A los 73 años, el entrenador describe el proyecto de Uruguay desde su mirada de docente. Camino a su quinto Mundial, dice que “el fútbol es un vehículo irremplazable para llegar a cosas más importantes, como ser buena persona”.
–¿Cómo se vuelve a jugar al fútbol bajo pandemia?
–Incertidumbre quiere decir que no se sabe lo que puede pasar. Pero basta darle una mirada a la información de la situación sanitaria: Sudamérica en este momento es el centro de la pandemia mundial. No se puede decir alegremente “vamos a volver a jugar y ya está”. Es loable querer reiniciar las actividades, pero sobre la marcha se va a ver lo que se logra. Las Eliminatorias me preocupan mucho más que la Libertadores. La razón de ser de las selecciones es clasificar a los Mundiales y ya se hizo un daño enorme a nivel mayores y juveniles en nuestro proceso de trabajo.
–¿Qué tiene el Tabárez entrenador del Tabárez maestro?
–Lo parecido que tiene estar frente a una clase de niños y a un plantel de futbolistas es que son grupos humanos. Y todo lo que se sabe de la dinámica de los pequeños grupos cabe ahí. Se trata de trabajar en contenidos, valores, relacionamientos, y en darles significados a las cosas que se hacen. Lo sigo haciendo, pero no pensando como maestro o dando discursos, porque no lo soy desde el 85, cuando tuve que tomar una decisión y me dediqué al fútbol.
–“No se me ocurre que una persona que no sea libre sea un buen jugador”, dijo.
–Cuando uno está condicionado o presionado por determinadas cosas, las decisiones no son tan libres como deberían serlo. La libertad es un valor esencial, tanto en los niños como en los jugadores. Se entrena, se habla de situaciones básicas, de jugadas. Pero hay que darle libertad para la toma de decisiones. Es el rasgo distintivo del futbolista. Casi todos los futbolistas profesionales paran bien la pelota, le pegan bien, tienen habilidad y físico. Pero los que se destacan, los grandes, son los que toman decisiones adecuadas a la situación, los que afloran eso a través de la personalidad.
–En 2006, cuando inició el proyecto en la selección de Uruguay, puso en el centro a la persona-humana y no al futbolista. ¿De qué se trata?
–Tiene que ver con las selecciones juveniles, una gran parte del proyecto, que ha crecido. Por primera vez en Uruguay hubo una línea gruesa común entre la selección mayor y las juveniles. Y después de un tiempo de rodaje, ahora se da que muchos jugadores que estaban en juveniles por fin pudieron ser un real aporte a la mayor. No sólo aprovecharon la oportunidad, sino que algunos se transformaron en importantísimos en la estructura actual, como Valverde, Bentancur y Nández. Han aparecido jugadores que están haciendo su camino y le dan significado a lo que hacen. Eso se trata de favorecer cuando están en juveniles. Y ya estamos pensando cuando no estemos nosotros qué va a pasar con la selección.
–¿Cómo cambió el fútbol desde Italia 90, su primer Mundial como DT, a Rusia 2018?
–No cambió el fútbol: cambió el mundo. Nada que ver lo que era en los 80 en cuanto a organización y a los ingresos que tenían los clubes para solventarse. En aquella época, los grandes clubes de Europa, donde está el centro del fútbol mundial, tenían como principales ingresos la venta anticipada de entradas, los abonos, y las transferencias de los futbolistas. Ahora están los derechos televisivos y el merchandising, y se manejan cifras increíbles. Cuando sentí hablar de la posible transferencia de Messi… Merecidamente gana lo que gana: lo que escasea es más valioso. Pero lo que gana el Barcelona por Messi, lo que gana la Liga, lo que gana España… Es otro mundo y tiene mucha influencia la tecnología en cuanto al apoyo al futbolista en su preparación y evaluación, a la competitividad. Referido a los equipos y los resultados a largo plazo, ahí están los mejores jugadores del mundo: los que mantienen eso, los Real Madrid, Barcelona, Manchester United, son los que tienen más dinero y por ende los mejores jugadores. Y uno le busca otra vuelta al fútbol.
–¿Cuál?
