ+. También llamar la atención en identificarla en relación a violencias estructurales y que están situadas no solamente en los crímenes, sino también en una trama de situaciones sociales, prejuicios, estereotipos, por donde circulan la deshumanización de las personas LGBTIQ+. 

Es un concepto base que permitió la identificación y la tipificación de delitos. En Argentina, el agravante por odio a la identidad o a la orientación sexual está presente en el Código Penal. Fue el que se aplicó en el juicio por el travesticidio de Diana Sacayan. Es sin duda un paso que fuimos trabajando y es importante. Pero es también un concepto que empieza a abrirse. Cada vez se piensa más en la dimensión de los crímenes por prejuicio y crímenes por discriminación, que no van en detrimento de lo otro, sino que buscan tener una expresión más precisa de esto.

Violeta Alegre, activista travesti y Titular en Oficina de IG y Orientacion Sexual – Observatorio de Género en la Justicia CABA 

Es una pregunta desafiante y celebro estar pesando en esto porque en realidad se utiliza odio como un eslabón que lleva a perpetuar determinados crímenes y no hablamos de todo ese sistema que va configurando para que ese ese crimen se genere en base a eso. Pero está lo que viene antes. Digamos que el odio es una consecuencia de algo que está antes. Podemos pensar que se hable de crímenes que se configuran en base al odio, porque hay toda una sociedad que está poniendo y deslegitimando a un colectivo y se pasa el mensaje de que si atacás a una persona LGBTI+ no pasa nada. A nivel jurídico es importante cuando se piensa como agravante, como lo que juzgó en el travesticidio de Diana Sacayán. 

Alejandro Mamani, abogado especialista en DDHH, Argentina

Es importante remarcar que cierto tipo de crímenes tienen motivaciones que hacen que su tipificación considere cuestiones particulares. En materia de los delitos de odio, en el caso argentino o latinoamericano, podemos hablar de agravantes. Es decir, cómo cierto tipo de delitos cometidos socialmente pueden tener agravantes en clave de género, de identidad de género, de expresión de género, o étnicos raciales, u orientación sexual. Estos agravantes tienen un espectro aún diferente a la tipicidad clásica de estos delitos. En ese sentido, me inclino un poco más a hablar de los delitos con agravantes. Y entender que los agravantes sociales en cada uno de los países tienen sus particularidades. Por eso, hablar de delitos de odio es la excusa para empezar a hablar de los delitos particularizados con ciertos agravantes en casos de orientación sexual, expresión de género, o cuestiones étnico-raciales, características étnico-raciales, o identidad de género. En realidad, de lo que estamos hablando es de un factor de desprecio social hacia un colectivo, en algunos casos. Este rechazo, este odio, como se enuncian algunos casos, es un agravante a la hora del ensañamiento sobre ciertos cuerpos y el derecho debe valorarlo porque responde a una cuestión aún mayor estructural. En ese sentido, me parece que existe una suerte de corrección en el sistema hacia los desviados, las desviadas. Y ahí aparecen los delitos contra los homosexuales, las lesbianas o las personas travestis y trans.

Samuel Martínez, coordinador del área de investigación en Letra S, organización que documenta las muertes violentas de personas LGBTI en México desde hace más de dos décadas. 

Al inicio de nuestros informes usábamos esta categoría porque nos parece que en México es mucho más común, la gente entiende de qué hablamos cuando hablamos de crímenes de odio. Sin embargo, lo que estamos buscando con el informe del 2022 es reposicionar y discutir sobre esta categoría, hacer una transición del odio, a entender que el odio está basado en prejuicios colectivos, que el odio es social, que tiene una base cultural y que esta base cultural es la que legitima ese tipo de agresiones. 

