Columna de opinión de Celeste Mac Dougall, activista feminista y docente (España).
En 2014, el ministro de Justicia español del Partido Popular Alberto Luis Gallardón presentó un proyecto de ley que pretendía modificar la ley de aborto vigente desde 2010. Intentó volver al modelo de 1985, donde la mujer que solicitaba un aborto debía reflexionar siete días más y tener justificativo de al menos dos médicos que avalen la necesidad de la intervención. Despojadas de la capacidad de decidir sobre su cuerpo e, inclusive, consideradas incapaces de tomar decisiones personalísimas, las mujeres españolas, catalanas, vascas se volcaron a las calles madrileñas. Llegaron desde diferentes ciudades, en lo que fue conocido como el Tren de la Libertad. Fue la mayor movilización feminista de la historia española. Gallardón renunció. Ganamos la pelea.
A finales de 2016, el intento de restringir en Polonia el derecho al aborto generó la reacción de miles de mujeres que, vestidas de negro, coparon el centro de Varsovia. Una vez más, triunfó la lucha feminista. En Italia, hace pocos días, se realizó la Asamblea Nazionale Non una di Menos. Más de 2000 mujeres discutieron la necesidad imperiosa de eliminar la objeción de conciencia: principal traba para la efectiva garantía de los abortos legales. ¡Separación de la Iglesia y el Estado! ¡Estado laico!, gritaban las italianas. Mientras una chica joven, con voz firme y clara, leía las conclusiones de la comisión de derechos sexuales y reproductivos, tres mujeres mayores se emocionaban hasta las lágrimas, se abrazaban. La lucha contra el patriarcado no empezó ahora: somos hijas del feminismo de los 70.
En Suecia, país que cuenta con una ley de aborto consolidada hace años y sin resistencias en el sistema de salud, donde la objeción de conciencia no existe en las prácticas abortivas y la mujer es libre de decidir sin causales, el derecho al aborto también está amenazado. Con el apoyo de una organización de lobby misógino, la ADF de los EE UU (feroces pro-vida y que apoyan con mucho dinero), una partera se negó a hacer abortos, alegando su fe cristiana. El 26 de enero pasado, las mujeres y feministas suecas salieron a la calle al grito de ¡Defendé el derecho al aborto!.
#NiUnaMenos es un grito de lucha. Porque no solo mata el macho violento (varias compañeras realizan por estos días una huelga de hambre contra la violencia machista en la Puerta del Sol). Mata el Estado al no garantizar las prácticas abortivas, restringirlas, recortarlas, limitarlas forzándonos a la clandestinidad.
Porque #VivasNosQueremos y libres de decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra vida. Este 8M, yo paro porque el aborto ilegal es violencia estatal. Yo paro porque conquistar un derecho no es garantía de perpetuidad del mismo. Porque hay que defenderlo en las calles. Porque el derecho al aborto es de todas, es internacional, este 8 de marzo paramos y gritamos nuestros cuerpos, nuestras vidas, nosotras parimos, nosotras decidimos. «
*Activista feminista y docente
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