“Matar a un muerto”: un dilema moral en los tiempos de Stroessner

Por: Belauza

La película del director paraguayo Hugo Giménez construye una siniestra historia relacionada con el entierro clandestino de cadáveres. Jorge Román, reconocido por su actuación en “Monzón”, revela cómo se sumó al film.

Matar a un muerto ya llegó a los cines. Se trata de la historia que cuenta cómo, en el Paraguay de 1978, aún gobernado por el dictador Alfredo Stroessner, en el monte dos campesinos se ganan la vida enterrando cadáveres clandestinamente. Hasta que un día, entre los cuerpos que llegan a la orilla del río cada mañana, llega un hombre que aún respira. Los enterradores saben qué es lo que tienen que hacer, el tema es que nunca mataron a una persona.

“Lo conocía a Hugo de un taller de dirección de actores que yo daba en el Festival Cortos de Oberá, seis años atrás”, recuerda Jorge Román, protagonista de la interesante película de Hugo Giménez. “A partir de eso quedamos conectados y me fue mostrando por mail cómo iba avanzando su historia.  ‘Si usted acepta profe, le escribo un tercer personaje’ -emula la voz Román–. Te imaginás que fue un privilegio enorme, porque que alguien escriba un personaje especialmente para vos es un honor.” La “sensación de transparencia y sencillez” que le transmitió Giménez terminó de completar lo que hacía falta para que Román diera el sí, y se convirtiera en eje central de este film que, desde una historia pequeña, intenta retratar el Paraguay de Stroessner.

Dos años de intercambios epistolares electrónicos y el comienzo de la producción, con un viaje hacia la zona de rodaje que “fue corto, de una semana”, porque no necesitaron ensayo: “Con Hugo nos ya nos entendíamos a rajatabla, y enseguida lo hicimos con Ever Enciso y Aníbal Ortiz. Lo que me faltaba para entender bien qué le pasaba a este personaje, me lo dio la locación y ese encuentro con los otros actores”. El peso histórico del relato y las líneas de diálogo, tenían el aval de la trayectoria “documentalista de Hugo: es un pensador maravilloso que vivió y sufrió -y sufre todavía, porque las consecuencias perduran- de esa dictadura atroz. En esta película Hugo le agrega una singularidad a eso: la convivencia con el horror y la banalidad del mal, eso de estar comiendo un sanguchito o plantando una flor y estar matando al mismo tiempo. Aunar la maravilla y el terror.”



No muy lejos de la unión del horror y la gloria que hace la muy buena Monzón, de la que Román es una pieza fundamental, al punto de que sus compromisos adquiridos previamente trajeron algunos inconvenientes a la producción que lo quería sí o sí. “Yo ya me había instalado en Corrientes con mis talleres de dirección de actores y a escribir un libro que tiene el título tentativo de Apuntes para no actuar, y que tienen que ver con mi experiencia en esos talleres. Soy pata sucia, me gustan los camalotes, el monte, y siento que vibro de otra manera. Por eso me había ido a esa zona, que incluye sur de Brasil y el Paraguay, donde se desarrolló mucho el audiovisual en los últimos años, con una importante cantidad de directores y actores. Y eso para mí era un trabajo fuerte porque los actores no tienen mucho el ejercicio de cámara, en el medio salieron estas películas como Un Gauchito Gil.”  

Luego de ese rodaje, se fue a Buenos Aires a hacer unos doblajes del film. “Alguien conocido me dijo: está lo de Monzón, preparate algo. Y la verdad yo ya estaba pasado de edad para hacer de un tipo de 40 años, me tenía que ir a filmar Matar a un muerto, ya estaba instalado en Corrientes. Si alguien me decía a mí lo que les planteé le pegaba un tiro -suelta una risa-. Pero volví del rodaje, hice el casting que fue un no casting, y a las tres o cuatro horas me dijeron que estaba adentro.” Volvió a Corrientes a “desalquilar” y luego se entregó “a una movida dura, porque es un personaje muy físico de alguien de 40 y yo los pasé hace rato.” Y dice que si pasó como el Monzón que atraviesa los 40 fue gracia al equipo de maquillaje.

Y pese al éxito que alcanzó la serie, no encuentra alteraciones en su vida, a la que define como tranquila. “Me toma en un momento un poco más maduro, que se traduce en que estoy tranquilo. Desde el 2000 en adelante trabajo en el cine, y en todas los trabajos me tocaron historias contundes y directores excelentes, desde ese lugar soy un privilegiado. Si no me hubiera salido bien en casi 20 años me tendría que haber retirado -ríe-. Ellos potenciaron mi trabajo todo el tiempo. Pinti dice: ‘al final quedan los artistas’, y yo agrego; al final quedan los seres humanos; al principio y al final lo importante que queda es lo humano. Siento que a o largo de mi carrera no soy el mismo, las experiencias paralelas que me tocaron vivir acá y afuera me completaron. Aprendí mucho y sigo aprendiendo, que después los resultado vengan con esta repercusión de Monzón puede suceder o no, pero no me corresponde a mí.”


Matar a un muerto, de Hugo Giménez. Con Ever Enciso, Aníbal Ortiz, y Jorge Román. Estreno: 5 de septiembre.

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