Esta falta de planificación atenta contra los intereses de EE UU y europeos en toda la región.
Netanyahu, a un año de la carnicería que inició en Gaza, ahora extendida a Cisjordania y con más violencia al sur del Líbano, está en su propio laberinto, entendiendo que la pretendida victoria absoluta sobre territorio gazatí cada vez es más lejana. En Cisjordania temen por una tercera intifada, lo que implicará la participación de fuerzas en el territorio y así como sucedió en julio de 2006, en la guerra iniciada contra el Hezbolá, sabe el gobierno que “el paseo bélico por los campos de olivo” posiblemente lo lleve a una nueva derrota. Con todo el apoyo financiero, militar y mediático de occidente se aventuró a generar nuevos frentes de combate, pero también está dejando en claro su incapacidad de conquistar y ponerle fin al conflicto que tanto capital político, económico y simbólico les cuesta a sus aliados. Se puede inferir que para los EE UU esta falta de planificación, atenta contra los intereses norteamericanos y europeos en toda la región.
Sin embargo, la Casa Blanca, que este año vetó todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que obligaban a un alto el fuego, proporcionó gran parte de las armas y fue el único miembro del Consejo de Seguridad que votó en contra de darle al Estado Palestino un asiento como miembro pleno en la ONU. A pesar de todo ello, se abre una pequeña luz de esperanza de cara a las elecciones del 5 de noviembre. De ganar la candidata Demócrata Kamala Harris, podría ordenarle a su socio en el oriente medio que pare con el genocidio y las agresiones provocativas a sus vecinos árabes. Por su parte, se especula que Donald Trump también haría ese pedido, porque ambos allí tienen intereses con sus contrapartes árabes. Cualesquiera de los dos candidatos podrían llegar a exigirle la finalización de la confrontación porque, en primer lugar, no pudieron cumplir con los objetivos de doblegar al pueblo palestino, y segundo, porque el gasto producido por esta aventura lesionó gravemente las relaciones político-diplomáticas y económicas de sus aliados.
La franja de Gaza sufre 76 años de ocupación y casi 20 años de bloqueo, llevando a los 2 millones de gazatíes a una de las catástrofes humanitarias más grandes de estos tiempos. En este marco, la impotencia de los organismos internacionales y el fracaso permanente de los acuerdos de paz arabo-israelí se puede interpretar que la virulenta reacción de la resistencia palestina ha sido por demás paciente y justificada. Se entiende que la operación Inundación Al-Aqsa para el Hamas “fue un acto defensivo para reclamar por los derechos negados en el camino hacia la liberación” según dice un informe del grupo combatiente.
La justicia internacional también ha demostrado incapacidad resolutiva. Al igual que en la masacre de Sábra y Chatila (1982), estas organizaciones no se hicieron presentes en el lugar y los informes condenatorios se redactaron a distancia. Hoy, la Corte Internacional de Justicia actúa casi de la misma manera debido a las restricciones impuestas por Israel.
¿Al final del laberinto estará el Minotauro?
En otro plano, aparece en la escalada otro actor muy importante: Irán, que juega al ajedrez en ese tablero con intervenciones militares de baja intensidad y moviendo a sus peones del Hezboláh. El 13 de abril pasado, luego del ataque de Israel a la embajada iraní en Damasco, Irán lanzó una lluvia de 320 drones y misiles impactando en varios puntos de Neguev y otras ciudades, demostrando que el paraguas misilístico, con el que dice Netanyahu proteger a su población, es muy frágil.
El asesinato de Haniyah líder político del Hamas (31 de julio) en su visita a la asunción del presidente de Irán, supuestamente perpetrado por el Mossad y denunciado por varios países árabes, aún no tuvo la respuesta militar que esperaban del gobierno del recientemente asumido presiente Masud Pezeshkian. Irán estaría especulando con la salida del teatro de operaciones de los portaaviones norteamericanos pertenecientes a la 6ta. Flota. Pezeshkian entiende que enfrentar a ambos se tornará más difícil y solo un acuerdo de cooperación con Rusia podría neutralizar el avance israelí.
El premier israelí ya activó varios frentes, pero sin una estrategia visible. La arremetida inesperada de la resistencia palestina le nubló la mirada. Lo que tiene claro que el apoyo político y militar de occidente hasta ahora no alcanza y pareciera que se desvanece. Las grandes movilizaciones de solidaridad no cesan y muestran el desprecio por el genocidio en curso. Los grupos de resistencia palestina y el Hezboláh ponen en jaque a un Netanyahu cegado por su sed de sangre, mientras sus aliados están muy preocupados por el desarrollo y las repercusiones si la guerra llegara a intensificarse y expandirse en toda la región. «
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