La actriz vive uno de los mejores momentos de su carrera. Mientras todavía siguen en cartel El amor menos pensado y El ángel, donde despliega actuaciones clave, este jueves se estrena Familia sumergida, la película de María Alché que protagoniza y ya fue premiada en San Sebastián. Su relación con el cine, el teatro y la televisión, y su vínculo con los directores.
«Son cuatro películas muy distintas. En todo sentido. Desde los personajes que interpreto hasta los géneros, pasando por los modelos de producción. Hay en ellas una diversidad interesante, que es lo que una actriz busca. La verdad es que me pone muy contenta poder haber sido parte de ellas. Participar en proyectos diversos es algo enriquecedor», señala. A Morán también le interesa el extenso recorrido que esas películas tuvieron por distintos festivales, lo que le permitió en algunos casos acompañarlas y reflexionar sobre lo hecho bajo la mirada de públicos diversos.
Desde la mítica novela Rosa de lejos, su primer trabajo, en la década de los ’80, Morán hizo de todo. De Gasoleros a Culpables, pasando por Tiempo final, Mujeres asesinas, En terapia o El hombre de tu vida (con Campanella y Francella), en televisión. O desde La ciénaga (de Lucrecia Martel) hasta Diarios de motocicleta (Walter Salles), Cara de queso –mi primer ghetto– (Ariel Winograd) y Neruda (Pablo Larraín), en cine. «Todo fue aprendizaje. Fue muy grato haber tenido la suerte de trabajar con gente de códigos tan diferentes, de registros diversos, con distintos lenguajes y un humor diferente. Me resultó muy placentero, no me puedo quejar. Todos mis trabajos me interesaron por distintos motivos y me comprometí en cada una de ellos para dar lo mejor», confiesa.
–¿Por qué creés que te convocan para hacer personajes e historias tan diversas?
–No sé, eso no es algo que uno pueda decir. Son los demás los que ven o imaginan qué es lo que una le puede aportar a su idea. Yo siempre me ocupo de ser lo suficientemente accesible y transmitirlo para que me digan qué es lo que necesitan de mí. Eso es fundamental.
–¿Por qué?
–Es la mejor manera que yo conozco. Muchas veces me di cuenta que algunos directores jóvenes, cuando se trata de trabajar con una actriz de experiencia, temen no poder dirigir. Yo me ocupo de que quede bien claro que mi vínculo con el director es de total y absoluta empatía, confianza, fe y entrega, como para que se puedan animar y confiar en mí. He participado en varias óperas primas, es lindo que piensen en una y eso se devuelve con entrega.
–¿En pantalla grande es donde más cómoda te sentís?
–El teatro es fundamental para todo actor. El escenario es la magia que nos engancha a todos los que estamos en esto. Yo de niña era muy tímida, demasiado y fue sanador para mí conocer este arte. Además, cada vez que hago una obra me involucro en todo: la puesta, las luces, hasta la comunicación. El teatro es algo muy artesanal y no puedo no involucrarme. Del cine te puedo decir que me encantan los tiempos de trabajo y la manera en que uno se vincula con esa persona que va a ser. Yo siempre empiezo de afuera para adentro a armar cada personaje: me pongo el vestuario, me cambio el pelo y me miro al espejo, y de ahí comienzo a charlar sobre el guión con quien me toque. Eso me gusta. El cine tiene ese vínculo con el director que es un ejercicio que me encanta. Es una entrega total. Cuando hacés una película rodás una cantidad de escenas y en la isla de edición el director puede armar cuatro películas distintas. No intento controlar nada por eso mismo. La tele es otra cosa. Si me copa algo lo hago. Desde Gasoleros que no hacía una tira diaria. Casi 15 años después, los guiones de Guapas mostraron asuntos políticamente incorrectos, temas como la irascibilidad y el miedo a la intimidad en épocas donde la publicidad del sexo convierte a todos en expertos. Por eso me gustó participar, pero lo que más me convenció es que las grabaciones duraran seis meses. Me cuesta asumir compromisos más largos, sobre todo en televisión. Me aburro muy rápido y no le encuentro sentido.
–En esa ocasión pudiste trabajar con tu hija Mercedes.
–Habíamos hecho algo en Graduados, pero compartir mucho más tiempo fue muy divertido. Yo la respeto mucho como actriz, siempre fue una referente para mí. Siempre le consulto sobre escenas que tengo que hacer, por dónde ir y eso. La admiro, creo que tiene un gran criterio y me alegró que pudiera conocer a aquel equipo comandado por un grande como Daniel Barone, con el que yo hice tres o cuatro programas y fui muy feliz. Ahora en Familia sumergida y en Sueño Florianópolis tuve la chance de ver las primeras escenas de Manuela, mi hija más chica, algo que también me pone orgullosa y es un placer. Son pequeñas participaciones, pero es una alegría que pruebe de qué se trata este oficio en proyectos tan lindos. La verdad es que ni yo ni su padre (Oscar Martínez) la presionamos o sugerimos esta profesión, pero obvio que si la quiere desarrollar la ayudaremos en lo que podamos.
