El presidente habló ante 150 empresarios. Recorrió sus típicos tópicos y prometió desregulación y créditos subsidiados. Volvió a combatir una devaluación. Los empresarios mostraron su acuerdo.
Su discurso fue el de un consultor de negocios que se dirige a sus mandantes para proponerles nuevas ofertas para conseguir ganancias. Durante una hora, Milei despotricó contra el Estado y defendió el rol de la inversión privada como único motor de la economía. Fue un discurso para el capital, que aplaudió ante las oportunidades que se le ofrecían desde el escenario.
El presidente de la Argentina llegó a justificar la compra de dólares ilegales para no pagar impuestos al tiempo que rechazaba toda regulación de los mercados, sean financieros o de bienes y servicios. En ese contexto, el presidente alentó al delito de fuga de divisas: «El que fuga es un héroe, que logró escaparse de las garras del Estado».
A diferencia de su exposición en la apertura de sesiones del Congreso, el 1° de marzo pasado, esta vez Milei no leyó, con lo que su alocución quedó librada a la libre asociación de ideas que suele llevar a cabo, camino en el que se mezclan sus diatribas contra el Estado y contra los que enfrentan sus ideas e incluye metáforas escabrosas y cifras imposibles de chequear.
Tras su exposición, Milei no dejó espacio para preguntas. Los empresarios que lo escuchaban lo recibieron con aplausos, que repitieron en varias ocasiones, incluso cuando fustigó e insultó al senador de la UCR Martín Lousteau. Aunque parezca divergente para gente que maneja empresas y tiene responsabilidad sobre una parte de la economía, la puesta en escena parecía propia de una estudiantina, con un orador insultando y un grupo de hombres entrados en edad aplaudiendo.
Aquí vale hacer una aclaración: el auditorio estaba ocupado, en una parte importante, por jóvenes provenientes de emprendimientos que aspiran a transformarse en unicornios tecnológicos y por otros que son hijos de los actuales conductores de empresas. Allí, en ese segmento, se encontraba el sector más “mileísta” de la sala.
El presidente estuvo acompañado por su hermana Karina, recientemente ascendida al rango de ministra; por el también recientemente beneficiado portavoz presidencial Manuel Adorni y el asesor económico Demián Reidel.
Entre los 150 oyentes del discurso presidencial se vio a los dueños del Llao Llao y de IRSA, Eduardo y Daniel Elsztain; a Marcos Galperin, dueño de Mercado Libre; Nicolás Grosman, cofundador y CEO de Tecnovax, el laboratorio que prometió importar la vacuna antiaftosa a mitad de precio de lo que se vende en el país; Roberto Sallouti, CEO de BTG Pactual, el banco brasileño y Guibert Englebienne, uno de los fundadores de Globant. También estuvieron Tomás Mindlin (Tapi), Verónica Andreani (Andreani), Gonzalo Tanoira (San Miguel), Tomás Pierucci (JP Morgan), Alberto Arizu (Luigi Bosca), Eduardo Bastitta (Plaza Logística), Ernesto Schargrodsky (CAF – Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe), Andy Freire (Softbank) y Hernán Corral (Pomelo).
Más allá de las hipérboles del mandatario, al servicio de un relato salvaje de ajuste, Milei reiteró que no habrá una devaluación brusca. Se trata del debate más actual que preocupa a los empresarios. El presidente insistió con que continuará la pauta del 2% mensual de pérdida de valor del peso ante el dólar, algo que está siendo muy criticado por Domingo Cavallo y otros analistas que son escuchados por estos mismos empresarios.
“¿Porque quieren tocar el tipo de cambio? Maradona tendría una frase para esto”, dijo en referencia al famoso “LTA” (aplausos y risas).
A cambio de un dólar más bajo, Milei ofreció más desregulación, es decir libertad de imponer condiciones, y una mayor reducción del costo laboral, además de subsidios para todos. “La recuperación económica vendrá de la mano del crédito. El ahorro fiscal permite recuperar 15 puntos del PBI que antes consumía el Estado y que ahora servirán para financiar al sector privado, en un tema de crowding in”, prometió.
El «crowding in» es el equivalente al gasto público volcado a «estimular» al sector privado para que invierta. en otras palabras, subsidios, algo que la casta empresaria argentina aplaude a rabiar más allá de quién administre el subsidio, si un radical, un peronista o un ultraderechista que en nombre de desarmar el Estado lo usa para beneficiarlos.
Al finalizar, el presidente arengó: “Muchachos, en algún momento van a tener que invertir, van a tener que poner las pelotas, para que se abran las aguas y seamos libres. Viva la libertad, carajo”.
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En serio pregunto, puede ejercer la presidencia de nuestro país quién atenta contra el valor del cargo que él mismo ejerce y contra las posibilidades de avanzar en un desarrollo integral que alcance a todos los argentinos? El juicio político parece cada vez más necesario y más cercano!