El 22 de abril fue el Día Internacional de las niñas en TIC, y su conmemoración nos sirve de excusa para reflexionar sobre esta problemática.
La metáfora tuberías rotas se utiliza para explicar lo que sucede en industrias que están fuertemente masculinizadas: en cada etapa de la vida, las mujeres se enfrentan con distintos obstáculos para desarrollarse en estas áreas.
Los estereotipos en las infancias van marcando el camino de qué pueden y qué no hacer las niñas y los niños. Camino que es profundizado durante la escolarización, con expectativas y estímulos diferentes según el género. En esta primera etapa, una de cada tres familias sostiene que los chicos tienen más facilidad que las chicas para la tecnología. Y en la escuela, casi la mitad de los y las docentes considera que hay una diferencia de rendimiento entre estudiantes. De ellos, 8 de cada 10 sostienen que la ventaja la tienen los varones ¿Qué impacto tiene esto? Con el correr de los años, las niñas van perdiendo su confianza en materias como matemáticas, para valorarse más en artes y escritura, porque se les enseña “son buenas para eso”. Las tuberías muestran sus primeras fisuras.
Lo que resulta de esta formación primaria, es la desigual distribución que vemos en la educación superior. En las carreras CTIM (las vinculadas a Ciencia, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas), entre 2010 y 2016 el número de inscripciones se mantuvo estable, 67% varones y 33% de mujeres. Y si el foco lo ponemos en las carreras vinculadas a programación, de un potencial enorme para el futuro, el porcentaje de mujeres es de 16%. La masculinización de estos espacios hace más difícil la permanencia de las mujeres que desean desarrollarse allí. Prejuicios y discriminación de docentes, pares y superiores. Sesgos en la contratación de personal, culturas organizacionales excluyentes, obstáculos para alcanzar puestos jerárquicos. Las tuberías pierden por todos lados.
¿Cómo revertir esta realidad y que haya más mujeres en ciencia y tecnología? Desde Grow consideramos que todas las instituciones pueden promover cambios, y deben asumir el compromiso de hacerlo.
Las familias, abandonando los estereotipos de género en la crianza de niños y niñas. La escuela, formando niñas que consideren posible desarrollarse en esos mundos que hoy por hoy son mundos de varones. La aplicación de la ESI y la formación de docentes que fomenten una educación sin sesgos, seguramente hará que más niñas y más adolescentes vean como oportunidad de desarrollo esas carreras. Las universidades, eliminando los prejuicios y prácticas discriminatorias. Las empresas, revisando sus culturas organizacionales, y evitando los sesgos en la contratación y promoción de personal.
El Estado, garantizando todas las anteriores, y estimulando y promoviendo la participación de mujeres y otras identidades en estas carreras que son el futuro, pero también el presente. Seguir excluyendo a las mujeres de estos espacios sólo hará cada vez más grande la desigualdad.
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