Hasta la conmemoración del desembarco de Normandía fue capitalizada para intentar reordenar a Occidente. Una seguidilla que debería concluir con la reunión de la OTAN en Washington del 9 de julio, días antes de la convención republicana. La paradoja: Trump desprecia a la alianza militar atlántica.
En las diez cumbres y hechos notables que movilizan a Occidente en estas semanas, hay episodios de todo tipo, políticos y diplomáticos, pero con predominio de aquello con fuerte tufo guerrero. A la cumbre anual de Singapur (Diálogo de Shangri-La) la acompañó en los mismos días la conmemoración de los 80 años del desembarco de Normandía, comienzo del fin de la Segunda Guerra Mundial. Y, luego, los encuentros de dos grupos menores creados por Estados Unidos para afirmar su presencia en la región: el AUKUS, junto con el Reino Unido y Australia, y el QUAD, con Japón, Australia e India. De paso, hubo también un encuentro celebratorio del acuerdo de asistencia recíproca con Filipinas, un dislate firmado el año pasado, como si el gobierno de Ferdinand Marcos (h) pudiera aportarle algo al formidable despliegue bélico del Pentágono en el Pacífico y el Mar de China Meridional.
La lista sigue, porque con el marco de las elecciones para el Parlamento Europeo, que terminan hoy, y una mini cita de los cancilleres de la OTAN en Praga, se realizará en Italia la cumbre del G-7 (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Japón y Canadá), a la que se agregan la Conferencia de Paz para Ucrania (Suiza, 15 y 16 de junio) y el gran cierre de la Cumbre de la OTAN, del 9 al 11 de julio en Washington. Cuatro días después, en Milwaukee pero con resonancia mundial, la Convención Nacional del Partido Republicano habrá de ratificar a Donald Trump –una personalidad que los gobernantes occidentales se bancan pero con la que no comulgan, salvo a la hora de comulgar– como su candidato para las presidenciales del 5 de noviembre.
En esos encuentros queda claro que las alianzas amasadas por Estados Unidos intentan impedir que China lo supere como primer poder global. En esa estrategia, aviva las disputas soberanas y fronterizas que China mantiene en sus áreas terrestres y marítimas (ante todo la demarcación de las aguas jurisdiccionales del Mar de China Meridional) y el cada vez más ostensivo respaldo expresado a la separatista provincia de Taiwán. Allí -recuerda un análisis de la prensa británica-, EE UU lleva adelante un juego esquizofrénico. No reconoce la existencia de Taiwán como estado-nación, pero le vende armas y equipos militares sin limitaciones, realiza juegos de guerra conjuntos y despliega sus efectivos en zonas tomadas por Taiwán, a sólo tres kilómetros de China. En este juego cuasi demencial, Austin calmó a los aliados al asegurarles que “una guerra con China no es inminente ni inevitable”.
En Beijing toman nota de esta dualidad y advierten a EE UU sobre los riesgos que corren, la potencia y sus aliados. “Cualquiera que se atreva a separar a Taiwán de China acabará en la autodestrucción”, dijo en la cumbre de Singapur el ministro de Defensa chino, Dong Jun. Durante su intervención en los debates del Diálogo de Shangri-La, formuló más de una vez la misma advertencia y recordó que el mundo no reconoce la existencia de esa provincia como un Estado.
El espectro de Trump sobrevuela esta sucesión de encuentros. Y, para colmo, la cumbre de la OTAN no sólo se realizará en plena efervescencia republicana por la elección de su presidenciable. El 11 de julio, coincidiendo con el cierre en el que estarán los presidentes de los 32 miembros de la alianza, se dará lectura a la sentencia que podría condenar a Trump por delitos administrativos, no por su intento de golpe de Estado de enero de 2021. Durante un simposio en la universidad católica de Georgetown, los académicos convocados coincidieron en que los norteamericanos estarán pendientes de la convención, “mientras por primera vez Occidente está más amenazado desde adentro que desde afuera. Con estos encuentros que convergerán en la cumbre de Washington, la alianza se inscribe en un necesario proceso de renovación y revitalización”.
Sin embargo, los europeos tratan de mostrarse más como analistas que como las potenciales víctimas de una confrontación. “Tienen que entender que si no hacen un mayor esfuerzo para financiar a la OTAN, Estados Unidos irá retirándose de la alianza, sobre todo si vuelve Trump”, dijo en Normandía el ex diplomático británico Peter Westmacott. Y recordó que recientemente Trump expresó su desprecio por la OTAN y aseguró que, de volver a ser presidente, dejaría “que los rusos hagan lo que carajo quieran con esos países”. El mismo analista dijo que Joe Biden ha hecho que los aliados dependan demasiado de Estados Unidos, lo que ha agrandado el espacio de Trump. Como del otro lado también juegan, la agencia noticiosa china Xinhua recogió la opinión de un académico occidental para quien, confrontar a dos potencias nucleares a la vez, es un error del más alto nivel.
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