Oscar 2025: sin candidatos firmes y con promesas de batalla cultural

Con más alternativas dramáticas que una carrera de Fórmula 1 bajo la lluvia, hoy llega a su fin la llamada “temporada de premios” con la entrega de los tan ansiados galardones que otorga la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood: los Oscar. A lo largo de varios meses en los que distintas películas fueron ocupando el primer puesto en la lista de favoritos y en los que, por distintos acontecimientos, fueron cayendo una y otra vez de ese lugar deseado, se llega al 2 de marzo sin una clara idea de qué puede suceder y cuál de los títulos tendrá más resto, a esta altura de la agotadora campaña, para cruzar primero la recta final.

Todos los años se dice lo mismo, pero esta vez es cierto. O más cierto que otras veces. No hay realmente un favorito claro y nadie en realidad sabe qué es lo que va a pasar esta noche en el Dolby Theater. Lo que lleva a pensar así tiene que ver, por un lado, con los premios que se fueron entregando previamente –esa agotadora serie de postas que empiezan con los Globos de Oro a principios de enero y llegan hasta los Premios SAG del gremio de actores, que se entregaron el pasado domingo– y, por otro lado, por los escándalos, rumores y jugadas sucias de una campaña que cada vez más se parece a la política.

En el rubro mejor película, en el que todas las miradas se centran, de entrada quedó claro que iba a ser un año raro y que no aparecía uno de esos films que se desmarcan claramente de los demás. Los que arrancaron en punta, gracias a los Globos de Oro, parecían ser Wicked y Emilia Pérez, curiosamente dos musicales –género que se ve poco y nada– bastante llamativos y extravagantes. El primero es una adaptación al cine de un célebre musical de Broadway que es algo así como una precuela de El mago de Oz y su candidatura estaba sostenida fundamentalmente en su gran éxito comercial en los Estados Unidos. Pero sin buenas críticas y al ser solo la primera parte de una saga de dos entregas, pronto fue perdiendo lugares en el ranking.

La segunda, Emilia Pérez, es un curioso engendro, un musical francés que transcurre en México y que cuenta la historia de un capo del narcotráfico que transiciona de género e intenta remedar sus errores del pasado. Los estadounidenses, fascinados con la supuesta políticamente correcta extravagancia de la película de Jacques Audiard, la apoyaron muy fuerte pese a las críticas del resto del mundo, especialmente de los propios mexicanos, molestos por la falta de actores locales, los ridículos acentos, la falta de respeto a las víctimas de femicidios y hasta la absurda representación de la transición de género.

Pero cuando nada parecía lograr que los estadounidenses cambiaran de opinión, el propio equipo de Emilia Pérez metió a la película en problemas. Primero fueron algunas declaraciones de Audiard, hablando de su desinterés por investigar el mundo de los narcos (la película se filmó en estudios en Francia y su director jamás pisó México) y sus desafortunados comentarios sobre el castellano como “un idioma de pobres e inmigrantes”. Pero todo explotó de verdad cuando se desempolvaron viejos tuits de la actriz trans española Karla Sofía Gascón, protagonista de la película, llenos de comentarios racistas y brutales contra inmigrantes y otras minorías. Hollywood podía perdonar errores en la ficción, pero todo parece indicar que esto no pudo tragarlo. Gascón –que era candidata fuerte a mejor actriz y ya no lo es– se disculpó a medias y desapareció del mapa. Y las acciones de Emilia Pérez se fueron en picada.

Ese maremoto pareció beneficiar a El brutalista, ambicioso drama de tres horas y media de Brady Corbet sobre un arquitecto judío húngaro que sobrevive al Holocausto y empieza una nueva vida en los Estados Unidos. Es la película prestigiosa y refinada que los críticos aman, aun cuando no sea del gusto de todos los espectadores. Pero tras llevarse algunos premios y encaramarse en el primer puesto de las listas, algunos pequeños escándalos –se le dio mucha difusión a que usaron Inteligencia Artificial para mejorar el acento húngaro de los actores– la afectaron más de lo pensado. O quizás, simplemente, muchos votantes al verla se dieron cuenta que era demasiado exigente para ellos.

Fue allí que, corriendo desde atrás y viendo como caían sus competidoras delante suyo, Anora se posicionó en el primer lugar. La película de Sean Baker, que ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes, cuenta la historia de una prostituta que se casa con el hijo de un oligarca ruso y se mete en severos problemas por eso. Al ser una comedia, al principio pocos la tenían en cuenta. Pero logró llevarse los llamados Critics Choice Awards (premio que dan algunos críticos) y también los galardones de los gremio de directores y productores, que usualmente suelen anticipar a los ganadores del Oscar. Y pasó al frente casi de milagro.

