El músico se presentará en el Teatro Coliseo junto a su octeto e invitados especiales. Crónica de una idea que nació para un show y ya lleva más de tres años de giras y misterio.
Porque lo que comenzó como una apuesta para armar un octeto que emule sólo en número la formación con la que Astor Piazzolla giró en 1977, se convirtió en una gira mágica que lo llevó por varias regiones del país, el exterior (Brasil, México, Chile, España), y una continuidad de tres años en Niceto Club a razón de un show por mes. “El show ya tiene una impronta muy rockera. Lo que le va a dar el Coliseo es teatralidad. Es otra puesta, va a haber butacas, entonces va a ser un show bastante más hipnótico. Igual, sigue siendo una montaña rusa de emociones, irrumpir con mucha fuerza y pasar a algo muy lánguido. Nos entusiasma mucho y además el Coliseo también es un lugar mítico.”
Para la fecha del 15 en el Coliseo, Sorín dice que lo que más va a cambiar es el lugar. “Vamos a pintar un cuadro, medio un Caravaggio”, sugiere. “Un claroscuro que la música en sí ya tiene, con altos contrastes. Y después vamos a contar con un montón de invitados increíbles. Solemos tener algún que otro invitado en Niceto, pero acá nos vamos a despachar y vamos a tener a grandes referentes, colegas, amigos, figuras. Pipi Piazzolla, Lito Vitale, Javi Casalla, el Chino Laborde, Nicolás Velázquez en bandoneón. En fin, va a estar lleno de amigos.»
Y por supuesto lo acompañarán Franco Fontanarrosa en bajo eléctrico, Noelia Sinkunas en piano, Nana Arguen en guitarra eléctrica, Marcos Cabezaz en vibráfono, marimba y percusión, Federico Santisteban en bandoneón y Rodrigo Gómez en batería.
“Piazzola primero fue injustamente criticado”, comenta sin ánimo justiciero, pero sí reivindicativo de un autor al que sus cogeneracionales, antes de intentar comprender, insistieron en encasillar. “Como todo vanguardista, como todo genio, como toda persona que estira los límites artísticos de un género, creo que no lo terminaron de entender. Y es normal que haya causado ese revuelo. Como lo han hecho grandes artistas a lo largo del tiempo. Por otro lado, pasa una cosa muy rara: Piazzolla es Piazzolla. Creo que si te ponés a emular a Piazzolla indefectiblemente vas a caer en una especie de copia. Creo que lo que él hizo fue marcar un camino agarrando el tango como un vehículo y abriendo paso. Un poco mi tesis, al haber formado esta banda, fue decir: no es necesario venir del tango para tocar Piazzolla. De hecho la banda que me acompaña son todos musicazos pero cada uno viene de un lado diferente. Alguno viene del rock progresivo otro más del pop electrónico, por ahí Noelia viene más del tango y Fede porque toca el bandoneón. Pero tenemos músicos que son totalmente disímiles y vienen de diferentes lugares y nos encontramos tocando Piazzolla. Creo que él ha demostrado que uno puede agarrar un género y hacer lo propio y elastizarlo y evolucionarlo. El problema está cuando uno dice que Piazzolla es tango o no es tango. Y Piazzola es Piazzolla. Es como si fuese (Gustav) Malher o (Johannes) Brahms. El tiempo me dará la razón o no pero creo que son compositores que vienen para quedarse y perdurar.”
Se puede pensar que la tesis Sorín, como suele suceder con las tesis, llevó algo de tiempo de comprobación. Sin embargo Nicolás asegura que la cuestión se dirimió en segundos: “La comprobé desde los primeros cuatro segundos cuando se la mostré al Pipi (Piazzolla), cuando ensayamos por primera vez para el CCK. Me acuerdo que empezamos con ‘Libertango’ y a los cuatro segundos había una mugre en el aire, pero una mugre buena, un tuco interesante que se había armado. Y respiré, porque en verdad tenía mucho pudor y mucho miedo de meterme con la música de Astor y no hacerle justicia. Fue mágico lo que pasó. Porque además iba a ser ese único show y fueron tres años más y gira por varios países. Fue realmente un accidente fortuito.”
Y sin embargo, dice, nunca nadie le planteó si eso que escuchaba era Piazzolla o no. “Tocamos en Mina Gerais y la gente no sabía quién era Piazzolla, pero empezamos a tocar ‘Adiós Nonino’ y ves cómo se humedecen los ojos. Es una música totalmente universal, ha creado himnos como ‘Libertango’, ‘Adiós Nonino’, ‘Fuga y misterio’. Y por otro lado es una música que uno cierra los ojos y es imposible no imaginarse a Buenos Aires con sus colectivos, ruido, quilombo, los edificios. Tiene esa ambigüedad: por un lado es una música sumamente porteña y por otro sumamente universal que llega a cualquiera en cualquier lado del mundo.” «
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