La economista analiza la importancia de generar gestión feminista dentro del Estado. Una mirada sobre cómo abordar la política con perspectiva de género y la urgencia de volver a encontrarse.
Esta conversación forma parte de “Institucionalizadas: cuando los feminismos se vuelven parte del Estado”, una investigación transnacional de LatFem sobre Argentina, Uruguay, Chile y Brasil con apoyo de FESminismos, proyecto regional de la Fundación Friedrich Ebert (FES).
—¿Cómo ves a los feminismos en Argentina y en la región?
—En Argentina, creo que post IVE (la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo No 27.610) se planchó un poco la movilización. No hay una nueva consigna que reemplace, que acumule, que acapare la atención. Ni Una Menos sigue siendo una consigna, pero no una ultramovilizante. Es algo que nos mantiene reunidas, nos encontramos en las marchas, pero no se están proponiendo cosas nuevas en ese marco. No estoy tan segura de que sea porque el feminismo ha entrado al Estado. Hay una hipótesis sobre eso. Los problemas más importantes hoy son económicos y ahí es más difícil articular cuando estás hablando de mujeres que hacen tareas de cuidado, que trabajan en jornadas larguísimas, que tienen un montón de cosas que llevar adelante.
—¿Cómo definirías una política feminista?
—Tiene que cumplir varias condiciones. Tiene que estar atendiendo problemas de desigualdad entre los géneros, entre varones y mujeres, entre mujeres y mujeres de distintos lugares, desde una mirada interseccional, y la desigualdad específica que afecta a personas travestis y trans. Tiene que atender esos problemas buscando resolverlos. Eso significa, a veces, cambiar las herramientas con las que trabajás en el Estado. Para mí hacer políticas feministas es construir herramientas de gestión, metodologías, datos, generar equipos técnicos, hacer mucha pedagogía dentro del Estado, para que eso se pueda sostener en el tiempo.
—El feminismo tiene características asamblearias, democráticas y diversas. ¿Cómo chocan esas dos praxis
–Tuvimos una experiencia muy importante en el gobierno, que es Mujeres Gobernando. Lo que tenía ese grupo es que rompió la forma con la que se manejan los varones y las jerarquías quedaban borroneadas. Nos “horizontalizamos”. Nos reunimos un montón de veces y nos encontramos en un salón de alguno de los ministerios de la Rosada y eso sirvió mucho para tener más información, que es algo de lo que muchas veces las mujeres nos quedamos afuera.
—Eran mujeres con una agenda en común.
—No es lo mismo que haya mujeres en el Estado a que fuéramos mujeres que teníamos una agenda. Todas estábamos decididas a que tenía que salir el aborto legal, y todas empujamos ahí, desde nuestros lugares. Armamos argumentos económicos o contribuimos analizando el presupuesto del Ministerio de Salud. Todas contribuimos de distintas maneras en eso.
—¿Cómo pensás que puede ser virtuoso ese vínculo entre el movimiento y las institucionalizadas?
—Lo viví con altibajos. Vengo de la calle antes del gobierno. Fundé una ONG activista que participó desde la calle y fue muy crítica a los dos gobiernos previos. Al principio de la pandemia, sentía que lo que yo hacía iba en contra de lo que yo hubiese querido hacer si estaba afuera del Estado. Mis amigos me preguntaban cómo era estar en el gobierno y yo decía: “es tener veinte frustraciones por semana, en una buena semana”. Pero de repente te toca estar en la mesa que resuelve el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que ayudó a casi nueve millones de personas, y la verdad que es mucho más que todas las frustraciones que tuviste durante los meses previos. Sentir que hacés algo que realmente llega.
—¿Cómo ves el sistema de partidos en relación al feminismo? ¿Es parte del problema?
—Hay un grupo cada vez más grande de compañeros varones comprometidos. Ahora hay una campaña presidencial que es bisagra, porque lo que se defina puede cambiar los próximos 20 años de la Argentina, y el feminismo no aparece en ningún lado. No hay nadie hablándole a las mujeres, que además son las que más votan a Unión por la Patria y las que menos votan a las expresiones de la derecha extrema. Seguimos bancando y sosteniendo, pero el sistema político como tal no da lugar a eso. Para mí vamos a tener que cambiar la estrategia del feminismo para los próximos años. No podemos seguir ocupando lugares marginales ni en las listas ni en las mesas de discusión, que son casi más importantes.
D’Alessandro abordó temas vinculados a la gestión estatal, el desarrollo de las perspectivas feministas, y la participación de las mujeres en la vida política.
La versión completa se lee en www.latfem.org
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