Así lo define el veterano de la Guerra. Tiempo dialogó también con otro combatiente, Roberto Monzón y ambos destacaron la importancia de mantener la memoria y transmitir su experiencia a las nuevas generaciones.
“Los gobiernos no pueden tomar otro camino que no sea el de la reivindicación de la soberanía, del reconocimiento de los que estuvimos dispuestos a pelear como yo, y los que están por encima de nosotros que fueron los que dejaron la vida”, expresa Ariel pocos minutos después de que el presidente Javier Milei anhelara que “los malvinenses decidan algún día votarnos con los pies a nosotros. Buscamos ser una potencia para que ellos prefieran ser argentinos”.
“Que el presidente, como otros personajes de la política, vanaglorien desde Margaret Thatcher hasta Winston Churchill, no me parece adecuado. Yo veo una bandera inglesa y me descompongo”, reconoce este veterano, que escribió cuatro libros sobre el tema, y advierte que “en la Argentina hay una grieta muy profunda, palabra inventada lamentablemente por un periodista que para mí siempre fue un mercenario. Nosotros hemos tenido personajes internos que han dicho que la guerra se ha perdido y entonces nos tenemos que dejar de joder con la soberanía, porque los kelpers nunca van a querer ser argentinos. Eso no parte de la ignorancia o de algo inocente, eso tiene que ver con las políticas que tiene el Reino Unido para tratar de vencernos desde adentro”.
“No hay territorio que se pueda reclamar si sus habitantes no son capaces de dejar la vida por ellos, y ese es el gran legado que tiene el 82 en Malvinas, cuando algunos tontos dicen que hoy estamos mucho más lejos de la soberanía que antes. Los ingleses nunca dieron muestras de entregar Malvinas”, resume Ariel, quien asume que por esta razón se debe concientizar en las escuelas a las nuevas generaciones, “convencido y con la inclaudicable premisa de que Malvinas es un territorio argentino a recuperar en el corto, mediano o largo plazo”.
Tras percibir que la “historia de Malvinas que se contaba no era la que yo había vivido es que empecé a escribir sobre el tema. Yo no presencié situaciones de pánico entre los soldados, o enfrentamientos entre oficiales y suboficiales”, grafica Ariel.
“Hubo una cuestión cultural donde se puso de que todos nosotros habíamos sido pobres chicos muertos de hambre y maltratados; pero los ingleses fueron los primeros que escribieron que fuimos feroces soldados y que tuvieron que conquistar metro a metro de la tierra Malvinas. Nosotros no tenemos soldados muertos por la espalda que salieron corriendo ante un combate. Nos enfrentamos a una de las fuerzas más importantes del mundo y a sus aliados”.
Roberto es oriundo de la provincia de Chaco y hoy es el presidente de la Casa de Veteranos de Guerra de Merlo, en el conurbano bonaerense. El 14 de abril de 1982 cumplía el servicio militar obligatorio en el Regimiento 12 de Infantería de Mercedes, Corrientes, cuando recibió la orden de trasladarse al sur, Comodoro Rivadavia. Tras estar unos cuatro días, lo enviaron a la frontera con Chile donde había un conflicto armado en puerta. En el camino, debieron acatar la contraorden de volver sobre sus pasos para finalmente dirigirse a las islas.
“El Teniente Coronel nos dio la noticia de que habíamos sido elegido como el mejor regimiento instruido para ir a defender la isla. Cuando nos dijo eso, con la edad que teníamos empezamos a gritar como si fuéramos a jugar un partido de fútbol”, recuerda, y añade: “Al otro día viajamos en avión y llegamos de noche. Cuando bajamos, el primer enemigo que encontramos fue el clima, el viento, la lluvia. No te podías quedar parado del viento que te llevaba para todos lados. No pudimos armar las carpas porque la turba es como una esponja. Esa primera noche amanecimos en el agua”.
Tras unos días de guardia en Puerto Argentino, como cabeza de playa, su compañía de aerotransporte tenía la misión de remplazar a la línea de frente si caía en el combate y no podía resistir. Eso fue lo que pasó. Fueron atacados por dos Sea Harrier que destruyeron dos helicópteros. “Como no teníamos antiaéreas le tiramos con lo que teníamos con FAL, la FN MAG hasta que el 29 de mayo nos vinieron a buscar en un helicóptero”, en el que Roberto improvisó la colocación de una ametralladora entre sus piernas, sostenido por sus compañeros, mientras le disparaba a todo aquello que también disparaba. Fueron trasladados hasta Darwin, a un kilómetro y medio del puerto. Poco después, un subteniente y dos soldados fueron a buscar a pie otro helicóptero. Pero no volvieron.
Recién el 3 de junio, lo que quedaba de la tropa decidió caminar por su cuenta, sin saber que los ingleses ya habían tomado prisioneros. Así fue que al llegar a Puerto Darwin de un momento a otro se vieron rodeados por decenas de soldados ingleses que los redujeron.
Nieto de un abuelo asturiano anarquista que luchó y fundó la Unión Ferroviaria y de otro abuelo siciliano veterano de la primera guerra mundial, Ariel sostiene desde su querida La Matanza que se siente parte del ejército patriota que echó en 1806 y 1807 a los ingleses y que se institucionalizó a partir del 25 de mayo de 1810. Se sumó, junto a 18 compañeros de armas de su camada, a un contingente de unos 120 soldados de la Compañía de Ingenieros de Combate 601 que tenía a cargo “la construcción y destrucción de lugares, sitios y de puentes para para proveer a las tropas de la mejor situación”.
Al ser parte de una tropa táctica, Ariel vivió “una guerra muy distinta a la mayoría de los veteranos”. A contrarreloj, tuvieron que levantar defensas, minar los campos, preparar la posición de los cañones de artillería, e instalar los radares de los sistemas antiaéreos. “Una vez que se nos terminaron los pertrechos, porque empieza el bloqueo inglés con los submarinos y el ataque al Belgrano, tuvimos que tomar tres roles fundamentales: el control de la planta potabilizadora de agua porque teníamos en los kelpers enemigos permanentes; el control de la usina eléctrica; y a mí me tocó el control junto con otros soldados y dos suboficiales del taller público de allá donde reparábamos los vehículos de las tres fuerzas armadas”.
Desde este taller, pusieron en funciones las palas viales para simular, a partir del 1° de mayo, impactos de bala y de municiones en el aeropuerto. Es que los estadounidenses captaban imágenes con sus satélites y se las pasaban a los ingleses, quienes creían así que el lugar había sido devastado por las bombas. Sin embargo, las máquinas viales se encargaban de despejar la zona cuando aterrizaban los aviones desde Argentina, que así lo hicieron hasta el final de la guerra.
Esas hazañas no son tan conocidas. “Es parte de la batalla cultural. Para nosotros fue peor la vuelta al continente que la guerra. No pudimos hablar durante muchísimos años. Hoy lo estamos haciendo en forma independiente porque no existe una política de Estado para poder explicar todo lo bueno que hicimos en Malvinas”, precisa Ariel, quien cree que la decisión de la última dictadura de recuperar las islas, se trató de “una causa justa decidida por un gobierno injusto”.
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