En una entrevista concedida a Radio Nacional, Hilda Horovitz confirmó la relación entre el chofer de Roberto Baratta y quien fue señalado como adulterador de los cuadernos. Denunció que su ex marido ejerció violencia contra ella y la obligó a firmar papeles.
Descripto por Horovitz como “un amigo” de Centeno con el que no tenía –ella, personalmente- relación profunda, Bacigalupo era el supuesto titular registral de bienes que pertenecían al ex chofer del ex subsecretario de Coordinación del Ministerio de Planificación, Roberto Baratta. “Bacigalupo fue el testaferro de Centeno. Creo que tenía uno o dos autos a nombre de él”.
Horovitz concedió un reportaje a Nacional Doc, de Radio Nacional, acompañada por su abogado, Adrián Biancotto, quien con frecuencia terció en la charla para aclarar cuestiones e impedir otras que la mujer no estaba dispuesta a contestar.
Con todo, la mujer admitió que Centeno era “muy mentiroso”, pero no ligó esa supuesta condición con la redacción de los cuadernos sino con cuestiones privadas, intrafamiliares. “Era un hombre muy mentiroso. No sé si fue mentiroso toda su vida. Depende de qué se trate la mentira… Con las mujeres era muy mentiroso”.
Horovitz fue reacia a hablar de Centeno. Refugiada en recuerdos dolorosos, prefirió no ahondar en detalles de la relación que los unió. Pese a ello, describió situaciones de violencia verbal y física y las vinculó con la ingesta de alcohol. A raíz de esa situación, la pareja se disolvió y ella fue a tribunales a entrevistarse con el juez Claudio Bonadio.
¿Para qué? ¿Cómo fue que Bonadio atendió a una mujer que tenía problemas con su pareja y de allí surgió la Causa Cuadernos? Horovitz no lo explicó. Sólo reconoció que se entrevistó con el juez y con un secretario. “Me presenté espontáneamente. Hablé con Bonadio y con un secretario del juzgado. Prefiero no comentarlo, eso que hablamos queda entre nosotros tres”.
Según su parcial explicación, se presentó en Tribunales porque Centeno la obligaba a “firmar papeles”, lo que hacía bajo una suerte de régimen de “obediencia debida”, sometida por el trato supuestamente denigrante de su compañero y el temor por su propia vida.
Horovitz admitió que vio cuadernos (no pudo/quiso precisar cuántos) cuyo contenido afirmó desconocer. “Eran cuadernos como los que puede tener cualquiera en su casa”, aclaró su abogado.
La mujer no sabía el contenido de esos cuadernos, nunca vio que Bacigalupo –quien trabajaba con Centeno en una remisería- los corrigiera. Pese a ese desconocimiento, el abogado Biancotto evaluó: “Fue muy importante el testimonio de mi clienta para destapar esta trama de corrupción”.
En ese contexto, interrumpió una respuesta sobre la adulteración de los cuadernos. “Eso será probado en la justicia, no es algo que pueda afirmar o negar nuestra clienta. Que alguien lleve a cabo ese accionar (…) escapa al sentido común de cualquiera. No es algo que se pueda adivinar”.
Horovitz tampoco sabe de qué hablaban Centeno y Bacigalupo. “Cuando ellos charlaban yo no estaba presente, a veces hacían top secret”, recordó.
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