La intérprete de origen británico aseguró que “La habitación de al lado”, de Pedro Almodóvar, puede llegar a haber sido su última película. En el Festival de Berlín le darán un Oso de Oro honorífico el 13 de febrero.
Un repaso por cinco películas para disfrutar del talento de la gran Tilda Swinton.
Orlando (1992)
El mundo descubre a una actriz camaleónica de origen inglés, que ya venía trabajando hacía casi una década. Basada en el libro homónimo de Virginia Woolf y dirigida por Sally Potter, la película es una aventura fantástica sobre las posibilidades que abre el nuevo mundo de la modernidad, que también son sus limitaciones. Orlando, criatura melancólica e independiente, tiene en Swinton la interpretación ideal para ese mundo que nace sin que otro aún muera, que para imponerse en su totalidad tiene que eliminar varias cosas del pasado que Orlando quiere y ama. La historia comienza en el siglo XVI, durante el reinado de la reina Isabel I de Inglaterra, cuando Orlando recibe una gran propiedad y un castillo por parte de la soberana siempre y cuando asuma una condición extraña: “No desaparezcas”. En esos siglos que dura su periplo, experimenta cambios de género, pasando de hombre a mujer y viceversa, poniendo en jaque y en duda las identidades que se presentan inmunes a los cambios que agita el nuevo tiempo, en el que los placeres hasta entonces censurados empiezan a exhibirse sin tanto pudor. Y es entonces cuando Swinton rompe la cuarta pared para establecer complicidades con el público tanto como para interpelarlo, en un ejercicio que lleva a comprender y resaltar el espíritu originario de la obra de Woolf. Su actuación y el tiempo lo convirtieron en un clásico del cine queer, que a su vez significó un antes y un después en la trayectoria de la actriz.
El ladrón de orquídeas (2002)
Swinton brilla en medio de un elenco de lujo en la segunda colaboración creativa entre Spike Jonze y Charlie Kaufman luego de la gran ¿Quieres ser John Malkovich? (1999). Y la historia sigue precisamente al guionista Kaufman en la piel de Nicolas Cage, que hace de un escritor de Hollywood que vive en Los Ángeles al que sus veleidades autorales lo llevan a una crisis creativa. Encima su hermano gemelo, Donald (también Nicolas Cage), la pega con un guion policial convencional y la fama y el éxito -prácticamente la vida misma- le sonríen. Antes de que todo el estallido de los talleres literarios inundara Occidente, la dupla creativa se mete con un viejo tema de Hollywood, recreado para el nuevo siglo. Entonces, si lo que allá en el período de entreguerras era la posibilidad de destacarse y ser reconocido por la propia valía, en el milenio que asoma se trata de recuperar aquello que había hecho grandes a los guionistas de antaño: la pasión. En un mundo signado por la fama, algo tan fácil de conseguir que con un guion convencional alcanza, Kaufman pretende que la película que resulte de su historia haga temblar al espectador. Ella, nuestra heroína, será pieza clave para hacerle entender a Kaufman que la pasión, como el siglo, ha cambiado, aunque sus efectos sobre los humanos siguen siendo los mismos.
Michael Clayton (2007)
Michael Clayton (George Clooney) trabaja para un estudio de abogados arreglando los problemas de los clientes de manera rápida y aséptica. Todo cambia cuando Arthur Edens (Tom Wilkinson), un abogado destacado de la misma firma, comienza a revelar secretos del estudio. Nadie sabe si lo hace afectado por alguna enfermedad, por alguna venganza o por el vil dinero. En defensa de su amigo, Clayton se ve obligado a investigar. Y la investigación lo lleva a enfrentarse a la dirección del estudio y a quienes la respaldan, cuyo poder no estaba en la mente de los intereses poderosos que están detrás. En ese camino se enfrentará a nuestra estrella, Tilda Swinton, que con la ductilidad que la caracteriza, comienza un cambio de piel. Ya al borde de los 50 (nació en noviembre de 1960), con esta película Swinton deja atrás a la misteriosa y atractiva mujer que fue (con toda la androginia que la destacó) para meterse en la piel de personajes no tan bondadosos, y tampoco misteriosos. Lo suyo gana en llanura pero no pierde atractivo: aún con un personaje convencional y predecible, Swinton consigue despertar en el público lo que el rol le manda. En este caso, el nerviosismo que provocan sus dudas ante el héroe del film.
Quémese después de leerse (2008)
Con un elenco de la hostia, como dirían los españoles, en la segunda línea nuestra Swinton destaca. Y lo hace en una película de los hermanos Coen, en las que la relevancia de las líneas prácticamente no existe: sólo se diferencian por el tiempo en pantalla, pero no en su importancia narrativa o su capacidad para mantener ese clima tan irónico como disruptivo. Ella es Katie Cox, esposa de Osborne Cos (John Malkovich) y amante desde hace poquito de Harry Pfarrer (George Clooney); por otro lado (aunque todos conectados) están el torpe Chad Feldheimer (Brad Pitt) y la pretenciosa Linda Litzke (Frances McDormand). La comedia gira, como siempre en el caso de los Coen, en torno a gente inexperta que se encontrará con eso que se llama regalo del cielo: la posibilidad de salvarse para siempre. El tema es que estos personajes bendecidos con la fortuna creen que pueden vencer la ley de la gravedad, así que irán metiéndose cada vez en problemas más grandes. Ella, Swinton, ya es una mujer con toda la piel cambiada: nada de aventuras, menos de sueños, sólo pragmatismo para satisfacer sus deseos más deseantes: sexo y dinero.
Solo los amantes sobreviven (2013)
Los vampiros ganan prestigio y se hacen moda, y Jim Jarmusch encuentra en la natural androginia de Swinton la posibilidad de darle un giro a sus historias de amor (a las de vampiros y a las suyas propias) de la mano de la londinense en pareja con Tom Hiddleston. Porque si bien la androginia puede ser una de las últimas nuevas búsquedas de las recientes generaciones, nadie como aquellos hombres y mujeres de los 60 y 70 la encarnaron y representaron tan bien. Así es que Jarmusch encuentra en la dupla actoral la posibilidad de volver sobre aquel pasado, visitarlo nuevamente para decir cosas nuevas de él mucho antes que ensalzarlo y ponerlo en superioridad sobre el presente. Ellos, que se sentían tan jóvenes y vigorosos en 1968, ahora se ven inmersos en un mundo carente de esperanza pese a su rebeldía, cuya realidad se sintetiza en una humanidad con una sangre cada vez más contaminada y difícil de conseguir: las grandes firmas de todo tipo se la disputan ahogando sus posibilidades de sobrevivencia; una metáfora para todas las identidades habidas y por haber: nada podrá ser natural y auténtico, todo quedará a los designios del lucro y el mercado. Belleza gótica y romántica para este cierre de lista de una actriz inagotable.
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