«No me olvides», una bodega autogestiva con diez años de historia y aroma peronista

Por: Jesús Cabral

Además de la bodega que lleva el nombre de una flor, la Cooperativa Cotraavi también inauguró la Red de Alimentos Cooperativos; es un espacio para la comercialización de los productos.

La Cooperativa Cotraavi de Mendoza está formada por personas contratistas de las viñas y los frutales. A lo largo de la historia, los trabajadores y trabajadoras de este rubro sembraban uva para obtener una buena cosecha. Después, toda la producción era vendida a los dueños de las fincas a un bajo costo. Sin embargo, un grupo de contratistas -hombres y mujeres- decidió cambiar esta situación y crear su propia bodega que se llama, «No me olvides«.

Se trata de la primera que funciona en manos de sus propios trabajadores. Allí, la cooperativa elaboró su primer vino, Del Contratista, un varietal syrah suave con rico aroma y sabor. En los próximos meses, lanzarán a la venta dos nuevas marcas que están elaborando.

Esta cooperativa mendocina -que también inauguró la Red de Alimentos Cooperativos, que es un espacio para la comercialización- está ubicada en Carril Chivilcoy, departamento de San Martín y en el marco del Sindicato Único de Trabajadores Contratistas de Viñas y Frutales de Mendoza, esta productora de vino comienza una nueva etapa.

«Somos cuarenta y dos asociados; antes de empezar con todo esto nos capacitamos, hicimos cursos para aprender sobre la elaboración de vinos, así obtuvimos el permiso oficial del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV)», contó Gabriela Olea, presidenta de la cooperativa, a Tiempo. Continuó relatando que eso les permitió «hacer cierta cantidad de vino artesanal, que era el que nos dejaban vender».

Foto: Gentileza Cotraavi

A través del Instituto Nacional de Asociativismo de la Economía Social (INAES), «accedemos a capacitaciones y proyectos de la Administración de Recursos Naturales (ARN)».

«Soy nieta, hija y esposa de contratistas«, expresó Gabriela. Un contratista es una figura muy atípica acá en Mendoza, «porque refiere a una persona que trabaja la vid y los viñedos a cambio de un porcentaje del 18% o un 15%, según el tipo de contrato», enumeró.

«Me crié trabajando en la vid, con mis abuelos, mis padres y después lo hice junto a mi esposo», reconstruyó la presidenta. En el camino fueron aprendiendo en profundidad sobre el trabajo que hacen; «pero a la misma vez soñábamos con terminar nuestros días siendo contratistas y dándole valor agregado a lo que hacemos», recordó.

La cooperativa Cotraavi se creó en 2010. «Fuimos socios fundadores», continuó relatando Gabriela. También celebró que finalmente en 2013 «pudimos comprar la bodega No me olvides, donde empezamos a elaborar nuestro propio vino«.

«Desde esa época y hasta hoy venimos administrando la cooperativa, anteriormente con otro presidente que falleció en 2016; entonces los socios, junto a otros contratistas y pequeños productores decidieron que yo sea la presidenta y ahora soy reelecta».

Foto: Gentileza Cotraavi

Años de lucha y dos nuevas marcas de vino

«Fueron muchos años de lucha, en los cuales nos tocó remarla duro; no fueron tiempos fáciles, pero en el 2020 -en plena pandemia- lanzamos nuestra marca emblema, que es Del Contratista, un vino syrah que fue aprobado por el INV para la venta», recordó la presidenta. Siguió contando que para eso realizaron un «análisis sensorial excelente que nos dio la posibilidad de que nuestros vinos -a través de la Red de Alimentos Cooperativos que ellos mismos fundaron- sean comercializados en todo el país«.

«Tenemos dos marcas más, una es El Peón, un vino tinto común en damajuana», señaló Gabriela. Continuó adelantando que en mayo o junio «vamos a poder sacar la otra que se llama La Ilíada, que es Malbec, un vino top, excelente y ya lo tenemos en puerta para sacarlo a la venta».