–¿Le habrás transmitido el compromiso con el trabajo?
–Es posible. Igual, no creo en el deber ser. Más allá de mis hijas, cada uno lo vive a su modo. A mí me gusta comprometerme con la realidad de mi país y hacer un aporte a la reflexión desde mi trabajo, por darte un ejemplo. Pero me parece que un artista no puede guiarse sólo por eso, tiene que hacer lo que tenga ganas de hacer. Si eso de alguna manera refleja y es un aporte para que la gente reflexione, seguramente será algo positivo, siempre. Pero no funciona si tiene una obligatoriedad de reflejar determinada cosa o que digan «así tiene que hacerse». Pero cuando nos enfrentamos a la realidad, lo cultural inevitablemente es ideológico.
–¿Cómo fue el trabajo en Familia sumergida? Todo el guión gira alrededor tuyo.
–Con María (Alché) habíamos trabajado en La niña santa como madre e hija, en sus primeros pasos. Y en este rodaje me acordé que cuando estuve en La ciénaga (Lucrecia Martel) sentí lo mismo: que estaba ante un talento muy grande. Me encantó poder acompañar a María en su primer largo, verla florecer como directora en un trabajo muy interesante e introspectivo. Mi personaje era una mujer en duelo, visitada por recuerdos, por fantasmas y la exigencia de seguir con la vida cotidiana, tratando de afrontar todo lo que te pone la muerte enfrente. Muchas mujeres van a identificarse con la fortaleza que demuestra esta mujer para mantener las ganas de vivir en un momento particular. María es una directora increíble y tiene una gran capacidad de observación. También maneja muy bien los momentos de misterio, algo difícil que necesita de mucha sabiduría y ella la tiene de arranque. Nace una gran directora. Creo que podemos esperar cosas muy importantes de María porque quedó demostrado que sabe hacer cine.
–¿Contar historias de mujeres es fundamental en los tiempos que corren?
–Creo que por suerte es inevitable que se visibilicen las cuestiones femeninas. Tienen mucho que ver con todos los colectivos de mujeres que luchan para que el rol de la mujer se jerarquice en todo sentido. Un hombre puede retratar el universo femenino maravillosamente, si se lo propone, pero es un tiempo interesante para darles más lugar a directoras mujeres y sus miradas. Siento que cada vez se acerca más el tiempo donde el género no sea algo de lo que tengamos que hablar. Aunque quizás sea sólo un deseo. «
Familia Sumergida
Guión y Dirección: María Alché. Elenco: Mercedes Morán, Esteban Bigliardi, Marcelo Subiotto, Laila Maltz y Federico Sack. Ganadora del premio Horizontes Latinos a la mejor película de festival de San Sebastián. Estreno: jueves 11 de octubre. «
El éxito en San Sebastián y nuestro cine en peligro
La participación de Mercedes Morán en la 66ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián fue una prueba más del muy buen momento que vive. El amor menos pensado, el film de Juan Vera, donde Morán hace dupla con Ricardo Darín, ofició de apertura del certamen. Pero eso no fue todo, como protagonista de Familia sumergida se alzó con el premio Horizontes, que reconoce al mejor largometraje latinoamericano inédito en España. «Este tipo de premios y reconocimientos ayuda para conseguir mejor distribución. Fue una alegría por lo que significa para nosotros y para María (Alche)», puntualiza Morán sin ocultar su entusiasmo.
La actriz, que también acompañó la proyección especial de El ángel (Luis Ortega), reflexiona sobre la situación actual del cine en nuestro país: «Si estamos en un festival internacional y buena cantidad de películas representan a nuestro país, nosotros tenemos que decir que este tipo de proyectos no va a poder hacerse en el futuro cercano. Se necesita más apoyo, más subvenciones y que haya una política para reforzar al Incaa, algo que no parece ser la estrategia actual. Hay una clara intención de debilitar la producción nacional. Contamos con películas reconocidas, artistas valorados, pero tenemos que recordar que la inversión en cultura no se mide como se miden otros asuntos y no es algo que se pude dejar de lado si queremos continuar por la buena senda». «
Camino al Oscar
El film de Luis Ortega El ángel fue elegido como representante del cine argentino para concursar por un lugar como mejor película extranjera ante la Academia de Hollywood y también competirá por los premios Goya. «Creo que está bien. Es una película fantástica y suficientemente original para ser ganadora en cualquier certamen donde se presente. Me di cuenta en Cannes y lo demostró en la taquilla local. Es una digna representante del talento de Luis, que es amigo y hace tiempo queríamos trabajar juntos. Cuando me propuso sumarme al proyecto le dije que sí al instante y por fortuna coincidieron las fechas. Tiene detalles únicos y atractivos que la destacan en un año donde hubo películas de muy buen nivel», subraya la actriz. «
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