Es un armonicista de gran versatilidad y talento. Desde la música popular, trasciende los géneros con profundidad y audacia. También es un hincha fanático de Rosario Central.
A lo largo de su carrera recibió una gran cantidad de reconocimientos. Entre ellos se destacan el premio Revelación 2002 y Consagración 2010 del Festival Nacional de Folklore de Cosquín; el premio Atahualpa 2008, 2010 y 2011 como mejor solista instrumental; el diploma al mérito Konex 2015, como uno de los cinco mejores instrumentistas de la década (2005-2015); el Gardel 2015 como mejor disco tango alternativo por su álbum Gardeleria; el Gardel 2018 como mejor disco de Folklore alternativo por su álbum Anda en el aire; y el Gardel 2021 por el álbum Tango improvisado, grabado junto al maestro José «Pepe» Colángelo, en la categoría mejor orquesta y/o grupo de tango.
“Mi viejo me enseñó a escuchar de todo, de pibe. Y cuando descubrí la armónica, de manera inconsciente, sentí que era mi camino”, confiesa Luciani.
–¿Tu padre fue determinante en tu amor por la música, entonces?
–Una vez a la semana lo acompañábamos con mis hermanos a ver clientes, con la camioneta, ya terminando la secundaria. En esa época me venía entusiasmando con la armónica y él me iba tirando melodías para que saque y me alentaba: me decía “vos tenés facilidad para un instrumento melódico”. Y ahí empecé a considerar dejar la percusión e irme para este lado.
–Después vino Cosquín.
–Empecé a tocar solo armónica, gané el pre Cosquín, y llegue a ese lugar tan emblemático, el escenario principal. Fue 2002, fue una locura, y encima me dieron el premio Revelación. Me dije bueno, este es mi camino en la música, un arte que siempre estuvo cerca, pero uno no sabe que va ser músico hasta que lo es. Hice mucho trabajo a partir de ese premio, y me fui enamorando cada vez más de la armónica: un pequeño gran instrumento.
–¿Querías ser otra cosa? ¿Imaginabas algo de chico?
–Como muchos chicos, el fútbol era algo ineludible. Mi sueño eterno es hacer un gol en el Gigante de Arroyito. Soy muy hincha de Central y es casi inevitable. Pero nunca me dediqué para lograrlo, disfrutaba del deporte. Pero el arte y la música también eran cosas que me atraían.
–Para eso sí te preparaste.
–Fue mi verdadera pasión. De chico, el lado artístico me salió más natural. De hecho, estudié y soy maestro nacional de música. A mi viejo le gustaba, mi abuelo era cantante lírico y el otro, director de banda militar. Mi tío que se fue a vivir a Francia nos dejó la batería que compartíamos con mis hermanos.
–¿Hoy no podés imaginarte haciendo otra cosa?
–Me gusta mucho el tema de los pueblos originarios. Si dejara la música, me gustaría ser paleontólogo o historiador. Pero es un bicho que me picó ahora de grande. Investigar sobre eso, estaría bueno.
–¿Todo influye para inspirarte?
–Totalmente. Ahora estoy trabajando con Omar Lobos, un investigador de los pueblos de La Pampa: los ranqueles, mapuches y demás. Y queremos hacer una obra musical sobre un gran cacique llamado Calfucurá. Me interesa la temática histórica y las canciones, me salió hacer una obra integral, como hicieron Félix Luna y Ariel Ramírez con Mujeres argentinas o Pink Floyd.
–¿Te gusta comunicarte con la música?
–Sin dudas es un tipo de comunicación, en algún momento las noticias las daba un trovador, alguien que cantaba y contaba lo que pasaba. Y no sólo con la palabra se transmite: una escala pentatónica tocada con una quena te lleva al altiplano automáticamente y así con muchos sonidos.
–¿La alimentación o el cuidado del cuerpo es importante para vos?
–No me cuido mucho, sólo un poco. La armónica hace trabajar el diafragma, entonces quizás en una época hacía natación y tenía un cuidado como el que tiene un cantante con la voz. Eso lo mantengo. Porque sino no te responden los pulmones y la garganta. La clave es el descanso.
–¿La comida es más complicada?
–Sí, porque uno le gusta disfrutar de ese placer, pero tiene que ver con la música, o se puede relacionar, siempre.
–¿En qué sentido?
–Recuerdo que Armando Tejada Gómez escribió un cancionero folklórico titulado Canto popular de las comidas. Eran canciones musicalizadas por Gustavo «Cuchi» Leguizamón. Mostraba la íntima relación que existe entre las comidas y la vida del hombre y de los pueblos. Los sabores que pintan la aldea, digamos. Es interesante lo que aporta culturalmente.
–¿Qué te gusta comer?
–De todo. Me gusta probar platos típicos de cada lugar. De gira conocés la cultura de muchos países y/o ciudades. Si ando por el mediterráneo europeo, en Francia, España e Italia se come maravilloso. Buenos vinos, buenas preparaciones y me encanta ir de tapas, sobre todo en Madrid: eso de probar algo con una cervecita, charlando… Es genial.
–¿Qué es lo más exótico que probaste?
–Trato de jugar seguro. Pero bueno, si se da… En Australia hasta probé carne de canguro: fue lo más raro. «
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