Ese Montenegro, activista trans masculino, formador docente en ESI y asesor de la Cámara de Diputados de la Nación

Es parte de una construcción política de los colectivos LGBTI.  En algún momento se hablaba de fobia, fobia en tanto sinónimo de temor a lo desconocido o a lo ignorado después se entendió que en realidad no es una cuestión de temor o de miedo a lo desconocido o lo ignorado sino de odio a lo diferente, digamos, como una resistencia social a la diferencia. Y a partir de esa resistencia, la producción de significados sociales que de alguna manera apuestan al odio. Y esto no es específico de la comunidad LGBT. La narrativa de odio, si uno se la pone a pensar críticamente también se encuentra o localiza en los discursos racistas, la narrativa de odio atraviesa el clasismo, incluso si lo pensamos en términos de la violencia política y la situación, por ejemplo, de llegar a un intento de magnicidio contra una vicepresidenta de un estado, como sucedió acá, digo. Hay toda una construcción social de esa narrativa que deshumaniza a la persona sujeta de ese odio y habilita en diferentes gradientes, en mayor o menor medida, el odio. Y ese odio se traduce en acciones concretas, en formas de discriminación más o menos sutiles, o en una manera mucho más radical en lo que se puede expresar en un travesticidio, un transfemicidio, un transomicidio, un lesbicidio. 

2- ¿El odio llega a explicar la violencia que sufren las personas LGBT o existe una mejor palabra que te parezca más adecuada para expresar estas violencias?

Alba Rueda: A lo largo de los años hubo y hay distintas posiciones llamando la atención de que esta expresión de crímenes de odio, hate crimes, tiene ciertas condiciones limitantes. Por ejemplo, en la misma línea, las experiencias latinoamericanas, y en Argentina en particular, empezaron a situar, sobre todo en el ámbito judicial, la figura de los crímenes por prejuicio o discriminación. 

Porque en distintos juicios donde se sitúa la figura del odio, muchas de las dificultades en términos penales son las pruebas de la inscripción del odio. O sea: tipificar en términos de cómo se inscribe el odio dentro de ese marco de violencia es lo que muchas veces los fiscales o los defensores de los acusados objetan. Dicen que no hay una clara identificación acerca de lo que implica el odio dentro de los modos en los que se cometen estos crímenes. Entonces, con términos como prejuicio y discriminación se puede abordar un poco mejor la descripción de una trama de situaciones y prejuicios que también están en el ámbito social y que también son condicionantes de la violencia y la inscripción de esta violencia dentro de los cuerpos de lesbianas, gays, trans. 

Siobhan Guerrero: Yo diría que el odio puede jugar un papel, aunque no es de hecho la única emoción política. Creo que hay otras emociones políticas, como el asco, el desprecio, que también generan estereotipos, que también deshumanizan, que también ignoran la singularidad y unicidad del otro, que lo reducen de alguna manera a una simbolización negativa. No creo que el odio sea una explicación que siempre sea suficiente. Creo que puede haber otro tipo de emociones políticas allí. 

No sé si existe una palabra que pudiese subsumirlas a todas. Quizás lo más cercano sería hablar de crímenes mediados por emociones políticas y estereotipos, pero esa frase no es tan fácil de usar como crimen de odio, que creo que comunica algo que se viraliza más fácil.

Y desde luego esto no quiere decir que todos y cada uno de los crímenes que sufre una persona LGBT sean crímenes de odio. Pero sí diría que hay crímenes que están claramente motivados por la lectura social que se hace del otro en tanto un mero estereotipo. Y aquí, no solo le haría guiño a los giros afectivos en estudios de género, sino también a los interaccionismos simbólicos que dicen que desafortunadamente nuestra interacción con los otros suele siempre estar mediada por representaciones estereotipadas de distintos sectores sociales. 

