Paro porque no quiero mandar ni ser mandada

Por: Agustina Paz Frontera

Columna de opinión de Agustina Paz Frontera, periodista e integrante del Colectivo Ni Una Menos.

Paro porque me molesta todo. Y si a mí me molesta no me quiero imaginar a las demás. Paro porque mientras cada 18 horas una mujer muere en la Argentina por la perseverancia de la violencia heteropatriarcal el poder, encarnado en el presidente, recorta recursos y se muestra acongojado. Dice que sí con la cabeza y que no con la palabra. Paro para que noten que acá hay política. 

Es sumamente molesto el mundo así como lo hicimos. Ahí donde pongas la vista hay alguien que te quiere mandar y en el mando se le sustrae a los mandados una porción de la verdad. Te mandan a la escuela donde te ordenan como ser. Te mandan al médico donde te dicen qué es lo sano y qué lo enfermo. Te mandan a corregirte si te querés mucho y si te sos indiferente. Te mandan y más te mandan si no sos de las que mandan. Te mandan a conformarte con una lágrima en el rostro del presidente. Paro porque no quiero mandar ni ser mandada, porque el mando es propio de un mundo instaurado por los modos de vida y de construcción comunitaria de los varones. Mandar es violencia. No mando a limpiar, no mando a trabajar, no mando a definirse, no mando a tener certezas: por ejemplo esta: ¿por qu vé paro? No sé por qué paro. Paro, ahora que lo pienso, porque las mujeres nos damos una genealogía en las luchas de las oprimidas y los oprimidos y porque una medida de fuerza que ha mostrado fortaleza es la huelga: “¿así que no valgo?, fijate cómo producir si yo paro de obedecerte”, eso dice la huelga. Huelga porque en el capitalismo nos obligan a ser creadoras de valor y aun así no nos dan lo necesario para vivir, huelga también para que no le pidamos ni al varón, ni al amo, ni al gerente del país nada que no podamos conseguir solas (solas con otros, también, que se feminizan). 

Hago huelga porque así como estamos no hay manera de seguir, las violencias que nos comen por dentro, que nos delinean las vidas, y que nos pudren la existencia son imposibles de destruir sin dos elementos básicos: autonomía material y amor. Es decir que paro, hago huelga, para que todas las oprimidas y los oprimidos por el añejo sistema patriarcal tengamos más dinero para tomar decisiones libres, independencia para poder construir las vidas que queramos y en el llano de lo espeso cotidiano: bancarnos la propia vida sin dependencia de verdugos (relaciones que nos oprimen hay muchas, pero tenerla en la propia casa es quizás lo más esclavizante y modelador de nuestras subjetividades). Y amor, amor es amigas, es que sin nuestro apoyo como mujeres, aliadas, hermanas, es imposible salir de los círculos de las violencias: para liberarnos necesitamos de otras mujeres. Ese vínculo estrecho entre nosotras, tender la mano, no apurar el juicio, arengarnos en las sublevaciones, respetarnos las dudas, es el motor de la huelga. 

Paro porque me molesta todo pero además paro porque puedo, porque estamos las feministas como un colchón móvil gigante para contenernos, estamos como una actitud filosa ética de intransigencia frente al dolor de todas las injusticias que se carga el capitalismo, el heteropatriarcado, el fascismo disimulado dentro de cualquier Estado y de cualquier contrato. Paro porque nos queremos vivas y libres y este paro es un ejercicio de esa libertad. Que nadie nos diga cómo tenemos que vivir nuestras vidas, qué hacer con nuestros cuerpos, nuestro tiempo, nuestra sexualidad, nuestro trabajo. Vamos a seguir parando hasta que el último y la última de los que mandan se ponga en duda y paren contra ellxs mismxs.

Visitá el sitio especial de Tiempo sobre el 8M: parodemujeres.tiempoar.com.ar

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