Es lesbiana, se defendió de una violación y ahora está imputada por homicidio. Comenzaron las audiencias en los tribunales de San Martín. Tuvo también el acompañamiento de los Ministerios de las Mujeres de Nación y PBA.
Eva Analía de Jesús (47) está de pie, su cabeza erguida aún más cuando escucha esa frase, baja la vista sólo por unos segundos y enfoca el reloj negro en su mano izquierda.
Cuando vuelve a mirar hacia arriba tiene lágrimas contenidas en sus ojos pardos y se queda quieta, casi contra un mueble de madera que descansa en la pared, sin dejar que caiga una sola gota. Como si fuera muy importante, como si de eso dependiera su vida.
Eva o Higui, apodo que se ganó como arquera, está en los tribunales requerida por la Justicia.
El 16 de octubre de 2016 la atacó Cristian Espósito (28). Después de ser reducida por él y, al menos tres varones más, recibió una golpiza brutal en la oscuridad de un pasillo del barrio Lomas de Mariló, en Bella Vista. En el piso, sin pantalón y su ropa anterior, mientras le gritaban “forra lesbiana”, logró defenderse. Logró sacar un cuchillo y apuñalar a su principal agresor antes de quedar inconsciente por los golpes. Segura de que sería violada o asesinada por ese grupo de varones que desde hace años la hostigaba.
El derrotero de Higui no comenzó ese día. Ni cuando la policía la encontró apenas consciente y ensangrentada, ni cuando se la llevaron a la comisaría y la incomunicaron por dos días, ni cuando decidieron no darle atención médica, menos cuando se burlaron de ella, que declaraba como podía que se había defendido de un intento de violación.
Ni siquiera un tiempo antes, cuando se tuvo que ir del barrio porque de tanto odio le habían quemado la casilla, todas sus pertenencias y matado a su perro. Su derrotero viene de antes. De haber nacido marrón, en una familia numerosa y pobre, de laburar desde los 8 años para sacar el mango, de haber sufrido abusos, de vivir a fuerza de changas y cartoneo. De ser una lesbiana visible, una chonga, una evidente traidora al sistema heteronormativo y patriarcal.
Higui se defendió y ese arrebato desesperado, esa pulsión de seguir con vida movilizó a más de 400 personas a las puertas del Tribunal que hoy la juzga por homicidio simple y que pretende seguir negando la violación correctiva de la que apenas pudo escapar, sin ayuda de nadie.
Son las 9.52 de la mañana y la Sala C del Tribunal aún no ha llegado, pero ya retumba en el piso 10 del edificio un redoblante y algunos cantos que se filtran por las ventanas.
La sala dispuesta para las audiencias del juicio oral contra Higui tiene capacidad sólo para 10 personas, familiares, aunque los de Higui no pudieron ir. El Tribunal dice que la capacidad es limitada por el covid-19 y el cumplimiento de protocolos vigentes pero el hermetismo es evidente. Por correo electrónico se notifica a les trabajadores de prensa la decisión de no permitir la transmisión por streaming de las audiencias.
Algunas funcionarias del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad tanto de Nación como de Provincia de Buenos Aires son autorizadas a participar. El Tribunal autoriza, también, a funcionarias del Ministerio de Justicia de Buenos Aires a presenciar la lectura de la acusación, pero les pide retirarse para las testimoniales por protocolo sanitario.
Según comenta Gabriela Conder, abogada de Higui, la acusación por homicidio simple se sostiene, como en la etapa previa, pero a la normativa que la Fiscalía cita se le suman otras legislaciones nacionales e internacionales específicas sobre derechos de las mujeres y personas LGBT. Se suman para decir que la situación de Higui no podría ampararse en ninguna de ellas, al contrario de lo que dice la defensa.
A lo largo de la primera jornada testifican personas ofrecidas por la Fiscalía, en su mayoría familiares de Espósito. No se sabe en concreto qué ocurre entre las paredes de la minúscula Sala del piso 10. Sólo que Higui está con sus abogadas, que entraron también algunas funcionarias y que a pesar de que no pudo acompañarla su familia ahí adentro, definitivamente, no está sola.
Allá abajo, por avenida Ricardo Balbín al 1700, las organizaciones cortan la calle y montan en gazebos una radio abierta y una olla popular. Hay banderas y carteles en el frente del edificio de Tribunales, en el medio del asfalto, a lo largo y a lo ancho de las veredas. Hacia la izquierda se instala un aro de básquet y casi sin respiro activistas lesbianas tiran la pelota, encestan y repiten, en un loop continuo.
