Se lo considera el padre de la Nouvelle Vague y su obra influyó a realizadores de todo el mundo. Su primer película fue "Al final de la escapada”, protagonizado por Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg.
Criado en Suiza, era el último sobreviviente de aquella generación de cineastas que contó con emblemas como Francois Truffaut (fallecido a los 52 años en 1984), Pierre Kast (1984), Éric Rohmer y Claude Chabrol (2010), Alain Resnais (2014), Alexandre Astruc y Jacques Rivette (2016) y Agnes Varda (2019).
Godard tuvo una intensísima actividad hasta casi el final de su vida; en 2018 presentó su último trabajo, el documental “El libro de imagen”, y fue recién el año pasado, tras cumplir 90 años, que anunció oficialmente su retiro. Su herencia en el séptimo arte es potente, y se rastrea hasta la aparición de aquel movimiento que renovó de forma explosiva al cine francés de posguerra.
Tras cuatro cortometrajes entre 1955 y 1959, presentaría todas sus credenciales en 1960 con “Sin aliento”, su primer largo, en el que se ponían en cuestión todos los conceptos tradicionales del quehacer cinematográfico: la cinta protagonizada por Jean Paul Belmondo y Jean Seberg sobre un ladrón de poca monta que asesina a un policía durante un escape, proponía una revisión en todos los órdenes, desde la interpretación, la fotografía, los diálogos, la dirección, y el rodaje sin guion tradicional.
Ello respondía a los presupuestos fijados durante sus años de crítico en la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma -en la que militaban también Truffaut, Chabrol, Kast, Rivette-, que postulaba quiebres con lo que representaba el cine precedente, aunque también hubo ventajas técnicas.
Gracias a los bajos costos de producción, que atrajo a los inversores, Godard montó el mito del «cine de autor» que muchos imitaron, no solo en Francia sino en Gran Bretaña, Alemania y aun en los países del Este. Nacido en el seno de una familia acomodada, consumía cine con fruición en la sala de la Cinemateca Francesa, donde se encontró con Truffaut, que entraba alrededor de las 10 de la mañana y permanecía allí hasta avanzada la noche.
Ambos deploraban a sus coterráneos Claude-Autant Lara, Marcel Carné, Sacha Guitry y Jean Cocteau por formalistas y anquilosados, y entronizaban a Alfred Hitchcock, John Ford, Sam Fuller, Howard Hawks y Orson Welles, a quienes reconocían como verdaderos autores de sus películas.
La de 1960 fue para Godard una década de triunfos y de cambios; su cinta «Una mujer es una mujer» (1961) buscaba un anzuelo hacia públicos más amplios y allí colocó a Anna Karina, con quien se casó y fue durante algunos años su musa inspiradora. También estaban en la película Belmondo y Jean-Claude Brialy.
En 1961 participó en el filme colectivo «Los siete pecados capitales» y en 1962 lanzó la impactante «Vivir su vida», con Karina como una prostituta con inquietudes espirituales, en la que introdujo textos literarios en pantalla, un fragmento de «La pasión de Juana de Arco», de Dreyer, y jugó con la música de Michel Legrand, que aparecía y desaparecía bruscamente.
Tras «Los carabineros» (1962) y «Ro.Go.PaG.» (1963), otro filme colectivo, dirigió a Brigitte Bardot en «El desprecio», «Asalto frustrado» (1964) -cuyo título original, «Bande a part», inspiró a Quentin Tarantino para su productora- y «Alphaville, un mundo alucinante» (1965), hasta llegar ese mismo año a «Pierrot el Loco», su último éxito masivo.
A partir de ese momento su cine se volvió más militante y a veces hermético, películas-ensayo como «Made in Usa», «La chinoise» y «Week End» (1967) espantaban espectadores de las salas.
Durante el Mayo Francés se inclinó hacia el maoísmo, cofundó el grupo Dziga-Vertov, comenzó a filmar en formatos menores tratando de emular el cine revolucionario ruso.
Su filmografía nunca abandonó las búsquedas formales; pese al paso de los años siguió siendo «l’enfant terrible» que desdeñaba el resultado de las boleterías: entre otras cosas rodó la autorreferencial «Godard por Godard» (1995), y la serie «Historia(s) del cine (1998).
En 2010 rodó «Film Socialisme» (2010) y en 2014 «3x3D» y «Adieu au language» (Adiós al lenguaje), todo un manifiesto sobre su punto de vista acerca de la vida y el cine.
En 2017, Michel Hazanavicius rodó «Godard, Mon Amour», cinta que ponía al cineasta tanto en el pedestal artístico e intelectual, como en el barro de la misoginia, el sectarismo y el extremismo ideológico.
Ese mismo año se estrenó el documental «Visages, villages», cinta en la que queda demostrado su carácter hosco y donde Agnes Varda va a visitarlo en su casa de Suiza, pero Godard no le abre la puerta: «Lo quiero pero es una rata», dice resignada la cineasta.
Aunque sus películas nunca alcanzaron el premio Oscar, la Academia le entregó el galardón honorífico a toda su carrera en 2011; en 2014 se hizo con el premio especial del jurado de Cannes “Adiós al lenguaje”, y en 2018 se llevó la Palma de Oro especial por “El libro de imagen”. También fue reconocido con el César honorífico a su trayectoria profesional en 1987 y por su aporte a la cinematografía mundial en 1998.
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