La intérprete y compositora lanzó "El mundo pequeño", su cuarto álbum, donde retoma su veta más rockera y desarrolla un ejercicio introspectivo. La experiencia de tocar con Metallica y los haters.
Fages, que adelantará el flamante material en Niceto, sabe de contrastes y de matices. Comenzando por su crianza, que transcurrió entre la ciudad de Buenos Aires y Río Grande, Tierra del Fuego, una experiencia que debe a la separación de sus padres. Entre el ida y vuelta del cemento a los paisajes del Fin del Mundo, su sensibilidad se fue forjando. «Soy muralista, pinto desde muy chica. Dibujaba todo el tiempo, me sentía muy estimulada por eso. Al mismo tiempo iba a los shows, pero como oyente. Después empecé a hacer fotos, videoclips de las bandas de mis amigues. Igual, la música me gustó siempre. Había una guitarra vieja en casa, que le habían regalado a mi mamá cuando era chica: ella solamente tocaba temas de folklore que había aprendido en la escuela. Más allá de eso, mis padres no tenían nada de artistas», dice Marina, que además acaba de inaugurar una muestra en la galería de street art palermitana Hollywood In Cambodia.
Pero el salto al escenario, cuenta, lo dio «de grande». Para el rock y para Marina, «grande» se remite a cuando tuvo que empezar a ganarse el pan con el sudor de sus manos, con las que dibujaba storyboards para publicidades. «En realidad, a los 16 ya me gustaba Nirvana y arranqué tocando la guitarra con temas de los Ramones. Algunos años después conocí un grupo de Mar del Plata, que luego fue un colectivo, y toda la movida en la que estaban chicas como Paula Maffia y Lucy Patané. Me fui alejando un poco de la escena del hardcore punk, porque me parecía todo muy ‘chabón’, y me metí en espacios más queer que estaban buenísimos, donde había otros códigos y pasaban cosas muy divertidas». Así surgió El Tronador, su primer grupo, en el que tocaba con Patané, Mene Savasta, Martín de Lassaletta y Santi Martínez. «El grupo de Mar del Plata (Marder) lo encabezaba Mene, y ahí podías tocar sin saber mucho de música, ¡y estaba bien! (risas), aunque era gente que sabía un montón de música. Ahí me animé y empecé a hacer canciones, pero me daba mucha vergüenza subirme, la pasaba muy mal, temblaba. Hasta que terminamos haciendo la banda».
Ya más segura, se animó en 2012 con su primer disco solista, Madera metal. La experimentación, pasar de una disciplina a otra o mezclarlas (ella hizo el arte de muchos de sus videoclips), así como abordar distintos géneros musicales son el caleidoscopio por donde Fages mira. Puede recorrer Europa tocando con Lucy Patané, o Japón, acompañando al trío de guitarras argentino-nipón Zum. Puede grabar con Eterna Inocencia o con Noelia Sinkunas. Puede aplastar una pedalera, tornarse folk y acústica como Vivo en piyama, su disco pandémico, o programar un beat electrónico y un estribillo pop para que el cuerpo se expanda en la pista, como probó en Épica & fantástica, su álbum de 2019. El año pasado tuvo grandes pruebas, como ser parte de la edición argentina de KEXP en el CCK o abrir para Metallica: «Les agradezco a los que me hicieron ‘bullying’ por las redes, porque gracias a que yo salí a matar, ni me di cuenta de que había 40 mil personas», dice sobre haber teloneado al grupo de James Hetfield en el Campo Argentino de Polo. «Atardecía y estaba todo tan tranquilo que la pasé súper bien».
En El mundo pequeño, que Fages produjo y en el que tocó guitarras, bajos y vientos, hay distorsión, aura punk, stoner y hasta pop, pero también unas cautivantes composiciones que, con melodías más sutiles y extrañadas, hacen pensar en estados del prog rock («El cielo amanece», «Grimorio del mundo pequeño»). Además, suenan gaitas, flautas y se impone, bien al frente, la batería. «Me encantan las baterías. Hubo un disco en el que grabé a siete bateristas, pero en este hay menos (risas). Están Mailén Eliges, con la que toco siempre en vivo, que es una genia, que tocó las más experimentales. Las que son más hardcore las grabó Germán Rodríguez, el batero de Eterna Inocencia y de Bernal, y hay un feat con Melanie Williams. Y en ‘Canción de Flora’, que quedó afuera del disco anterior y está en este, la batería es de Sergio Verdinelli».
La inspiración de El mundo pequeño, dice Marina, es un mundo interior. «Pero de dos maneras: una buena y una mala. La buena es cuando podés conectarte con tus emociones y concentrarte, ir para adentro y tratar de escuchar qué pasa ahí. Pero hay una forma negativa de eso, cuando nos encerramos y no vemos lo que está pasando alrededor. Hay que estar en contacto con una, pero también estar alerta con lo que ocurre». Como su arte de tapa estallado de rojo, amarillo y naranja, el nuevo disco «también tiene mucho que ver lo que está pasando a nivel ambiente». Una sensación, dice Fages, «de estar fingiendo demencia». Y especifica: «Ya pasamos la etapa de calentamiento y estamos en ebullición. Entonces las letras oscilan entre esas temáticas y hay solamente una canción de amor. Es que la gente siempre piensa que son todas canciones de amor, por eso me gusta aclarar (risas)«.
Adelantará temas de su nuevo disco El mundo pequeño. Sábado 9 de septiembre a las 20 en Niceto Club, Niceto Vega 5510.
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