El notable saxofonista, clarinetista y compositor cubano vuelve a la Argentina para presentarse desde este viernes en el Mendoza Sax Fest. El disco que grabó con Astor Piazzolla, su fanatismo por Pepe Biondi y la necesidad de involucrarse permanentemente en proyectos creativos.
D’Rivera es una gran solista e improvisador de saxo y clarinete y un gran compositor, un profundo conocedor de la música de raíz académica y del jazz afrocubano. Pero también un curioso por naturaleza que no duda en acercarse a múltiples géneros, entre ellos el tango.
En esta nueva visita a nuestro país será la figura principal del Mendoza Sax Fest, que se realizará del 15 al 18 de noviembre en la capital provincial. “Las piezas centrales del proyecto que tocaremos con la Sinfónica de Mendoza serán las maravillosas Crónicas Latinoamericanas, del pianista porteño Daniel Freiberg. Escritas originalmente para clarinete, trio de jazz y orquesta, en esta ocasión, como se trata de un festival de saxofones, tocaré la parte solista con el saxofón soprano, que fue el primer instrumento con que comencé a los 5 años de edad. Y en otra presentación armaremos un octeto de saxofones para tocar un chorinho de Chucho (Valdés), un joropo mío, y mi pieza El Elefante y el Payaso, dedicada a Gaby, Fofó y Miliki, Los Payasos de la Tele. Y cerraremos con un jazz quartet, donde aún ni sabemos qué sucederá, como suele ocurrir en estos casos”, adelanta el reconocido músico afrocubano.
En diálogo con Tiempo, D’Rivera volvió a ratificar su gran afabilidad y simpatía por el pueblo y la cultura argentina.
—Su más reciente álbum es Zamba negra. ¿Qué lo llevó a trabajar con los hermanos Saboya?
—Los hermanos Saboya son un grupo de lujo, con el que da gusto compartir el escenario (¡y la mesa!), y disfrutar cada nota que tocan, componen o arreglan. Yo aún ni siquiera he escuchado el producto terminado, pero debe haber quedado muy bien, además por el entusiasmo que le pusimos todos al proyecto.
—Tanto el jazz como la música clásica no suelen tener obras para clarinete/saxo alto y guitarras acústicas. ¿Ese fue un incentivo extra?
—Ya tengo experiencia y algunas horas de vuelo con excelentes guitarristas, como la paraguaya Berta Rojas, los brasileros Odair y Sergio Assad, el chicaguense Fareed Haque, el israelí Yotam Silverstein, y más recientemente el gaúcho Yamandú Costa, con quien planeamos grabar también. El repertorio con clarinete/saxo y guitarras no es estándar, de modo que hay que adaptar las piezas, y casi siempre el factor improvisación está por ahí. Y es divertidísimo juntarse con estos monstruos de las seis (y hasta siete) cuerdas.
—Hoy en día hay mucha world music que suena sin corazón. Usted incorpora elementos de muchas músicas del mundo, pero siempre suena real. ¿Cuál es el secreto?
—Las osadías musicales han sido parte de mi vida casi desde su inicio. Mi más temprana influencia vino de un clarinetista judío americano, Benny Goodman, cuyo sonido se adhirió a mi piel como si hubiera yo nacido en Nueva York, la ciudad de mis sueños infantiles. Soy Geminis y me aburro de hacer lo mismo cada día. Me gusta adaptarme a la variedad, tanto en la música como en la comida.
—El saxo alto y el clarinete son instrumentos muy distintos. ¿Qué lo enamoró de cada uno y qué lo mantiene fiel a ellos?
—Esos dos instrumentos, aunque son primos, tienen personalidades y comportamientos muy divergentes. El saxofón es mucho más –digamos– razonable que su primo mayor de madera, que a su vez puede resultar por momentos dulce o resabioso, pero tratándolos con sus defectos, ambos igualmente interesantes.
—Usted se mueve entre la música clásica y el jazz, dos géneros que mucha gente –considero- asocia con cierta solemnidad. Pero usted es una persona de gran humor y hasta se inspiró en Gaby, Fofó y Miliki para componer una obra.
—Solamente hay dos tipos de música, la buena, y “esa otra cosa”, solía afirmar el gran Duke Ellington. Y en ambas orillas abundan los puristas que se lo toman demasiado en serio, perdiéndose la diversión que existe en gente tan seria como Mozart y Dizzy Gillespie, notorios por su sentido del humor. Yo por mi parte, desde siempre he mantenido en mi lista de favoritos a gente como Pepe Biondi, Les Luthiers, y últimamente la comediante santafesina Laila Roth, que me hace desternillarme de risa cada vez que abro mi Facebook y la veo sosteniendo esas loquísimas charlas–improvisadas– con su público.
