James Rodríguez es de esos jugadores más identificados con su selección que con un club. Pero a su paso por el Real Madrid y su actualidad en el Sao Paulo, hay que agregarle sus comienzos en el Sur del Gran Buenos Aires. Debutó en 2009, con 18 años, y consiguió el primer título de liga de Banfield.
A grandes rasgos, los hitos de la Selección Colombia –sin preposición, ni gentilicio–, hasta esta nueva final, eran tres: un empate 4-4 contra la Unión Soviética en el Mundial 1962; la goleada 5-0 por Eliminatorias en el Monumental en 1993 y el título de local en la Copa América 2001, torneo al que Argentina desistió de participar –de manera polémica– por razones de seguridad. Ahora Colombia sumó su cuarto eslabón a esta cadena, sin importar el resultado final de hoy, y en gran medida se debe a la actuación sobresaliente de este jugador nacido en Cúcuta que, con seis asistencias en Estados Unidos, estableció un nuevo récord en la competición.
Última fecha del Apertura 2009 y el videograph de Fútbol para Todos anuncia “Banfield campeón”. Por primera vez en sus 113 años, el Taladro lograba el título de Primera División. También lo era para un joven colombiano de 18 años que había llegado hacía poco más de 20 meses al predio de Luis Guillón, en el sur del Gran Buenos Aires, con más miedos que sueños. Sus inicios fueron en Medellín, en Envigado Fútbol Club, misma institución de la que surgieron Juanfer Quintero, Frank Fabra y Gio Moreno. Mientras lograba el campeonato de Primera B con 16 años, un DVD repleto de jugadas destacadas llegó a manos de Clide Díaz, gerente del fútbol de Banfield en esa época.
El exdefensor recordó, en una entrevista con Sebastián Torok en La Nación, la primera impresión que le causó ese juvenil retacón que también pretendía Boca en secreto: “Me llamó la atención cómo paró una pelota de pecho y de media vuelta dejó cara a cara con el arquero a un compañero”. Díaz no necesitó más pruebas para convencer a Carlos Portell, entonces presidente, de que ese era un fichaje obligatorio, y James pasó de figura en el ascenso de Envigado a pelear un puesto en las divisiones inferiores lideradas por Raúl Wensel.
Los primeros tiempos de James Rodríguez en Argentina no fueron soñados. Vivió un mes en la casa de Silvio Sandri (empresario que lo acercó a Banfield) hasta que su padrastro, Juan Carlos Restrepo, llegó al país y ambos se mudaron a un departamento en Monte Grande. Las oportunidades para mostrar su calidad aparecían a cuentagotas y a la par debía someterse a entrenamientos más intensos que en su tierra natal. Las ganas de volver a Colombia eran cotidianas, al igual que las lágrimas y los llamados telefónicos para hablar con su madre o novia.
En enero de 2009, el técnico de Banfield, Jorge Burruchuga convocó al juvenil colombiano para la pretemporada en Mar del Plata junto al plantel superior. El campeón del mundo en México 86 lo hizo debutar en la primera fecha del Clausura frente a Godoy Cruz. Veinte días después, en el estadio Florencio Sola contra Rosario Central, James convirtió el primero de sus 10 goles en Banfield. “Era uno más del plantel, pero en la cancha era tres más. Es una característica de los cracks, en el vestuario era silencioso, hacía ruido en el campo de juego” reflexiona Santiago Ladino, uno de los defensores de aquel equipo que a fin de año ganaría el título.
Luego de la renuncia de Burruchaga, llegó el turno de Julio César Falcioni y James debía conquistar a un nuevo entrenador. El Emperador no era muy afecto al estilo del colombiano, pretendía un mayor despliegue físico y colaboración para recuperar la pelota. Pero para el inicio del Apertura 2009, James era una fija en el 11 titular como Walter Erviti, Sebastián Fernández, Santiago Silva y Cristian Lucchetti. Solo se perdió un partido, marcó tres goles e igual cantidad de asistencias para ayudar al Taladro a levantar la primera estrella. Ladino lo recuerda como “un chico con una madurez emocional sorprendente” para alguien tan joven y lejos de su hogar, por eso no le extraña que hoy “lleve la cinta de capitán de su selección”. Las buenas actuaciones le dieron la confianza para un día aclararles a los relatores y al periodismo deportivo que su nombre no se pronunciaba Yeims, era James, como se escribe.
Como si fuese un oráculo futbolero, Falcioni anticipó en 2009 que ese pibe que ni precisaba afeitarse “en un futuro cercano va a ser un jugador relevante para la selección de Colombia”. Hoy, 15 años después, irá por su tarde de mayor gloria, justo ante Argentina. «
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