Es una periodista reconocida e influyente. Su intensa carrera encontró una nueva dimensión cuando fundó la radio Futuröck. Es fanática del café, la bolsa de agua caliente y la ropa.
Junto a Federico Vázquez (con quien se casó y tiene una hija), Matías Messoulam y Sebastián Vázquez fundó en 2016 la hoy emblemática radio Futuröck. Se trata del proyecto que más la representa y desvela. Además de su función ejecutiva, conduce junto a Fito Mendonca Paz el ciclo Segurola y Habana (lunes a viernes de 13 a 16).
–¿Estudiaste directamente Derecho o pasaste por otra carrera?
–Empecé Ciencias Políticas porque me gustaba y después me pasé a Derecho. Pero un día, leyendo la revista TXT, me di cuenta que desde la comunicación también se podía influir en el debate político.
–¿Sobre qué era la nota que despertó esa mirada?
–Sobre las leyes que impulsaba (Juan Carlos) Blumberg. Me di cuenta que me interesaba hacer ese tipo de análisis y empecé a buscar un espacio para hacer periodismo. Me imaginaba con un perfil de comunicadora. En aquellos años no estaba tan claro que desde los medios también se baja línea. El kirchnerismo lo puso más sobre la mesa. Y de a poco se me fueron dando oportunidades.
–¿Qué recuerdos tenés de la militancia universitaria?
–Los mejores. Fue una experiencia espectacular y funcionó también como motor para terminar la carrera, porque la verdad que me embolaba un poco Derecho. En mi agrupación estaban Wado De Pedro, Mariano Recalde y Vanesa Siley, entre otros. Esperaba que sean la dirigencia del futuro y sucedió. Estuvo bueno.
–¿Nunca pensaste en ocupar un lugar en la función pública?
–Siempre tuve claro el camino que estaba haciendo. No es compatible una cosa con otra.
–¿Quizás más adelante?
–En un futuro más lejano. Hoy estoy en otra cosa. De hecho, no ejercí ni de abogada, imagínate. Todo sirve para la formación, pero mi camino y mi vida cotidiana van por otro lado.
–¿Sos una persona rutinaria? ¿Tenés manías?
–Varias. Creo que no puedo dormir si no me lavo los dientes y me saco el maquillaje. Me resultaría imposible. O en invierno, si no tengo la bolsa de agua caliente en la cama, tampoco me duermo. Tengo los pies muy fríos… También me gusta la ropa, siempre estoy atenta a la pilcha.
–¿No te preocupa que te acusen de superficial?
–No, para nada, me gusta y es una especie de escape. No puedo salir en jogging a la calle. Me gusta arreglarme hasta para ir a hacer las compras el sábado a la feria. Odio los supermercados, entonces mi plan siempre es tener mi atuendo para la feria.
–¿De entrecasa también?
–En casa soy cachivache, pero me fijo en que las telas sean confortables. Medias gorditas, buen algodón o algo que sientas que te abraza. Pero si tengo que salir me cambio, no lo puedo evitar.
–Tenés un look particular y propio. ¿Alguna vez renegaste de los rulos?
–Tuve muchos años de plancha. Hasta los 35 y desde los 6 años. Usé de todo y la peluquería se fue sofisticando. Fueron apareciendo productos cada vez más fuertes, pero muy efectivos.
–¿Cuándo liberaste los rulos?
–En un momento me empecé a quedar pelada. Se me caía mucho el pelo. Me asusté y me recomendaron dejar de intervenirme tanto el pelo. Debajo de tantos químicos había unos rulos que estaban bien. Tenían personalidad y había que cuidarlos.
–¿Por qué luchabas contra ellos?
–Ser niña y adolescente en los ’90 no era fácil. Los rulos no estaban dentro de los cánones de belleza tradicional. El pelo tenía que ser lacio. Por suerte todo fue cambiando y hay más cremas y cositas para cuidarlos. Y hay un orgullo del rulo, de ser lo que uno es.
–¿Al menos en el pelo las reglas son más laxas?
–Sí, hoy se trata de abrazar más lo que sos o tenés. Ojalá empiece a pasar más con los cuerpos, pero está bueno que por lo menos ahora no es casi un mandamiento taparse las canas o teñirse todo el tiempo.
–¿Te pasa de encontrarte en situaciones en la que decís «no puedo estar haciendo esto»?
–En la radio estamos en la gestión, trabaja mucha gente y hay que estar en muchos detalles. Pero dirigir el destino del proyecto igual no te aleja de cosas cotidianas. A veces hay que ir a una reunión importante, seria, protocolar y estoy trapeando el piso o poniendo adornitos o cambiando lamparitas. Pero no lo puedo evitar. Son cosas que uno dice, esto lo voy a delegar, pero después no lo hacés.
–¿Es el espíritu de autogestión?
–Los medios que nacimos durante el macrismo tenemos eso en común. Somos los dueños, pero también laburamos cada segundo y queremos de verdad al lugar donde trabajamos. Ese amor hace que hagas de todo, aunque podrías no hacerlo. Da satisfacción. Ahora yo tendría que estar armando cosas para el programa, pero antes voy a ir comprar materiales para terminar detalles del bar de la radio que abrimos hace poco.
–¿Dónde está ubicado el bar?
–En Lavalle y Billinghurst. Se llama Yunta. Lindo lugar para relajarse y charlar: esa era la idea.
–Hablando de eso, ¿qué hacés para luchar contra el estrés?
–Cada uno tiene sus métodos. A mí lo que más me funciona es apagar el teléfono y ponerme a jugar con mi hija. Me desconecto totalmente. Hay que darse un tiempo y hacerlo. Hay que jugar con les hijes. Cuando la vida y las responsabilidades te pasan por arriba, te podés olvidar. Pero no hay que dejar que eso pase.
–¿Qué les gusta hacer?
–Agarrar las pinturas y dibujar, armar rompecabezas o lo que sea, pero sobre todo dejarse llevar y no mirar la hora. Esas cosas son una fuente de felicidad y no hay nada más importante que eso. Es adorable. No hay nada que lo supere.
–¿Sos más parecida a tu mamá o a tu papá?
–Físicamente más a mamá, ojo tengo cosas de mi papá, pero soy más parecida a mi vieja.
–¿Y en personalidad? ¿Hay una seguridad que quizá es heredada?
–Creo que sí, mi viejo era un tipo seguro de sí mismo. Pero me parece que eso es una construcción personal, que tiene que ver con la propia experiencia y que, igualmente, es algo relativo.
–¿Por qué?
–Porque depende de lo que muestres de vos misma. A veces sos segura en algo y tremendamente insegura en otro aspecto. Depende: quizás sos capaz de resolver algunas cosas complejas y con otras aparentemente más simples te cuesta mucho más. Creo que a todos nos pasa más o menos lo mismo.
–¿Mate o café?
–Café, en mi casa no se tomaba mate. Mi papá es italiano y mi mamá chilena… No había mate.
–¿Perro o gato?
–Perro. No tengo porque es cruel tenerlos en un departamento, pero amo a los perros. Los gatos me dan miedo, me dan terror. Pienso que su plan es asesinarme (risas).
–¿Hay algo que intentaste y no te salió?
–Escribir un libro. Quizás más adelante o en otra vida. «
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