La obra del cineasta español es una de las más influyentes de las últimas décadas y mantienen una vigencia envidiable. A continuación, algunas de sus producciones más emblemáticas.
Si Luis Buñuel fue el cineasta que metió a España en el siglo XX, se puede decir con cierto consenso que Pedro Almodóvar fue el que marcó el ritmo cultural de la salida del franquismo y la transición entre milenios. Y sin duda es este film el que indica que algo ha cambiado -y mucho- en España, y que lo está haciendo en el mundo aunque muchos quieran mirar a otro lado. Un trío compuesto por Eusebio Poncela (Pablo), Carmen Maura (Tina) y el ascendente Antonio Banderas (Antonio), forman un triángulo en el que amor quema, el deseo barre cualquier barrera cultural y las historias individuales y las subjetividades aparecen de una manera hasta el momento novedosa a nivel de la cinematografía mundial: otros lo hacían, pero ninguno con esa impronta tan popular y ese toque kitsch que lo distinguía ante todos.
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Todo sobre mi madre (1999)
Almodóvar cierra el siglo con la historia de una madre soltera (ya eran moneda corriente, pero el mainstream cultural seguía apostando a la comedia romántica heterosexual) que pierde a su hijo de 17 años en un accidente producto del cholulismo: el chico muere al correr por el autógrafo de su actriz favorita. Entonces Manuela (Cecilia Roth), decide ir a Barcelona a contarle al padre, que ahora es Lola. Con la delicadeza y el encanto que lo caracteriza, Almodóvar emprende un recorrido por el mundo trans y queer en un trayecto al que el cine sólo se había atrevido en su vertiente independiente mostrando esa marea emergente en festivales -o vulgar, o culposa en algún film mainstream-. Pero el manchego parece que se había hecho la promesa que no haría nada que no fuera popular y aspirara a la masividad. Y así vuelve a encantar al mundo.
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Hable con ella (2002)
Almodóvar empieza el siglo ocupándose de los hombres -por decirlo de alguna manera- en su manera más clásica según el cine: más que heterosexuales, los que ya en ese tiempo eran denominados cisgénero (en oposición al transgénero, quienes se identifican con el género que culturalmente le es asignado al nacer). Aunque lo hace a través de las mujeres. Benigno (Javier Cámara) es un enfermero que, entre otras pacientes de su hospital, atiende a Lydia, la novia de Marco (Darío Grandinetti), un escritor maduro. A la manera del yin y el yan que de de distintas formas siempre hizo a lo largo de su filmografía, Almodóvar recorre las sensibilidades masculinas a partir del prototipo del hombre culto que se mueve por las clases que forman la élite social, y del hombre popular igual de sensible aunque padeciendo la censura social, porque se sabe que la sensibilidad es una y la establece casi siempre (al menos en ese inicio de milenio) el hombre cis. Como perlita, recorre esas sensibilidades a través de sus costados más femeninos. Almodóvar lo hace una vez más.
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La mala educación (2004)
Almodóvar vuelve sobre su biografía para hablar de los temas del mundo. Pero lo hace anticipando la ola que ya ve venir: las denuncias sobre el abuso sexual en los colegios católicos de todo el mundo. Aquí cuenta que a principios de los 60 que dos chicos, Ignacio y Enrique, conocen el amor, el cine y el miedo. El Padre Manolo (Giménez Cacho) descubre ese descubrimiento. Pero la película es contada desde la contemporaneidad de principios de los 80 (los años que lo vieron estallar). Film en el que denuncia a la vez que explica buena parte de las trayectorias de gente común que formó la generación que revitalizó España luego de décadas de oscurantismo franquista.
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Dolor y gloria (2019)
El regreso de Pedro Almodóvar al cine que le siente mejor: en el que se escudriña a sí mismo, se mira con lupa a ver por qué es lo que es, a qué se debe que anduvo el camino que anduvo. El campesino de La Mancha que llegó a Madrid hacia fines de los 60 y fue testigo directo de la transición española (el fin del franquismo y la apertura democrática) completa con este film lo que muchos consideran una trilogía iniciadaen La ley del deseo (1987) y continuada en La mala educación (2004). Aquí indaga sobre su presente y lo que queda por venir, ya casi septuagenario, mirando un horizonte que por primera vez en su vida no se aleja a medida que se acerca a él. El título lo dice casi todo. Pero dicho por la escritura cinematográfica de Almodóvar tiene la contundente belleza de la poesía.
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