Todo parecía culminar ahí, con Anora encaramada en el tope de las listas, pero el domingo pasado tuvieron lugar los SAG Awards, premio del gremio de actores, y allí ganó… Cónclave, la película de Edward Berger centrada en una tensa y complicada elección papal. ¿Hay entonces una nueva favorita? Difícil saberlo ya que los premios actorales tienen más que ver con lo interpretativo, pero todo es tan cambiante que ya nadie sabe nada. De hecho, para complicar más las cosas, la película brasileña Aún estoy aquí, de Walter Salles, que narra un caso de desaparición durante la dictadura militar del país vecino, empezó a crecer también en las apuestas. Y hoy no sorprendería su triunfo. Es más, si se trata de zarpazos de último momento, tampoco habría que descartar del todo a Un completo desconocido, la película biográfica sobre Bob Dylan dirigida por James Mangold que es un éxito de público y hasta una candidata de cierto consenso.

La telenovela del Oscar a mejor película se resolverá el domingo, pero no es la única pelea afectada por estos giros y cambios en la pole position. Todos daban por hecho que Demi Moore sería elegida mejor actriz por su rol en La sustancia, pero últimamente Mikey Madison, la protagonista de Anora, se quedó con algunos premios en la categoría, y algunas encuestas la tienen como favorita. Y en esa pelea tampoco habría que descartar del todo a la brasileña Fernanda Torres, protagonista del film de Salles. Y en los premios entregados por el gremio de actores, sorpresa de sorpresas, Timothée Chalamet le ganó al favorito Adrien Brody (El brutalista) la estatuilla a mejor actor protagónico por su mimética personificación de Dylan. Los apostadores, enloquecidos.

Los únicos que parecen más o menos firmes en las categorías principales son Kieran Culkin, que casi no ha perdido premio alguno como mejor actor de reparto por su rol en Un dolor real, y Zoe Saldaña, la actriz estadounidense de origen dominicano, que es la única que conserva su favoritismo dentro de la debacle general de Emilia Perez, película que perdería también en la categoría mejor film extranjero con el film de Salles, algo que hace unas semanas parecía impensable.

Las apuestas, de todos modos, siguen dando a Anora y a su director Sean Baker, como favoritos en las categorías principales. Y pese a las sacudidas recientes, los actores favoritos son los mismos que están desde el principio, descontando a Karla Sofía Gascón, quizás el caso más emblemático y, si se quiere, triste de esta controvertida temporada de premios, muestra evidente de la imposibilidad de los votantes de separar la obra del artista, el trabajo de un intérprete de sus comentarios personales.

Esta carrera al Oscar –que arranca a las 21 por la señal de cable TNT y la plataforma Max– se tiñó aún más que de costumbre por los rumores y escándalos viralizados a través de las redes sociales. Y si bien algunos de esos comentarios son válidos y merecen ser tenidos en cuenta (los reparos artísticos de la comunidad latina a Emilia Pérez no habrían llegado a los oídos de los votantes de otro modo), todo allí ya funciona con la suciedad, la violencia y la brutalidad que caracterizan a las elecciones presidenciales. Signo de los tiempos que corren. «

El documental favorito al Oscar que EE.UU. no quiere estrenar

El premio al mejor documental no suele estar entre los temas principales de la carrera por el Oscar. Es un género que no tiene el glamour de otros y las películas que participan no son tan vistas ni comentadas. Si bien siempre hay controversias que los rodean, pocas veces salen de los circuitos cinéfilos más especializados. Este año, sin embargo, la polémica creció porque una de las cinco nominadas y la gran favorita a ganarlo es una película que ningún distribuidor ni plataforma en los Estados Unidos quiere estrenar.

Se trata de No Other Land, un documental que narra la historia de la comunidad sitiada de Masafer Yatta, en la Cisjordania ocupada, un lugar en el que las fuerzas israelíes demuelen las viviendas de los residentes y expulsan a las familias de sus tierras, argumentando que el área es necesaria para un campo de entrenamiento militar. Dirigido por los cineastas palestinos Basel Adra y Hamdan Ballal junto a los israelíes Yuval Abraham y Rachel Szor, es una película que viene ganando infinidad de premios desde el Festival de Berlín 2024. Pero aún con todo el prestigio obtenido, ningún estudio estadounidense parece dispuesto a distribuirlo, algo inédito en función de su nominación al Oscar.

Los motivos son bastante obvios: la ocupación israelí en ese territorio es parte de la política de Estado de EE UU, especialmente a partir de la situación en la Franja de Gaza. Y si bien No Other Land no habla específicamente de esa zona y de los hechos recientes, nadie quiere arriesgarse. Yuval Abraham le explicaba al The New York Times hace poco que «hay razones políticas en juego que están afectando su distribución. Espero que en algún momento la demanda por la película sea tan clara e indiscutible que haya un distribuidor con el coraje necesario para mostrarla al público». Mientras tanto, los directores se han tomado el trabajo de distribuirla por su cuenta, cine por cine, y ya han recorrido así 23 ciudades de ese país.

«Trabajamos cinco años en esto y a Basel lo vi casi recibir disparos dos o tres veces –decía Abraham–. Se necesita sólo un mínimo de valentía para darle a la película el escenario que creemos que merece, que la gente de Masafer Yatta merece. Pero seguimos esperando que eso cambie».