La actriz, performer, dramaturga, directora y docente estrenó “El cuerpo anímico”, una obra basada en una dura experiencia personal que aborda la fragilidad humana, el amor y los miedos que se concretan. ¿Puede el arte cambiar la realidad?
Fue un gran desafío, por lo que decidió crear una sociedad artística con Paola Luttini, con quien ya había podido indagar temas asociados a la salud y lo social con el espectáculo documental La casa oscura, en donde el tema central era la salud mental. Esta vez eligen la ficción para reflexionar acerca del cuerpo como territorio y límite en un mundo caracterizado por la pretensión de la productividad ilimitada.
-¿Cómo surgió la idea de armar esta obra?
-Mi vieja vivió una enfermedad ocho años y empecé a escribir algunas reflexiones de lo que me pasaba en ese periodo. Pero fui encontrando algo que decir, algo que me hacía reflexionar sobre lo humano y se fue dando que podíamos armar una obra con eso. Arrancamos, pero en el medio del proceso de ensayos mi mamá falleció. Y ahí tuve que tomar la decisión: si seguir o no, en principio. Y en caso de hacerlo si debía legitimar que sea autorreferencial o no. Era un proyecto atravesado por mi realidad reciente y eso es, en un punto, más difícil que cualquier ficción. Cambié el final y asumí que tenía que contar todo lo que viví con mi mama. Hay un sesgo emocional, que es personal, pero le sucede a todo el mundo que pasa por eso, y además tiene un costado filosófico que me interesa. En un mundo que hace tanto culto de buscar el éxito, lo sano, lo positivo y que nada te puede detener, como si no hubiera límites para nuestros deseos y sueños: pero si lo hay, todo lo que querés se puede dar o no, pero hay unos límites, y uno es que la muerte nos va tocar. Eso es irrefutable y nos iguala. Entonces la automatización y la tecnología, o la productividad como fin último, nos hace a veces vivir algo que nunca podemos alcanzar.
-¿Sobre eso te interesa reflexionar en lo teatral?
-Siempre. Me gusta ver qué pasa en una vida cuando sucede algo movilizante, transformador: por ejemplo, cuando te enfermás y dejas de ser un cuerpo que produce y otras emociones de invaden más allá de la ambición y el deseo. Pero no tiene que ser una enfermedad solamente, puede ser un estado de ánimo, una tristeza o desánimo que te paraliza. A veces uno no se siente genial y no te conectás con la energía y con los tiempos que te exigen a veces de afuera, o desde la idea que lo bueno sólo es lo productivo. Yo narro el vínculo de una madre con su hija, pero se puede traspolar a un montón de situaciones de la vida. Porque muchas veces nos pasa que no podemos alcanzar esa zanahoria que nos prometen, que nos ponen delante y que continuamente se corre un poco más allá. El teatro es eso: te permite parar la pelota y repensar estas cosas. Esa es la reflexión. En la primera función, vino un médico y me dijo que nunca había pensado lo que le pasa por las cabezas a los familiares de sus pacientes o al enfermo en sí, como que no puede en lo cotidiano pensar en más allá de lo supuestamente profesional, en cómo contrarrestar esa patología específica. Y al ver la obra sintió que iba a cambiar su manera de encarar su trabajo. Fue algo muy fuerte escuchar eso. Te conmueve ver algo nuevo o ver lo mismo, pero con ojos nuevos. Eso es lo que disfruto de mi trabajo.
-¿Cuánto tiempo ensayaron antes de este estreno?
-Arrancamos en marzo a ensayar. En mayo falleció mi mamá y tuvimos que parar por obvias razones, pero pudimos retomar semanas después y fue algo que me ayudó en el proceso que me tocó enfrentar. Estaba tomada por el dolor de la situación, pero siempre por mi manera de trabajar buscaba indagar más allá. Sin pensarlo me puse a trabajar, como un gesto automatizado, para expresarme. El teatro es mi salida de emergencia. Hay un acto catártico. El escenario es el lugar donde te podés ayudar para sobrellevar la dificultad de la existencia. El mundo es hermoso pero terrible a la vez. Y lo bueno es que no siempre tiene que ser algo personal lo que te modifica o moviliza: muchas veces es algo que te cuentan, que lees, algo de la coyuntura, de lo social o de lo que imaginas como horrible o sublime.
-¿Tu trabajo te permite canalizar y transformar lo que nos pasa?
-Sin dudas. Al poetizar y volverlo colectivo, todo sentimiento es excelso. De alguna manera el teatro permite iluminar nuestras oscuridades. Por eso es muy importante defender nuestra tarea artística. La gente que ya la vio me dijo que se siente muy identificada, pero desde distintos lados. Es un material habla de la fragilidad, del amor, y de los miedos que se concretan. Lo que es humano, hoy. Es una obra contemporánea, pero sigue una línea. Mi motor siempre conecta con lo que quiero decir. Siempre trato de ser genuina con los contenidos y eso no me defraude en tantos años de trabajo. Este es un paso más. El que necesitaba ahora.
-En este caso escribís y actúas ¿Te costó desprenderse del rol de directora?
-Fue un alivio. Hubiese sido imposible si no me dirigía alguien más. Necesitaba esa contención y esa mirada externa, humana y artística, que Paola supo llevar. Hizo un trabajo fenomenal en cómo nos fue llevando y con la puesta en escena que es gloriosa. Fue muy importante soltar, porque escribí de una manera, pero tuve que actuar de otra, y fue algo muy descarnado. Si no hay alguien más, te desangras. Nunca una obra me llevó tanto esfuerzo. Tengo que estar muy concentrada porque si no es insostenible. Es casi un ritual. Tengo que estar conectada, enfocada, porque es mucho lo que se juega, más al ser algo todavía en carne viva y una buena directora te ayuda a dominar esos demonios. Me encanta esta experiencia. Es una forma de duelo diferente. Es un tono de actuación especial, y me ayudaron tanto ella como mi compañera Cristina Maresca. Lo tiene muy claro y me ayuda.
-¿Cómo ves el panorama actual?
-Paul Auster decía algo así como que el arte o la literatura no puede cambiar las desigualdades de la realidad, pero si cambiar la mente de las personas. Y esa transformación puede influir en el accionar de las personas. Eso es vital. La actualidad del mundo es un desastre, cada día es una amargura, pero menos mal que lo que hacemos lo hacemos con tanta pasión que lo mantenemos como sea. Armamos redes y nos damos el placer de construir relatos que alcen una manera de ver y sentir. En estos momentos nos salva de la amargura. Mires donde mires todo es desolación. Entonces es un deber intentar volver a construir una conciencia de comunidad. Poder ver al otro, reconocerte y compartir es lo que nos permite resistir. Sostener un discurso, tener cosas para decir, pensar críticamente, son algo fundamental para enfrentar el deseo de destrucción. Está todo difícil, pero pensando cómo hacerlo sin lastimar a otros, se puede salir adelante. Eso es lo que me parece.
Obra escrita y protagonizada por Mariela Asencio. Con Cristina Maresca. Dirección de Paola Luttini. Jueves 20:30 en el Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378.
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