El mejor jugador del mundo vivió una copa y una final sufridas, pero con el trofeo bajo el brazo. Su tobillo hinchado quedará como foto icónica.
Pero la noche -retrasada y con alargue- tiene otro final, otra cara, un Messi que logra sonreír incluso cuando no puede jugar hasta el último minuto. El anulado gol de Nico González es un anticipo de lo que puedo cambiarle el rostro: ganar. “Esta noche pudimos hacer al revés, por hoy pudimos darle la alegría a él», dice Ángel Di María, que heredó el brazalete de capitán cuando el 10 tuvo que dejar la cancha.
Pero Messi a los 65 minutos está desconsolado en el Hard Rock. La imagen de sus lágrimas en el banco de suplentes se viraliza en las redes. En el espejo retrovisor aparece otro llanto, el de Diego Maradona cuando le cortaron las piernas en el Mundial 1994. Esta vez, Santiago Arias, el lateral de Colombia, personifica al mal por el pisotón sobre el 10. A nadie le importa que, en realidad, el contacto que lo priva del resto del partido decisivo en Estados Unidos es sobre la otra pierna. Necesitamos marcar un enemigo.
Desde las tribunas, la hinchada lo ovaciona. Procura cortar la angustia desconsolada. No hay caso. Messi siempre quiere jugar, estar adentro. El banco es un lugar odiado, casi desconocido en su carrera. En la Selección, por caso, viene a la memoria aquella despedida ante el local Alemania en el Mundial 2006 cuando no entró al partido que la Selección perdió 4 a 2 en los penales.
Antes de pedir el cambio, el capitán tuvo una de las más claras de Argentina. Recostado en la izquierda, Di María levantó la cabeza, ubicó a Messi en el área, pero el 10 le pegó mordida y la pelota terminó en las manos de Camilo Vargas. Fue acaso la jugada más peligrosa del equipo de Lionel Scaloni en un primer tiempo jodido, incómodo para la Selección. Fue su único remate al arco.
Con un gol en toda la Copa América en el 2 a 0 por la semifinal ante Canadá, Messi coronó su cuarto título seguido. A los 37, le queda al menos un año más en el Inter Miami de la MLS, el sereno destino que eligió para concluir su carrera. Es nada menos que el país de los dos campeonatos de fútbol más importantes en el calendario post-Qatar 2022. El primero -esta Copa América desorganizada y con canchas en pésimo estado- ya quedó en sus manos. La próxima estación es el Mundial compartido entre EEUU, México y Canadá. ¿Estará Messi? ¿Lo mirará de afuera, como en los minutos finales en el Hard Rock Stadium? ¿Habrá otro llanto?
Las preguntas quedan girando en el aire estadounidense, el país en el que Messi una vez dijo que la Selección no era para él. Eran otros tiempos. Ahora, vive los días más felices desde que la Copa América 2019 dejó un título fijado: modo campeón.
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