La banda oriunda de Brooklyn tocó por tercera vez en Argentina. Dosis parejas de dream pop, nostalgia grunge y un viaje hacia adentro, a la verdadera consciencia.
La banda de Brooklyn que integran Zachary Cole Smith, Andrew Bailey, Colin Caulfield y Ben Newman abre esta noche, su tercera vez en Buenos Aires, con “In Amber”, un tema hipnótico y oscuro de su último y más político-ambientalista disco, Frog in Boiling Water. “I want to disappear”, susurra el estribillo que leemos en la pantalla. La letra podría ser de Radiohead. Suena bajo el agua. La r de la última palabra se estira hasta que el cuerpo nos parece más liviano. En los visuales —muy estéticos en línea con su merchandising, arte de tapa y logos— pasan imágenes de la historia de la humanidad con una estética retro en VHS: células, edificios, dólares, caras, Nueva York, espermatozoides, Trump, Mickey Mouse. Los versos siguientes terminan de representar el aislamiento y el nihilismo de la sociedad posmoderna adormecida, así como el colapso final del capitalismo, el establishment y el medio ambiente: “el océano se está secando”, advierte “In Amber”. DIIV nos llama a despertar, a liberarnos de las sombras de la caverna, como escribió alegóricamente Platón. El título Frog in Boiling Water (el síndrome de la rana hervida) también es una metáfora del corrosivo capitalismo que la banda tomó del escritor estadounidense Daniel Quinn. Dice así: si una rana es arrojada a una olla de agua hirviendo, su primera reacción va a ser saltar de la olla. Sin embargo, si se pone la misma rana en una olla con agua tibia y se baja el fuego lo más posible, el anfibio se va a adormecer en el vapor lentamente hasta que muera.
“Brown Paper Bag” (bolsa de papel madera) describe perfectamente ese estado de achicharramiento: “Me voy a hacer cargo de mis errores otro día”, “mi mente está tranquila cuando siento dolor”, canta Cole Smith. Todavía más grunge que la anterior, es una melodía lenta que suena a dolor y tristeza. Inmóviles, cantamos quietos mientras vemos videotapes que muestran pasos y pasos sobre el asfalto. Los que escuchamos seguimos “atascados en el suelo” sumergidos en una especie de meditación.
Las cosas se empiezan a mover con “Under the Sun”, del álbum más dream pop y más indie Is the Is Are (2016). Las ranas saltan de la olla con el hit más poguero y bailable de DIIV y no dejan de sacudir las cabezas. El ritmo es totalmente pegajoso. Se escuchan risas cuando las pantallas muestran irónicamente a Bailey empapándose abajo de la lluvia torrencial mientras cantamos que estamos bajo el sol.
Un falso corte ¿publicitario? continúa con las ironías. En serie con el presentador del inicio, una mujer que parece estar en una empresa nos vende algún tipo de salvación personal. Luego aparecerán otras “colillas”: un scrolleo muestra un sitio web conspirativo —soul-net.co, el de la propia banda— , imágenes que se metamorfosean en otras, como si estuvieran hechas con inteligencia artificial y grabaciones domésticas. Definitivamente, no se trata de un simple show.
“¿Te sientes cansado? ¿Tu vida no tiene propósito? ¿Estás deprimido? Compra un disco de DIIV”, anuncian antes de que arranque “Blankenship”, la otra poguera de letra rápida de la noche, más shoegaze y más rock y otros géneros de los ‘90. La voz suena bajito entre medio de las guitarras: “Armageddon es un producto y nosotros los que elegimos comprar”.
Después de la rockera “Acheron”, ya se escuchan los “Olé, olé, olé, DIIV” y los primeros y últimos “Thank you” de la banda de shoegaze y dream pop estadounidense. El cierre de esta “jornada transformadora” parece estar a cargo de las canciones más lentas y tristes: “Healthy Moon” y “Raining On Your Pillow”. Ambas con voces ásperas y melodías tranquilas que hacen poner la piel de gallina. La segunda de ellas suena oscura y la voz nos arrastra hasta un campo de batalla. La letra es profunda. Somos soldados buscando algún río que no esté seco. “Tiene que haber un río allá fuera en algún lado, cuyo único dueño sea yo”, dice la letra.
Pero es “Daused”, el himno post punk del primer disco de DIIV, Oshin (2012), el que da el final definitivo. El público no para de saltar y gritar. Cortita y super rápida, casi corriendo, confirma que la banda neoyorquina no ofrece sólo recitales, sino un viaje hacia adentro, a la verdadera consciencia, tal como como nos prometieron.
¿Sos una rana en agua hirviendo? Es hora de revisar.
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