El blindaje mediático del que goza el Gobierno de la Ciudad es una explicación tentadora, pero no es un elemento suficiente ni determinante. Una vía más productiva es buscar las respuestas en el análisis de la estrategia política puesta en juego. Una estrategia que, a nuestro juicio, se basa en tres aspectos fundamentales: un altísimo nivel de iniciativa que contrasta con el empantanamiento del Gobierno Nacional; el endurecimiento de la confrontación con el Frente de Todos; y un pragmatismo creciente con el que busca contener a los sectores más conservadores de su base de apoyo y también dar señales a los sectores que más sufren el empeoramiento de las condiciones económicas.
En el último mes y medio el GCBA implementó una serie de iniciativas paradigmáticas: extendió la videovigilancia al 75% del territorio; comenzó la aplicación de la Ley de integración productiva de barrios populares; activó el nuevo régimen de estacionamiento pago a través de una aplicación; sigue nutriendo una oferta cultural (artística, gastronómica, patrimonio histórico) que coloca a la Ciudad entre las más importantes del mundo en esa materia.
El oficialismo porteño se sabe fuerte y busca abarcar lo más posible. Tiene un ojo en el crecimiento de Milei y en atender su propia interna, y el otro ojo en la apuesta por seguir construyendo la imagen de una ciudad ordenada, moderna y cosmopolita, que es bien valorada en los estándares internacionales. Por eso por momentos muestra contradicciones. Mientras interpela a los barrios populares con sus propuestas de instalación de cadenas comerciales, y a los jóvenes de las comunas del sur (quienes más sufren el desempleo), con su programa Empleo Joven, no atiende las demandas de las organizaciones sociales que reclaman por el ajuste en la asistencia y piden mejores condiciones laborales. Ilumina el Obelisco con los colores del movimiento LGTBI+ y presenta un registro único para casos de violencia de género, pero prohíbe el uso del lenguaje inclusivo en las escuelas. Lanzó una campaña para sumar “gente común” a las listas en las próximas elecciones, aunque aprovecha los recursos del distrito para desplegar una constante campaña publicitaria, aún a costa de no reforzar otros ítems que servirían para atenuar las desigualdades que se evidencian en la zona sur y centro de la Ciudad.
Lanzado totalmente en la carrera presidencial, Larreta alimenta su perfil opositor y la figura de gestor eficiente sin responsabilidades en el pasado reciente del país. Suma viajes al exterior y predica su “moderación endurecida” ante empresarios y medios. Sin contrapesos importantes en su distrito, los obstáculos asoman desde el resto del país, y de la acción de competidores internos y aliados, que por momentos parecen tener más capacidad de fuego para limar su figura que la oposición local.
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