Las redes cooperativas que formaron

«A través de la venta de los vinos hemos podido conocer a más de 150 cooperativas con las cuales también comercializamos distintos productos», remarcó la presidenta y valorizó que gracias «al trabajo colectivo y a todos estos contactos; hoy somos la Red de Alimentos Cooperativos».

«Fue lo que nos abrió las puertas para poder lograrlo: recibimos fondos de la Unión Europea que utilizamos para la apertura de este local para vender los alimentos«, celebró la mujer. También expresó que «estamos muy contentos y felices de poder contar esta historia que es de una década de puro sacrificio, de muchas pruebas superadas, de muchos sueños alcanzados y muchas metas por lograr aún».

«Lo digo porque todavía tenemos muchísimos proyectos por delante, porque nuestra bodega No me olvides tiene un predio de 74 hectáreas; podemos producir hasta 2 millones de litros de vino, por ahora solo estamos en 20 mil litros”, detalló Gabriela a este diario. Contó que dé a poquito «vamos avanzando, queremos que nuestra bodega sea turística y muchas otras cosas que estamos proyectando».

Un trabajo sostenido en el tiempo que genera valor

«La idea principal siempre fue dar un valor agregado al trabajo que hacemos en la tierra, en el campo y en la vid para mejorar un poco la calidad de vida de las personas que nos rodean», enfatizó la presidenta y puntualizó que «nos esforzamos y luchamos por el bien común«.

«Cada vez que elaboramos, fraccionamos y cuando comercializamos lo hacemos colectivamente; es un trabajo en equipo, muy difícil de llevar adelante pero no imposible”, explicó la mujer. También remarcó que «nos produce mucha alegría, satisfacción, porque hacemos lo que nos gusta y vemos que hay resultados positivos».

En la cooperativa, consideran importante que la existencia del contratista «pueda conocerse en todo el mundo, al igual que nuestros vinos. Tenemos fe en que en algún momento lo vamos a lograr, mientras tanto nosotros seguimos trabajando y luchando para que así sea».

«Tuvimos que ordenar muchas cosas para poder llegar a esta etapa, nos capacitamos en cosas que no conocíamos y nos costó muchísimo«, aseveró Gabriela.

Foto: Gentileza Cotraavi

«No me olvides», una flor símbolo del peronismo

La bodega justamente lleva el nombre de la flor «no me olvides», que es un símbolo del peronismo desde el 30 de noviembre de 1955, cuando Pedro E. Aramburu ordenó disolver al partido peronista. Esa flor color azul inspiró al escritor Arturo Jauretche cuando redactó un poema en homenaje a la resistencia cultural.

Cuando el dictador logró derrocar a Juan Domingo Perón, la llamada revolución libertadora decidió proscribir al peronismo enviando a las personas de este partido político a prisión. En aquel momento entró en vigencia el decreto Nº 4161, mediante el cual se prohibía la pronunciación del nombre de Perón y Evita.

Tampoco se podía mencionar la palabra «Justicialismo» ni llevar puesto algún símbolo que representara al gobierno derrocado por la dictadura de Aramburu. El decreto estipulaba seis meses de cárcel o en algunos casos eran más para quienes se atrevían a desafiar la norma impuesta.

Sin embargo, el régimen represivo que se había instalado en Argentina no pudo con la creatividad y el sentimiento que brotaba del corazón del pueblo. En aquel momento todos los peronistas estaban proscriptos, negados, eran perseguidos y usaban en la solapa del saco un ramito de la flor «no me olvides» para identificarse en los espacios públicos o cuando andaban en las calles.

Así fue como el nombre de esta flor color azul se convirtió en un lema político que los propios peronistas se habían asignado a ellos mismos. El significado era que estaba prohibido olvidar al gobierno que había dignificado al pueblo argentino. Todo esto fue lo que inspiró a Jauretche a escribir un poema sobre la resistencia cultural de ese momento.

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