Guerra de mentiras 2: la batalla de Milei contra la ciencia argentina

Por: Macarena Marey

En una nota del domingo pasado desmonté algunas de las mentiras que el gobierno salió a decir el 14 de noviembre último y que los diarios La Nación, Infobae y Clarín replicaron obedientes ese mismo día. Como los y las periodistas que escribieron esas notas no se informaron para informar, continúo en esta nota con algunas explicaciones del funcionamiento del sistema de financiamiento de la ciencia en la Argentina. Cuando las mentiras son tan escandalosas y burdas y, al mismo tiempo, tan difundidas y aceptadas dócil o apáticamente como hechos, estamos ante un escenario muy peligroso para la cultura política del país.

En la nota anterior me concentré en la cuestión de las supuestas “rendiciones de gastos pendientes y vencidas” y en lo improbable que resulta que los investigadores podamos malversar los magros fondos que nos otorgan tras evaluaciones rigurosas que no se conocen en casi ninguna otra profesión. Sigo con el recorrido de la auditoría de las rendiciones del dinero del instrumento de financiamiento que conocemos como PICT.

El financiamiento de la ciencia

Para que se pueda pasar a las auditorías posteriores realizadas por la Agencia sobre los PICTs, cada unidad ejecutora (instituto) tiene que haber gastado al menos el % 50 de lo asignado para la totalidad de los proyectos ganados allí radicados. Los grupos G1, G2 y G3 de nuestro ejemplo tienen que haber gastado, en su conjunto, 50% de los montos totales depositados por las cuotas correspondientes a sus proyectos ganados P1 + P2 + P3. Y aquí empieza un nuevo dolor de cabeza. Cuando hay devaluaciones grandes, como las que por ejemplo hizo el gobierno de Milei ni bien asumió, la mayoría de los presupuestos proyectados de los PICTs tienen que ser reformulados. Pongamos que para los P1 y P2, los G1 y G2 habían calculado que necesitaba mil dólares para comprar unas máquinas determinadas necesarias para trabajos de laboratorio, lo que sería un gasto del rubro “equipamiento”. Dos años después, G1 y G2 reciben esos mil dólares pero ya pesificados al momento del ingreso del dinero del BID.

Ciencia argentina

No hay que tener un doctorado para entender que G1 y G2 ya no podrán comprar sus máquinas, que siguen valiendo mil dólares, cuando reciben en pesos el equivalente a, pongamos, quinientos dólares. Con este sistema jamás nos alcanza la plata. El problema a la hora de empezar a hacer los gastos de cada P es que cada parte del presupuesto debe ser rígidamente calculada. Para reformular el presupuesto hay que hacer más trámites (hacer ciencia en la Argentina es hacer trámites constantemente por gastos irrisorios) para que la Agencia autorice pasar hacia otro rubro, por ejemplo bibliografía (un rubro más accesible), ese monto de mil dólares ganado (hoy quinientos dólares) que ya no alcanza para la máquina presupuestada, que sigue valiendo mil dólares.

Cuando este gobierno paralizó el funcionamiento de la Agencia y clausuró el Ministerio de Ciencia nos dejó sin la posibilidad de hacer los trámites necesarios para gastar el dinero (devaluado) que se gana en concursos altamente competitivos y tras dos años de espera. No pueden rendirse los gastos porque no hay quién firme los trámites. Así, “se juntan” presupuestos que no pueden gastarse (“rendirse”) y quedan sin ejecutar en las administradoras de fondos porque el mismo gobierno dificultó extremadamente las posibilidades de ejecución de los presupuestos. Si en el Instituto I de nuestro ejemplo los P1 y P2 de los G1 y G2 respectivamente no pudieron ser gastados (es decir, rendidos) por culpa de esta situación que nos excede por completo y que es producto de decisiones gubernamentales, no científicas, entonces no se dan las condiciones para que la Agencia revise los gastos. Así y todo, como científicos argentinos estamos acostumbrados a hacer maravillas en condiciones pésimas y se calcula que solamente el 10%  de los PICTs ya en ejecución no pudieron rendir sus gastos.

