La escritora argentina Magalí Etchebarne es la ganadora de la última edición del prestigioso Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero. Su libro La vida por delante no es una colección de relatos reunidos, sino que fueron escritos con un criterio de unidad.
Magalí es una joven escritora argentina y su libro compitió con más de 1000 obras procedente de 38 países.
Además de figurar en numerosísimas antologías, tiene publicado un libro de cuentos, Los mejores días y un libro de poemas, Cómo cocinar un lobo.
La vida por delante está compuesto por cuatro relatos: “Piedras que usan las mujeres”, “Un amor como el nuestro”, “Temporada de cenizas” y “Casi siempre desesperados”.
Por ellos desfilan mujeres que padecen las humillaciones que la vejez le inflige al cuerpo, otras que están acechadas por la oscuridad del pasado, dos medio hermanas que deben deshacerse de las cenizas de su madre, lo que implica asumir un desolador grado de adultez y una pareja que vive en un desencuentro permanente, como si la infelicidad y la exasperación continua fueran también una de las posibles formas del amor.
En ediciones anteriores son dos los argentinos que han ganado el Premio Ribera del Duero: Samanta Schweblin (Siete casas vacías, 2015) y Marcelo Luján (La claridad, 2020).
Aún con cierta perplejidad por las múltiples entrevistas y requerimientos tanto en Europa como en Argentina, Magalí Etchebarne dialogó con Tiempo Argentino sobre su libro La vida por delante.
–Si bien los géneros son sólo un intento de clasificación, no puedo evitar pensar que los relatos que integran tu libro tienden a la nouvelle. Generalmente, en un cuento el acontecimiento tiene igual o mayor valor que el personaje. En tus relatos, en cambio, los personajes son muy fuertes. ¿Vos cómo lo ves?
-Mientras escribía, en el primer momento, no pensaba qué género estaba escribiendo, pero luego, cuando comencé a darle forma a lo que escribía, a separarlo, porque algunos relatos estaban unidos en el origen, lo que comencé a preguntarme era, precisamente, lo que vos decís, si eran cuentos o no lo eran. Cuando empecé a agregar capas de pasado, tuve la sensación de que si no los separaba iban a llegar a ser no digo una novela, pero sí una nouvelle, porque, como decís, no hay un acontecimiento único y los personajes tienen mucho protagonismo.
Todo lo que les pasa a los personajes sucede en el presente de un viaje. En el primer relato no hay un viaje, sino el recuerdo de un viaje que es la luna de miel, pero el presente es ese día que la madre de la protagonista cumple 80, el segundo son tres días en las Cataratas del Iguazú, el tercero es el viaje de las hermanas que van a esparcir las cenizas de su madre a Mar del Sur y el cuarto, “Casi siempre desesperados” también es un viaje. Pero todo lo que pasa en ese presente se va ramificando hacia atrás.
–El jurado del Premio Ribera del Duero los consideró piezas de “narrativa breve”, dado que es precisamente lo que premia. Son piezas de narrativa breve aunque no sean cuentos en el sentido más clásico.
-Sí, mi idea era hacer un texto que tuviera cuatro partes, que se pudiera leer junto y que, a la vez, cada uno de los cuatro relatos se pudieran leer con independencia. Creo que más allá de que es cierto que no son estrictamente cuentos, se pueden leer de forma independiente, que no se precisa del resto para comprender cada uno.
Pensé que si se leían en el orden en el que están en el libro, que es como una sueña que sean leídos, se armaba un todo integrado por cuatro capítulos que terminaban tratando cuatro temas. No es que piense en temas, sino que pienso en personajes, pero cuando terminé de escribir pensé que la madre es un tema, el trabajo es otro tema lo mismo que la muerte y el amor.
Así lo consigné en el envío que hice al premio, ese fue el título, pero luego no prosperó y el título con que apareció el libro fue La vida por delante que en realidad, era el título del segundo relato que pasó a llamarse “Un amor como el nuestro”. Acepté cambiarlo porque me pareció bien. Además, yo soy editora. Trabajo en eso desde hace diez años y me pareció el colmo de una editora no cambiar un título que le sugiere otro editor. Luego me enteré de que al jurado sí le había gustado el título que puse originalmente. Al que no le gustó fue al editor.
-¿Por qué consideraste en primera instancia que era mejor un título que enumerara los temas y no otro tipo de título?
– Porque me pareció mejor eso que un título medio solemne, como de tratado. Traté temas dolorosos y oscuros, pero no quise ser solemne. Creo que los cuentos que integran el libro no lo son.
-¿Tenías confianza en tus textos cuando los enviaste?
-Mmmm… Me pareció arriesgado mandar un libro que solo tuviera cuatro cuentos porque me parecía que si había libros con más y eran buenos, era más fácil ganar, por ejemplo, con 12 que con cuatro.
-Vos concebiste el libro como totalidad, no es que reuniste cuentos que habías escrito, sino que te propusiste escribir un libro de cuentos. No es ese el mecanismo más frecuente, me parece.