Ese Montenegro:  Yo no sé si la narrativa o la explicación o fundamentación a través del crimen de odio contiene de manera completa las problemáticas de las comunidades LGBTIQ+. Me parece que después cada experiencia, cada recorrido vital, guarda para sí especificidades. No es lo mismo ser una persona lesbiana, cisgénero, como la violencia estructural que vamos a enfrentarnos es la misma. En tal caso ahí como el primer agente de resistencia es la heteronorma, digamos, y ahí podemos hablar de heteronormatividad, heterocentrismo, como el lugar de dominación desde donde se ejerce la violencia. 

La figura del crimen de odio termina de contener lo estructural. Me parece que ahí hay un trabajo histórico, que se viene haciendo desde las márgenes, pero que también se encuentra con la lucha por los derechos humanos. Cuando se empezó a problematizar el rol del Estado, la sociedad civil, los clérigos y las empresas alrededor de la dictadura en Argentina, se empezó a ver lo sistemático, digamos, y ahí en lo sistemático se empezó a trabajar en conceptos como deshumanización y cómo a través de la deshumanización se habilita el exterminio a quienes no se les considera humanos, o humanas.

Me parece que hay algo del orden de la estrategia de lo comunicacional que sirve al hablar de crímenes de odio, pero que funciona en detrimento de otras cuestiones, como atender esas cuestiones específicas que tenemos que seguir atendiendo y son esas coordenadas específicas las que revierten la carga del problema. Ya no podemos seguir poniendo a la persona trans debajo de la lupa, sino que lo que hay que poner debajo de la lupa es el cisexismo, cómo se ejerce, cómo nos atraviesa, cómo es un dispositivo que nos condiciona a todos en mayor o menor medida y cómo desarticularlo. 

Violeta Alegre: Una palabra que me parece mejor para expresar las violencias contra travestis y trans, es crímenes transfemicidas o travesticida. Creo que hay que dejar de poner el énfasis en las personas trans o LGBT – pasa lo mismo con el término “autopercepción”, que yo no usaría más- y ponerlo afuera, desde donde vienen esas violencias. 

Alba Rueda: A lo largo de los años hubo y hay distintas posiciones llamando la atención de que esta expresión de crímenes de odio, hate crimes, tiene ciertas condiciones limitantes. Por ejemplo, en la misma línea, las experiencias latinoamericanas, y en Argentina en particular, empezaron a situar, sobre todo en el ámbito judicial, la figura de los crímenes por prejuicio o discriminación. Porque en distintos juicios donde se sitúa la figura del odio, muchas de las dificultades en términos penales son las pruebas de la inscripción del odio. O sea: tipificar en términos de cómo se inscribe el odio dentro de ese marco de violencia es lo que muchas veces los fiscales o los defensores de los acusados objetan. Dicen que no hay una clara identificación acerca de lo que implica el odio dentro de los modos en los que se cometen estos crímenes. Entonces, con términos como prejuicio y discriminación se puede abordar un poco mejor la descripción de una trama de situaciones y prejuicios que también están en el ámbito social y que también son condicionantes de la violencia y la inscripción de esta violencia dentro de los cuerpos de lesbianas, gays, trans. 

Samuel Martínez: El odio, entendido como disposición individual no explica este tipo de crímenes que son violencia de género arraigada en predisposiciones culturales. Sin embargo, entendiendo el odio como esa construcción cultural y social arraigada en prejuicios, arraigada en estigmas, en predisposiciones negativas y violentas, nos permite entender cómo estos crímenes no son cometidos por individuos, sino que son materializaciones de concepciones negativas que hay en la sociedad.

Entonces lo que buscamos esa transición (en el informe) del odio al prejuicio, no porque sean diferentes, sino porque creemos que el prejuicio expresa mucho mejor la idea de que el odio no puede ser entendida como una intención, como una disposición individual, sino con ese arraigo de prejuicios y de violencia, que está detrás de los crímenes que se cometen contra la población LGBTI.

*Este artículo pertenece a la Agencia Presentes y es reproducido por Tiempo Argentino a partir de un convenio de publicación para difundir periodismo especializado y de calidad.

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