Vayamos al caso de los PICT 2022, evaluados durante el año pasado y anunciados este año. El gobierno no otorgó jamás esos fondos (que, recordemos, sólo pueden ser usados para este fin, que han sido otorgados en dólares y que todos los gobiernos argentinos pesifican al valor oficial del momento en el que ingresan), de modo que es imposible malversarlos. (De hecho, ni siquiera entregó los dictámenes a los proyectos ganadores).

La situación, resumida, es: (a) el gobierno de Milei generó las condiciones para dificultar la rendición de gastos, (b) la mayoría de los gastos fueron rendidos, y sin embargo (c) el gobierno nos acusa de no haber hecho las cosas bien. Supongamos por un momento algo que no es el caso en lo absoluto, pero para ver qué pasaría en ese escenario. Si hay colegas que rinden mal sus gastos o “malversan” (lo cual es altamente improbable porque es muy difícil, dado que no son ni gastos reservados ni viáticos de diputados), ¿por qué no reprender a esas personas en lugar de paralizar por completo el sistema científico?

Agradezco a Eduardo Barrio, especialista en lógicas metaclásicas e inteligencia artificial generativa, Profesor Titular de la UBA, Investigador Superior de CONICET y miembro de RAICYT por la ayuda con los detalles del funcionamiento del financiamiento del BID para los PICTs. Para quien tenga interés en seguir aprendiendo, recomiendo los informes al respecto de Jorge Aliaga, miembro del Directorio de CONICET representante de las Universidades y Profesor Titula de la UNAHUR y exdecano de la Facultad de Exactas de la UBA, compilados aquí, en esta dirección.

Ciencia y desarrollo

Respecto de los “financiamientos irrelevantes para el desarrollo” y la “desarticulación entre el conocimiento y el desarrollo productivo”, precisamente ahí es adonde apunta la batalla ideológica del gobierno. Ningún Estado capitalista desarrollado en su sano juicio considera que la promoción general del conocimiento, sobre todo en las disciplinas humanísticas, esté desligada del “desarrollo”. El capitalismo “desarrollado” necesita pueblos cultos. Es así de simple, no es mucho más complejo que esto. Lo que este gobierno y el ánimo antiintelectualista creciente ignoran es que los temas “relevantes” para el desarrollo cultural, social y económico de una comunidad política son un asunto para el que se necesita el saber y las metodologías de la comunidad productora de conocimiento y de la cercanía de esta con las voces del pueblo. Lo más siniestro del asunto es que el gobierno salió a estigmatizar precisamente los temas más conectados con las necesidades concretas de las poblaciones concretas de la Argentina, proyectos elaborados en conjunto con las comunidades y atendiendo a sus necesidades. ¿Qué puede haber más relevante que esto?

Respecto de las propuestas que el gobierno quiere hacer pasar como propias, hay que informar que se trata de planes en marcha desde hace décadas en la Argentina. El temor generalizado entre quienes nos dedicamos a la investigación y conocemos el sistema científico es que este gobierno tenga en realidad la intención de aniquilar todos esos mismos impulsos que dice querer promover. Como dije en otro lado (Bordes), este gobierno vino a poner a la ciencia argentina de rodillas frente a la importación de conocimiento orientado únicamente a que el capital transnacional se lleve recursos argentinos y no deje ningún beneficio para el país.

Creer en las notas malintencionadas de los medios hegemónicos, escritas por periodistas con mayor interés en contribuir a la guerra ideológica del gobierno contra la cultura, la investigación académica y la educación superior es más que un problema epistémico. Es una actitud ético-política errada. Cuanto antes el pueblo se dé cuenta de que este ataque sin precedentes a la educación y a la investigación sólo augura un futuro (un presente, en rigor) de hambre, insalubridad, atraso e ignorancia generalizados, más tiempo tendremos para subsanar el daño catastrófico que el gobierno le está infligiendo a la ciencia argentina.

Sin ciencia no hay futuro

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