-Claro, no es que reuní lo que tenía, sino que escribí los relatos específicamente para armar este libro. En mi libro de cuentos anterior, Los mejores días, no fue así, sino que fui reuniendo lo que había escrito. En ese momento, la editora de Tenemos las máquinas me sugirió que armara un libro con los cuentos que tenía y lo armé así.
No es que concebí La vida por delante como un libro, pero sí imagine cuatro partes. Cuando lo escribí me pareció que los cuatro relatos convivían bien. Creo que la muerte está un poco en todos. Si fueran canciones, pensaría que son canciones parecidas pero con diferente ritmo. Un amigo me dijo que los cuentos trataban sobre la incapacidad de ser felices que tienen los personajes.
-¿Y vos creés que es así?
-Sí, me parece que puede ser. Es cierto que les cuesta ser felices. Imaginé a los personajes demorados en el dolor. No es tan fácil salir del dolor y no siempre se sale para adelante. No creo en los que dicen que del dolor siempre se aprende.
-Bueno, se aprende a sufrir.
-Sí, se aprende solo a sufrir y esa es una idea que me disgusta porque hay muchas cosas que aprendí de la vida que hubiera preferido no aprenderlas sufriendo. Creo que de la alegría, de la felicidad, de la ternura también se debe poder aprender algo. Me parece que estamos demasiado pegados a la idea de que hay que sufrir para aprender.
-Pero tus personajes sufren.
-Sí, son personajes que siempre miran para atrás, les cuesta mirar hacia adelante.
–Es que el pasado siempre está latiendo en el presente.
-Sí, es cierto. El pasado es lo que tenés, lo que sabés. De la vida que tenés por delante no sabés nada. En el momento mismo en que me vaya de aquí, esta entrevista va a ser pasado y esa es una idea que me perturba mucho en general.
–¿Qué es exactamente lo que te perturba?
-Que el pasado crece y crece. Nunca deja de crecer y se vuelve cada vez más grande y no siempre la convivencia con ese pasado es armoniosa. Creo que los cuentos tienen distintos climas emocionales. Quizá el cuento menos trágico, el menos oscuro es el último porque se trata de una pareja estacionada en la incomodidad. Esa incomodidad que creo que puede significar la muerte del amor.
–Creo que a veces la incomodidad es una forma de relacionarse. Hay parejas que viven peleando como perro y gato y no encuentran otra forma de estar juntos. Y esto no solo pasa en el amor de pareja, sino también en otro tipo de relaciones como la de padres e hijos, por ejemplo.
-Claro, la pareja del último cuento, “Casi siempre desesperados”, no responde a los parámetros de lo que se supone que debe ser una pareja, pero de todos modos, es un organismo que funciona. Lorrie Moore tiene una frase muy buena que dice que el matrimonio es un degollado que pasea su cabeza por el pueblo. Y creo que, de alguna manera, la pareja de mi cuento es un degollado que pasea su cabeza por el pueblo, es un muerto vivo.
-¿Cómo surgen tus relatos?
-De una imagen, de algo que escucho, de un personaje que me imagino y que saco de la galera, pero que luego deformo para construir un personaje que tiene un poco de Frankenstein. No nace de un tema.
-¿Y cómo se arma el relato?
-El relato se me va armando mientras voy escribiendo y también mientras voy escribiendo me doy cuenta de los personajes que estoy construyendo.
–¿Por ejemplo?
-En el segundo relato me di cuenta de que había construido una mujer que esta amargada, triste y apagada, pero no me daba cuenta de lo que le había pasado. Ahí nació la idea de que era alguien que tenía que salir de algo,tenía que superar algo pero no lograba hacerlo.
-¿Se trata de la incapacidad para a ser feliz que mencionabas antes? -Sí, pero no estoy de acuerdo con quienes afirman que la felicidad es un estado al que se llega, un bien que se consigue. Me parece que el amor, como la alegría, como la borrachera son momentos, solo duran un rato.
-Creo que en algún momento vas a escribir una novela. Lo digo por las características de tus cuentos, aunque las clasificaciones de género son siempre muy discutibles.
-Sí, de hecho lo que estoy haciendo ahora, o lo que por lo menos estoy intentando hacer, lo imagino como algo que no es un cuento.
Cuando viajé a España por el premio, me preguntaron mucho por el género, porque allí tienen el concepto de que el cuento es un género de iniciación, como lo que se escribe antes de escribir una novela.
–Qué curioso. Aquí es al revés, quizá porque hemos tenido cuentistas como Borges, como Horacio Quiroga y tanto otros, pero el cuento se considera un género muy difícil porque en la brevedad no se puede fallar en nada. Todo tiene que ser muy preciso. Aquí sería muy difícil pensar el cuento como género menor
-Es lo que yo decía, porque aquí para nadie el cuento es un género menor, sino todo lo contrario, es un género muy fuerte.
–Quizá confundan el género con el marketing.
-Sí, a las novelas es más fácil venderlas. Los cuentos, en cambio, son menos vendedores.
Pero en España los consideran algo así como el arenero de la escritura para ir hacia la novela.
Pero a mí el cuento es lo que más me gusta. Más allá de que mientras escribía lo que luego del premio se llamó La vida p
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