Es una de las cantoras populares más queridas. A pesar de los golpes de la vida, como la muerte de su compañero Horacio González en 2021, la entrerriana sigue activa y elige disfrutar de la música, la lectura y los amigos.
–Fuera de la música, ¿cuál es su actividad favorita por estos días?
–Sin dudas, la lectura. Tengo una gran biblioteca y me apoyo mucho en ella. Me gusta mucho la literatura en general. Novelas, poemas, filosofía. Por estos días estoy releyendo mucho los libros de Horacio (González), mi compañero, a quien perdí en 2021, y de alguna manera eso me reconecta con él. Me hace muy bien.
–¿Es como un diálogo?
–Me estimula, me ayuda a pensar, como hizo siempre. Y me ayuda a sobrellevar todo lo que lo extraño. Leyéndolo imagino qué estaría escribiendo o diciendo en este momento.
–¿Usted escribe?
–Me animo, cada vez más. Algunas cosas sueltas tengo. Quizás en el verano arme algo más concreto. Pero no lo tengo claro, porque escribo y no releo. Dejo salir por mis manos lo que siento o pienso y lo guardo. No tengo muy claro si lo que tengo escrito es poesía o cuentos o sí da para novela.
–¿Escucha música?
–Mucha. No me permito no hacerlo. Es algo que me hace bien, es parte de mi cotidiano y me ayuda a pensar y a ver qué quiero hacer. Es una compañía y un placer. No soy de salir mucho pero tengo todo como para quedarme en casa y escuchar lo que quiera.
–¿Qué está escuchando?
–De todo. No creo en los géneros musicales. Me interesan todo tipo de canciones. Son oleadas. Esta semana estaba bastante con lo brasilero: algo de Guinga y bastante de Milton Nascimento.
–¿Cuál fue su último recital?
–Fui a ver a Fito al Movistar. Hace bastante que no iba a uno, pero estuvo genial. En la primera parte recordó el disco Del ’63, y la segunda, Circo Beat. Fue hermoso. Sonó perfecto y lo vi muy bien a él.
–¿Cuándo se conocieron con Fito?
–En los ’80. Nos cruzamos por frecuentar los mismos ámbitos. Yo era profesora en la facultad, pero ya cantaba. Fuimos amigos y ya somos familia. Vivió un tiempo con nosotros: conmigo, con Horacio y con mi hija. Nos vemos menos que antes. Es lógico. Pero siempre estamos en contacto y sabemos qué le pasa al otro. Es una relación hermosa.
–¿Cómo recuerda su época de profesora universitaria?
–Con felicidad y con algo de incomodidad. Era una institución muy importante, pero en aquellas épocas no era tan flexible. Había ciertas pautas que no te dejaban ser tan libre. Pero siempre hay un lugar para encontrar el espacio creativo. Por supuesto que hoy en día la defiendo con toda mi alma, ante las amenazas y la quita de dinero que pone en riesgo su funcionamiento. Esto es una canallada. Me gustaba tener un modo de evaluar distinto, enseñar desde el llano y eso no era tan fácil. Me gustaba el ambiente, un lugar de debate, de crecimiento. Me retiré por la música. Es un disparate pensar que son lugares de adoctrinamiento y esas pavadas que hoy hay que escuchar. Hay que dar batalla, el pueblo tiene que defender la universidad.
–¿Cómo llegó a su vida la filosofía?
–Fue una elección azarosa. Cuando terminé la secundaria, de mi pueblo me fui un tiempo a Paraná, pude estudiar un profesorado y me gustó esa materia. Luego ya fui a la universidad. Fueron años hermosos. En esa época también apareció la música.
–Fue militante. ¿Cómo recuerda aquellos años oscuros de la última dictadura?
–Prefiero no hablar de eso. Nada de lo que viví fue distinto a los que les pasó a tantas personas que estaban en esos años involucrados en política. Fueron tiempos horrorosos.
–¿En su infancia tenía un juego predilecto?
-Nos gustaba ir en familia al río, al arroyo Villaguay. A estar en la naturaleza. Esas horas previas al almuerzo, de juegos, es algo que se te queda grabado. Me gustaba escuchar los debates de los grandes y luego interpretarlos. Era un mundo lleno de estímulos.
–¿Tiene algún consejo para los más jóvenes?
–No me gusta dar consejos. Hay que buscar ser libre y no hacerse problema por temas que son intrascendentes. Cada vida es única, distinta, diversa, cada uno tiene que ver qué tiene que hacer, respetando a los demás, teniendo en cuenta a los otros. Me impongo no hacerme demasiado problema por lo intrascendente. Pero bueno, ahora… Nada homologa el dolor de perder un compañero luego de 40 años. Trato de estar bien, recordar los lindos momentos y, si me toca, disfrutar. A veces lo logro y a veces no. «
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