Es la voz, la cara y el principal compositor de Los Pericos. Pero antes de abrazar el reggae tuvo un pasado de cuero y tachas. Hoy, más allá de la música, siempre encuentra el tiempo para la buena comida y los vinos de calidad.
–¿Cuál fue la primera banda que te marcó?
–Los Beatles, sin dudas. Son esas cosas que sabes que te van a gustar toda la vida. La música de ellos me marcó para siempre. En todas sus etapas, son geniales. ¡Y como solistas! Fueron una escuela y siempre están, aunque uno se vaya para otros lados, son el inicio de este camino musical.
–Todos te asocian al sonido de Pericos. ¿Qué otros géneros te gustaban?
–En la adolescencia fui fanático del rock duro: tuve una enfermedad fuerte con Kiss. Obsesión, te diría. Y eso me llevó a tomar un camino que casi nadie se imagina.
–¿Cuál?
–Tuve mi etapa heavy metal antes de Los Pericos, que compartí con el Topo (Ariel Raiman, baterista). Hicimos varias cositas. Hasta llegué a tocar con Ricardo Iorio en una banda que duró dos meses: se llamaba Letal. Así que puedo decir que fui fanático de Kiss y tuve una banda de heavy metal con Iorio. No es poco.
–¿Cómo recordás esa experiencia?
–Me di el gusto de hacerlo en la edad justa. Con amigos y grosos del palo, la verdad que son recuerdos lindos que uno guarda con cariño.
–¿Cómo elegiste la guitarra como tu instrumento?
–Apareció. Había una en la casa de mis padres, una criolla de mi hermano, que estudió un tiempo. Esas cosas que les compran a los hermanos mayores y después quedan dando vueltas, un día la miré bien y la agarré.
–¿Y la propia cuando llegó?
–Cuando me vieron entusiasmado me regalaron una guitarra eléctrica. Algo parecido a una Stratocaster, pero no de Fender.
–¿Estudiaste o sos autodidacta?
–En una época nos fuimos con mi familia a vivir a Comodoro Rivadavia. Cuando volví, a los 14 o 15 años, empecé con profesores particulares. Estudié también un poco de piano y de armonía. Nada académico de conservatorio, pero fue un proceso que viví con mucha dedicación y con profesores muy buenos.
–¿El reggae cómo apareció?
–Por Ale Perico (exbajista de la banda), le gustaba mucho y nos convenció. Así nació el germen de Los Pericos, escuchando y soñando cómo hacer para tocar eso. Ale insistía, pero no quería hacer algo purista.
–¿Qué querían?
–Algo personal, no reggae clásico. Más cercano a UB40, pero intentando –aunque sea de a poco– encontrar un camino propio. Nos juntamos con el Topo y Martín Gutman (tecladista, ex Los Pericos) para divertirnos y los ensayos funcionaron muy bien. Luego vinieron los otros pibes y arrancamos. Se volvió una pasión casi inmediatamente.
–¿Cuándo fueron a Jamaica fue como llegar a la Meca?
–Fue un sacudón, un master de cultura jamaiquina. Pero en la calles no eran todos rastas ni nada por el estilo. Fue en 1993. Los jóvenes de allá estaban en otra, pero pudimos recorrer un montón de lugares donde había trabajado Marley, conocimos músicos grosos, nos cambió la cabeza… Entendimos la historia y evolución del sonido.
–¿Qué los sorprendió más?
–Terminamos de entender que, por todas las influencias que tiene, el reggae es una música que te sirve para celebrar la vida, hacer una revolución o solo para pasarla bien un rato en conexión con la naturaleza o lo que te rodea. Todos esos elementos son parte del género que amamos. Si suena reggae, está todo más que bien. No hay que ser vegano para disfrutar de la cultura rasta o estar reventado para ser un rockero. Hay de todo. Cada uno lo vive como quiere.
–¿En los viajes se dan tiempo para conocer la cultura gastronómica de cada lugar?
–Desde siempre en los Pericos le dimos importancia a la buena comida. Vamos a comer a lugares copados, para probar platos típicos. Es una forma alucinante de acercarte a la cultura de otros países. En Perú y en México, por ejemplo, aprendés de historia en cada plato.
–¿También prueban la comida callejera?
–Somos de ir a la esencia, sí. De ir a los mercados, de ir a los pilares de la cultura para no perdernos la oportunidad de entender las diferentes formas de vivir de cada lugar. Hay que disfrutar siempre porque quizás mañana ya no estemos.
–¿Se dan su tiempo para un vino o una cerveza?
–Obviamente. Disfruto más en vacaciones, cuando no hay horarios. Y obviamente la noche te da otro clima, pero en el fondo lo importante es la compañía. El momento, el lugar y con quien compartís o brindás. El entorno es clave para disfrutar.
–¿Y que haya música?
–La música siempre está. Nos gusta el efecto contagio que tiene, es mágico cómo una buena canción te predispone mejor. Para lo que sea.
–¿Cómo te acercaste al mundo del vino?
–Un amigo, Marcelo Pelleriti, es enólogo y uno muy groso. Un día me regaló una barrica para que haga lo que quiera. Después me metí en el mundo del aceite de oliva y el aceto balsámico, el de la cerveza artesanal y los helados. Mis gustos por los buenos productos vienen desde siempre, de familia o de la propia experiencia. Pero siempre me gusta probar y disfrutar de sabores.
–¿Es tu otra gran pasión fuera de la música?
–Todo lo hago por pasión. Si no hay ganas o interés, no le encuentro sentido. Me gustan las cosas ricas, conocer gente… Personas que saben y pueden guiarme para compartir y darme un gusto. Eso busco.
–¿Sibaritismo extremo o más bien relajado a la hora de armar una cena?
–Me gusta juntarme y que cada uno lleve algo para probar, o que haya variedad de platos o pasos en el menú. Pero creo que no hay que ser extremo. Hay que pasarla bien.
–Pero la materia prima es clave, ¿no?
–Buena materia prima y bien trabajada. Fácil, sin ser snob, ni mucha sarasa. Honestidad. Si algo es más cuidado o busca la calidad, es mejor, eso no se puede negar. Lo natural y orgánico tiene un compromiso diferente que lo industrial. Me encanta acercarme a productores y que me cuenten sus historias. Siento respeto y admiración por su trabajo.
–Cuando se juntan con el grupo a cenar o almorzar, ¿comen de todo?
–El Topo no come pescado y Gastón es vegano, pero los demás somos omnívoros.
–¿Cuáles son sus especialidades? ¿Tiene cada uno su plato emblema?
–Algo así. Marcelo (Blanco, percusión) es un gran asador, tiene una gran técnica para manejar los fuegos y las carnes. Yo hago de todo, pero mi fuerte es una pizza de papas: una pizza blanca, con papa cortadas con mandolina. La cubro toda, no le pongo cuatro papitas. Queda bárbara. Al Topo le gusta mezclar cosas, se divierte y nos trae cositas novedosas. Willy (Guillermo Valentinis, guitarra) sabe mucho de whisky, para el bajativo.
–¿Nunca unas hamburguesas congeladas?
–No, si la hacemos, la hacemos bien (risas). «
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