Al mediodía se juega el primer partido de fútbol en medio de la calle. Son todas lesbianas, no binaries y mujeres las que corren de un extremo al otro de esa cancha improvisada bajo el sol impiadoso de un verano que se va pero que todavía regala 30 grados.
Gabriela “Peperina” no se queda en un solo lugar por mucho tiempo. Está en el gazebo de la radio abierta, pero a los segundos responde preguntas de un grupo de gente que acaba de llegar y un rato después avisa que ya está listo el guiso de la olla popular o agita con cantos en el centro de la escena frente al Tribunal.
Es de Villa Concepción, partido de San Martín y forma parte de la agrupación Comando Torta que integra la Campaña por la Absolución de Higui, un frente de organizaciones y activistas LGBT. Surgió en 2020 para acompañar esta causa, el apoyo de la Campaña hizo posible la excarcelación de Higui hasta el momento del juicio oral.
“Hay que hablar de lo que es la violación correctiva, de lo que se defendió Higui. A las lesbianas nos han sometido durante mucho tiempo a una corrección, como si nuestra identidad necesitara ser corregida, transformada por un sistema que intenta modelarnos dentro de una forma de vida que incluye solamente un modelo vincular heteronormativo”, dice.
Ju, Mada y Analía observan con cierto desinterés el partido de básquet que sucede justo al lado de ellas y miran, de vez en cuando, hacia las puertas de vidrio del edificio para saber si hay novedades de la audiencia. Son activistas de Sueños de Mariposas, organización autoconvocada de lesbianas que lucha por una vejez digna. “Pedimos la absolución (de Higui) lo más rápido posible, por eso estamos acá bancando. Sostenemos la bandera, queremos que (la absolución) sea un precedente para las distintas próximas situaciones, porque más allá de que seguimos en lucha, el mundo es una mierda y a cualquiera de nosotras puede pasarnos”, dice Ju.
Para Mónica Bonfliglio (60), de Nuevo Encuentro y vecina de José León Suárez, partido de San Martín, el caso de Higui no es un tema de conversación en la localidad en este momento. “Realmente del caso no se habla mucho, hay que pertenecer a una agrupación o informarse bien en los diarios locales, pero en general, los temas LGBT aquí son tabú todavía”, sostiene. Mónica dice que falta darle impulso a la Educación Sexual Integral y que las generaciones de 40 en adelante tienen mucho que aprender. “Todavía escucho comentarios al estilo le pasó por gay o le pasó por lesbiana”.
Un dibujo de Higui en blanco y negro en un cartel desplegado sobre el pavimento y el Frente Docente Disidente que busca un espacio para que se lea bien a la distancia. La agrupación que se formó en 2019 por profesores de secundaria y docentes de primaria de la Ciudad de Buenos Aires, integra –también- la Campaña por la Absolución de Higui. “Queremos que esto concluya de una vez, que Higui sea libre, que pueda seguir estudiando, estar con sus perritos, que consiga un trabajo porque hasta hace unos días estuvo cartoneando para vivir. No era la primera vez que le pasaba un hecho de violencia en su vida, tuvo muchos momentos duros y nunca tuvo acceso a reclamar por sus derechos, se tuvo que defender sola siempre” dice Marina Etchegoyen (40), integrante del Frente.
Las actividades de la Campaña continuarán todos los días de audiencias -en principio 15, 16, 17 y 22 de marzo- e incluyen radio abierta, olla popular, torneos de fútbol y básquet. Para el día de la sentencia se prevé la realización de un festival que convoque a la mayor cantidad de compañeres. Ya confirmaron su presencia numerosas bandas como Kumbia Queers, Sudor Marika, Las Grasas Trans, Coagula, Karen Pastrana, La Urraca, entre otras.
“Ahí adentro no sé cómo estoy aguantando la verdad” dice Higui cuando sale al cuarto intermedio después de casi 4 horas de audiencia. No sabe cómo nombrarlo, pero ahí mismo, segundos después, no deja de abrazar. No deja de ser buscada para un abrazo. Quizá no se trate de aguantar porque Higui aguantó toda su vida. Y eso que ya no se aguanta, eso que ya no se soporta, se transformó porque ahí afuera, justo ahora, hay algo que, aunque no pueda descifrar, la sostiene.
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