Metapolítica de lo nacional popular

Por: Juan Arrizabalaga

Es necesario comprender la época para evitar la perplejidad y la deserción. Hay que reconstruir el vínculo entre horizonte y política.

Abrir la discusión sobre lo nacional popular implica alumbrar su punto de partida que es la crisis nacional. Es necesario comprender la época para evitar la perplejidad y la deserción. Hay que reconstruir el vínculo entre horizonte y política.

La negación de la crisis. La crisis nacional como cuestión, en el seno de lo nacional popular, es vivida como una circunstancia indeseable e improductiva en términos políticos, sociales y teóricos. Resulta ser una circunstancia olvidable. Y esto impide explotar el horizonte de visibilidad que ofrece la crisis. Una crisis es un momento de intensidad social, de multiplicidad de tiempos sociales, de expresión de las contradicciones de la sociedad. El desdén por la crisis como umbral cognitivo y político resulta extraño si se tiene en cuenta el origen del peronismo y de toda gestación nacional popular en Nuestra América.

Coyuntura de visibilidad social. Una crisis amplía el horizonte que permite alumbrar las tramas sociales, los desplazamientos, las contradicciones, los desgarramientos, las energías sociales, permite ver lo que no se observa en tiempos de normalidad o rutina, lo que está vedado en tiempos de eficiente funcionamiento de las mediaciones económicas e institucionales. A esa visibilidad concurren también las temporalidades sociales de la vida nacional que entran en crisis; sus estructuras, instituciones y compromisos, constituidas en otras fases previas, que se han erosionado o están en disolución.

Interpelación de masas. La crisis es simultáneamente un tiempo propicio de interpelación de masas, donde se amplía el margen de disponibilidad ideológica y cultural de la sociedad, se brinda espacio a una posible sustitución de creencias colectivas y lealtades. Tiempos de reforma intelectual y moral. Lo cual son condiciones de salida a una crisis. Porque toda crisis contiene siempre horizontes emergentes.

Conocimiento y política. La crisis es entonces un tiempo especial para el conocimiento social, diría René Zavaleta. Conocer políticamente significa construir una lectura de los movimientos de la sociedad. Comprender la época. Y un método de lectura en correspondencia. Sin embargo, en nuestro campo se impuso una deriva tecnocrática y liberal, conservadora y fragmentaria, lo cual se profundizó en la pandemia a la par de una orientación cada vez más pragmática que perdió la capacidad de leer y transformar la realidad.

El saber a lo lejos. El absolutismo de los datos, los índices, las encuestas, los focus group, el excel, las variables, la macro, las mediciones, la muestra, la tentación de recaudar la voluntad individual-racional a cualquier costo. Cuanto más datos, más desconocimiento social. Cuánto más se pretende atrapar la realidad más incomprensión de sus desplazamientos. Cuanto más pantalla, menos conexión. Y el episodio electoral no es de ninguna manera la única métrica de la sociedad. Un saber a lo lejos para una política a lo lejos.

Un conocimiento crítico. Por este camino no podemos conocer casi nada de los movimientos de nuestra sociedad. No podemos comprender la época. ¿Cual es la medida histórico-moral de las cosas? ¿Un horizonte nacional popular no debería tener un método no liberal de conocimiento político? ¿Acaso es posible un conocimiento que no sea crítico en una sociedad en crisis? ¿No deberíamos tener un método semejante a su objeto? ¿O deberíamos echar la moneda a la contingencia y esperar?

Horizonte y política. Decíamos que toda crisis contiene horizontes emergentes. Lo cual implica también la emergencia de horizontes alternativos al dominante. Contrapuestos a este presente de bonapartismo de mercado que nos agobia. La emergencia de otro horizonte nacional existe en potencia, como posibilidad de salida de la crisis. Aunque los dueños de todo se abalanzaron para impedir ese despliegue. Y la crisis es también la emergencia de un otro horizonte popular, de otra energía social aún no desplegada en alteridad al orden de miseria que se impone. La política de lo nacional popular es al fin y al cabo la expansión y la articulación de esas energías, fuerzas y horizontes emergentes.

Conspiración de masas. Una política sin nuevos horizontes es una no-política. Un presente permanente, un acomodamiento al dato, al abigarramiento social, a la perplejidad. O a la deserción. Y la política es la distancia y el recorrido entre la crisis y un otro horizonte. Es una ruptura. Pero la política es el pasaje entre la conspiración de pocos a la conspiración de masas. Un horizonte se hace presente cuando se vuelve una conspiración de masas. Eso es el nacimiento de lo nacional popular. Desde ese momento sólo es posible existir hacia adelante. Lo demás es creación heroica.

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