Camila Argüelles es hija de exiliados, se crió en París y representa a la selección argentina de tenis de mesa. Junto a otras deportistas creó una red feminista para pedir igualdad de género.
La rutina de Argüelles en París se reparte entre la militancia y el tenis de mesa. La investigación académica quedó en pausa hasta que se apague la llama deportiva. Entre los habituales viajes para competir -además del calendario con la selección, representa al Entente Saint Pierraise, de Normandía, y al ASD Tennistavolo Norbello, de Cerdeña- y los entrenamientos, también dedica su tiempo a la Asamblea de Ciudadanos Argentinos en Francia. “Trabajamos con asociaciones latinoamericanas: chilenas, bolivianas, brasileños, uruguayos. Acá no se habla de América Latina en los medios y nos parece importante difundir lo que pasa”, explica. Entre las actividades de este año también se coló la de ir a ver el partido del Mundial femenino entre Argentina y Escocia. Argüelles fue con una bandera de tres metros que decía “aborto legal ya”, pero no se la dejaron pasar. “Los de seguridad habían recibido la consigna de no dejar pasar a nadie que tuviera pañuelo verde”, recuerda.
Si el tenis de mesa apareció como una excusa para poder ingresar a un colegio, la política fue una parte de su vida desde siempre. Su madre, Laura Rosa Franchi, militaba en el peronismo de base, fue secuestrada antes del inicio de la dictadura cuando ya había nacido su primera hija, María Laura, y luego parió en cautiverio a Silvina. En 1981, ya liberada, pudo salir a París. Su padre, Carlos Raúl Argüelles, era corredor de autos, soñaba con la Fórmula Uno y vivía en Inglaterra. También comentaba algunas carreras por radio. Al aire, hizo un comentario sobre Malvinas. Los británicos bloquearon sus cuentas bancarias. A Argentina no podía volver, por lo que terminó también en París. Tocaba la guitarra en los subtes, donde se conocieron con Laura. “Crecí en un ambiente politizado porque los amigos de mis viejos son exiliados chilenos, uruguayos o argentinos. Hablamos de política todo el día. Mis hermanas fundaron en 1996 HIJOS en París. Lo que siento más propio es el feminismo, la pelea por la igualdad de género”, explica Camila del otro lado del teléfono. Política, deporte y feminismo, asegura, pueden ir juntos.
-¿Qué es Deportistas Argentinas?
-Es una movida que empezamos en agosto. La idea fue copiar lo que hicieron las Actrices Argentinas. Por eso Deportistas Argentinas, me parecía que era el momento para hacerlo. La intención inicial era hacer un pañuelazo en Lima durante los Juegos Panamericanos. Pero no nos dio el tiempo. Entonces se nos ocurrió hacer un pañuelazo en el Cenard, que es la casa del deporte. Lo armamos medio a los ponchazos, pero sirvió para largar el espacio y se va sumando gente. La visibilización de la lucha por el aborto legal tiene que servir para pedir por la igualdad.
“No es un cliché que el deportista está poco politizado -admite Camila-. Es un ambiente raro, una burbuja. Hay gente que no se mueve por miedo. Es algo que pasa en la sociedad: para quejarse están todos, pero para armar algo no hay nadie. Y hay algunos que no valoran el esfuerzo que puede representar para un Estado financiar el deporte. Vas al Mundial, viajás, te pagan el hotel. Una manera de retribuirlo podría ser involucrándose un poquito”. En los Panamericanos de Lima, junto a sus compañeras de la selección sufrieron el cambio en el sistema de becas. “Si no lograbas la medalla, te sacaban la beca. Y nosotras no hacemos esto por guita. Nos pagan los torneos y con eso vivimos, pero no ganamos plata. La beca pasó de ser un premio a un castigo. Fue muy bravo psicológicamente. Además de ganar para tener la beca queríamos demostrarles que se habían equivocado en no apoyarnos. Nos dimos tanta manija que fue contraproducente”, repasa.
Argüelles se formó como deportista en Francia, aunque represente a Argentina. Por eso tiene ideas que surgen de la planificación deportiva que mamó en París, que son opuestas a las que se desplegaron en el último tiempo con la Agencia de Deporte Nacional. “Acá en Francia todo el deporte está basado en el trabajo con los clubes de barrio, que son propiedad de los municipios. Ahí dentro funcionan asociaciones deportivas. Eso permite que las escuelas públicas tengan acceso a las instalaciones. Es todo público, claro. Es un semillero impresionante, porque los entrenadores trabajan para los municipios y para las escuelas. No es un secreto que cuanta más gente tiene acceso a un deporte, más deportistas buenos va a haber. Y eso no es meritocracia”. Con el 2020 ya en el horizonte, los sueños se encienden para Camila: “Jugué Mundiales, Panamericanos, Sudamericanos. Queda el desafío más grande que es el de los Juegos Olímpicos. En abril, en La Habana, es el preolímpico para Tokio 2020. Es muy difícil pero no imposible”.
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