—Frank Zappa era un gran improvisador como guitarrista, pero solía decir que la música es de los compositores. Usted maneja los dos mundos. ¿Cuál disfruta más?
—Improvisar no es más que componer in situ, solo que sin la posibilidad de cambiar o enmendar nada. Como un insulto que sale de la boca y más tarde te arrepentís, pero ya no hay vuelta atrás. Lo dicho, dicho está. Como un clavo que se martilla en un trozo de madera y ya el agujero queda por siempre. Hay muchos músicos clásicos que le tienen terror a la improvisación, y por eso tocan cadenzas escritas por otras personas, algo que contradice lo que realmente debiera ser un comentario del solista sobre temas o pasajes que figuraron en la obra escrita. ¡Una especie de obertura, pero al revés! Pero volviendo a la pregunta, para mí ambas cosas, composición e improvisación tienen sus encantos.
—¿Que recuerdos tiene de Astor Piazzolla y su participación en el disco The Rough Dancer and the Cyclical Night?
—Fue muy curioso, porque yo nunca ví a Piazzolla en el estudio de grabaciones, sino esa misma noche en el boliche S.O.B. de Manhattan, donde yo estaba con mi mujer en una mesa con Gerry Mulligan. Astor había dejado grabada su parte, ya se había marchado cuando yo llegué, y en el club ni siquiera tuvimos ocasión de charlar con Piazzolla sobre la sesión de la tarde que había producido el pianista uruguayo Pablo Singer (que no el argentino Pablo Ziegler). Pero de todas formas, haber grabado con Piazzolla algo de su hermosa música fue una experiencia sobrecogedora.
—También grabó el gran disco Riberas con el Cuarteto de Cuerdas Buenos Aires. ¿Qué otras referencias tiene de la música argentina?
—Cuando estaba escribiendo mi primer libro Mi vida saxual, mi viejo amigo el gran pianista y compositor Carlos Franzetti medio en serio-medio en broma me dijo que yo debía dedicar un capítulo de dicho libro a “Los argentinos de mi vida”. Y es que mi relación con ustedes viene desde que era un pibe. Empezando por mi recital de graduación en el conservatorio Caturla de mi pueblo natal, donde entre el tribunal evaluador estaban dos argentinos, el oboísta Lido Guarnieri y el fagotista Alberto Merenson. Años después, entre infinidad de proyectos con ella, me fui con su hija Andrea Merenzon a Jujuy a presentarme con una orquesta de más de cien músicos. Y por ahí Diego Urcola, que ha tocado su porteñísima trompeta a mi lado durante más de treinta años, y antes o después de él Jorge Dalto, el Gordo Fernández, Nacha Guevara, los Piazzolla, Lalo Schiffrin, y hasta un cameo con Charly García. El CD Riberas con el formidable cuarteto de cuerdas Buenos Aires, producido por Gabriel Senanes, fue –como dirían los españoles— una pasada y también Música de Dos Mundos, con el pianista Aldo Antognazi y mi esposa, la soprano puertorriqueña Brenda Feliciano. En fin, que son como un sueño recurrente los argentinos para mí.
—¿Cuál considera que es el mayor legado de Irakere?
—No sé, esos comentarios se los dejo a los que hasta hoy escuchan nuestras grabaciones. Yo solo puedo agradecer su atención a quienes nos apoyaron.
—¿Las plataformas musicales ayudan o perjudican a los músicos?
—Yo nunca entendí el negocio de la música, ¡y ahora entiendo la mitad! (risas)
—¿Cuáles son sus próximos planes?
—Seguir ganándome los frijoles viajando por el mundo, y en diciembre grabaré en Madrid con el extraordinario pianista cubano-español Pepe Rivero y un lindo grupo de músicos que viven en aquel país que amo, y en el que me presento con mucha frecuencia.
Viernes 15 de noviembre, 21:30 – Teatro Independencia
Paquito D’Rivera junto a la Orquesta Filarmónica de Mendoza.
Actuaciones de Otis Murphy, Jonathan Helton, Griffin Campbell, y Syndicate Saxophone Quartet.
Sábado 16 de noviembre, Predio de la Virgen, Guaymallén
Presentación de Sergio Colombo.
Entrada libre y gratuita.
Domingo 17 de noviembre, 21:30 – Teatro Plaza
Paquito D’Rivera en concierto con obras para octeto de saxofón, arregladas especialmente para el festival.
Lo acompañarán destacados saxofonistas como Gustavo Musso y Martín Pantyrer de Escalandrum, Ricardo Cavalli, Mariano Gamba, y otros grandes artistas.
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