Su historia, marcada por la militancia y el compromiso, sigue viva en el recuerdo de aquellos que nunca dejaron de buscar justicia.
Ese compromiso se había forjado desde su infancia. María Cristina nació el 17 de enero de 1949 en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia donde la solidaridad era parte de la vida cotidiana. Desde joven demostró una fuerte vocación social. «Desde chica veíamos en ella esa pasión por ayudar a sus compañeros en el colegio y los fines de semana, en las villas, enseñaba, jugaba con los más chicos, brindándose a toda la gente que lo necesitara«, recuerda su madre, Celia Chela de Prósperi, quien integró Madres de Plaza de Mayo.
En una entrevista realizada por el equipo de comunicación de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, recordó a su hija con ternura y orgullo: «María Cristina siempre tenía una sonrisa. Era muy dulce y a la vez firme en sus convicciones. Le gustaba sentarse en la mesa y charlar con todos. Le importaba la gente, escuchaba, acompañaba. Yo la recuerdo así, con esa calidez que la hacía única». Chela falleció en septiembre de 2018, pero la recordamos porque nunca dejó de luchar por su hija y por todos los compañeros y compañeras desaparecidos en los años más oscuros de nuestro país.
En relación a sus 37 años de lucha, Chela expresó: «Es una falta, pero a la vez no es una falta. Porque para mí, siempre la tengo conmigo, en cualquier detalle, en cualquier cosita que hicimos juntas. No como si estuviera desaparecida, sino como si estuviera al lado mío siempre». Estas palabras resumen la eterna conexión que existió entre madre e hija, más allá de la desaparición física de María Cristina.
Esa sensibilidad con los demás marcó su camino. Su hermana Alicia también la recuerda con admiración. «Era una persona muy receptiva, se acercaban a ella quienes tenían algún problema. Tenía una escucha especial para eso, incluso con historias de nuestro abuelo que por ahí no contaba a nadie más», relata y la recuerda con mucho cariño como inteligente, perceptiva y solidaria. «Quizás también reservada», agrega su hermana.
Esa capacidad de escucha y compromiso se fortaleció en su adolescencia. Cursó el secundario en el Colegio Normal Nacional «Antonio Mentruyt» de Banfield, donde integró la llamada «división perdida». Esta denominación hace referencia a una camada de estudiantes del colegio cuyo grupo quedó disperso debido a cambios administrativos y al contexto social de la época. «Hay una foto de ella, o al menos estaba hace un tiempo, en la pared de la escalera que va al primer piso junto con todas las demás», menciona Alicia. Además, su pasión por la palabra escrita la llevó a involucrarse en el periódico escolar «Anhelos», llegando a ser su secretaria.
«Cuando egresaba una promoción del Normal se hacía la revista del egresado y entre cada división se incluía una semblanza de cada alumno. En la de María Cristina Prósperi, con los diarios bajo el brazo, entra a la división y grita:
‘¡Anhelo… Anhelo!’
Esta brava canillita», fragmento que se encuentra en la revista del egresado del año 1966 del Colegio Normal Nacional Antonio Mentruyt.
Ese amor por la educación y la comunicación se trasladó luego a su vida universitaria. Se mudó a La Plata para estudiar Filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Allí, su compromiso con la educación la llevó a trabajar en la División Alumnos de la facultad, donde llegó a ser jefa. No era solo una estudiante; su militancia la llevó a participar activamente en la Asociación de Trabajadores de la Universidad Nacional de La Plata (ATULP), desempeñándose como secretaria de actas entre 1973 y 1975. Creía en la transformación social desde el conocimiento y la organización.
Pero los tiempos se volvían cada vez más oscuros. Con el avance de la represión, en diciembre de 1974 fue declarada «prescindible» en su cargo en la UNLP, una medida que afectó a numerosos trabajadores y militantes. Poco después, su secuestro se sumó a la larga lista de desapariciones que marcaron la historia argentina.
A décadas de su ausencia, la memoria de María Cristina sigue presente en los espacios que alguna vez transitó. En 2016, la Universidad Nacional de La Plata entregó a sus familiares el legajo reparado de la trabajadora y militante, en el marco de las políticas de memoria, verdad y justicia. Actos como este buscan no solo reconocer a las víctimas del terrorismo de Estado, sino también reafirmar el compromiso con el Nunca Más.
Su legado también fue recuperado en el Club Atlético Los Andes, donde asistió junto a su familia. En 2022, el colectivo «Los Andes Tiene Memoria» realizó un acto de reconocimiento para reivindicar a los socios y socias víctimas del terrorismo de Estado, colocando una placa con sus nombres dentro del club. Este homenaje no solo destaca la historia de María Cristina, sino que refuerza la necesidad de mantener viva la memoria en todos los espacios de la sociedad.
La historia de María Cristina Prósperi es la historia de una lucha, de una generación que creyó en un mundo mejor y que sufrió el más cruel de los silencios. Pero su voz sigue resonando en las calles, en la memoria de quienes la conocieron y en la lucha incansable por justicia.
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