–Para mantenerse en el tiempo, uno depende de los futbolistas. El futbolista es la esencia del fútbol. Todo lo que existe en el fútbol está para apoyar la acción de los futbolistas en el campo. La infraestructura, los complejos deportivos, los viajes, los descansos. Ese apoyo al futbolista es muy superior al que había en otras épocas, más allá de que el fútbol mantiene ciertos rasgos, como que sea significativo para el que lo mira, para el que intenta practicarlo, y andar recogiendo experiencias. Así se hizo en Uruguay y Argentina, los primeros grandes equipos del mundo. Y entonces, ahí esos valores: el jugar con libertad y el divertirse, el darle un significado que tiene que ver con el país de origen. Argentina, Uruguay, Brasil, Italia, Inglaterra y Alemania tienen una cultura futbolística que no tiene nada que ver con el poderío económico. La cultura es que la gente de esos países siente una pasión increíble por el fútbol y lo hace parte de la identidad nacional. Los hinchas son los que hacen la historia del fútbol.
–¿Al futbolista le cuesta salir de la burbuja para involucrarse en temas sociales, cuando la carrera dura poco más de 15 años?
–No alcanza con que el futbolista piense en temas sociales: a veces ni piensa. La mayoría, sobre todo en Sudamérica, viene de capas sociales más humildes, de zonas carenciadas. Una vez el periodista uruguayo Franklin Morales escribió en una colección de libros sobre el Uruguay llamada Nuestra tierra algo que me quedó grabado. Inclusive cuando preparé mi carpeta en el curso de entrenador le puse ese acápite. “El futbolista es hijo de la cultura de la pobreza. Sólo cambia sus parámetros cuando va caminando por el túnel hacia la cancha y lo ensordece el frenesí de los aplausos”. O sea, no está preparado para ciertas cosas y las tiene que vivir. Nosotros en el proyecto trabajamos sobre eso. No es cuestión de jugar bien o mal. Es darle significado a lo que se está haciendo, prepararse, tomar decisiones en la cancha. Y fuera de la cancha. Saber de quiénes se rodea, en qué espejos se miran, cómo elegir aprovechar el tiempo. Prepararse –y reinventarse– futbolísticamente. Cada vez creo más en este proyecto y en esas historias. Cuando supera por sí mismo un momento de dificultad y consigue lo que quiere, el futbolista ya no da marcha atrás. El jugador tiene que saber de todo un poco y conocerse a sí mismo. Saberse dirigir y buscar apoyos.
–“El Maestro Tabárez no sólo forma futbolistas. Forma hombres que después tienen que resolver problemas en sus casas, situaciones que están muy lejos del fútbol”, dijo Diego Maradona.
–No sabía que había dicho eso. Hace poco tuve un contacto. Él ahora también es entrenador y a veces los entrenadores intercambiamos sobre futbolistas. Pero eso notan desde afuera. En el Uruguay tenemos un gran tesoro, la base de todo: el fútbol infantil. Casi todos los futbolistas que están en la selección se iniciaron en el baby fútbol. Ahora, cuando se reinicie, algún niño de los muchos que va a haber jugando, en un tiempo prudencial puede ser que juegue en la selección. Pero es una minoría. Casi 70 mil niños juegan al fútbol infantil por año, en una actividad que congrega cerca de 300 mil personas cada fin de semana entre niños, entrenadores, familia y público. El fútbol profesional en Uruguay está lejos de convocar tanta gente. Cuando se habla del futuro de esos niños como futbolistas profesionales, se toma el parámetro de cuántos logran el pase a Europa, ya que es objetivamente el salto social. El porcentaje es del 0,06%. Menos del 1% va a tener esa posibilidad. ¿Somos magos para descubrir cuáles van a ser? ¿No trabajamos? Cuando son niños, uno se da cuenta quiénes juegan un poquito mejor y llaman la atención, pero no es definitivo. Hay que trabajar inclusivamente, formar personas. El futbolista tiene que estar respaldado por lo que es como persona. De todos los que juegan, algunos van a dar el salto a Europa, otros pueden jugar en la selección, otros van a jugar en Primera, otros irán al fútbol amateur y universitario. Y algunos no van a hacer nada relevante. Pero el fútbol, por el sólo hecho de practicarlo cuando se insiste en el trabajo de valores, es un vehículo irremplazable para llegar a cosas más importantes que el fútbol, como ser buena persona. El respeto, en nuestro complejo, es palabra santa. Para todos los que están y ayudan. Para el que alcanza el agua, el que da la camiseta, el que le corta el pasto de las canchas. Cuanto más tengamos de esas oportunidades, y cuanto más ayudemos a los que tienen menos porque la vida no se las dio, es mejor esa tarea importantísima.
–En 1990, en El Gráfico, dijo que le gustaban “los guerreros que juegan al fútbol” y un juego “más bien atildado”. ¿Lo mantiene?
–Todos los entrenadores tenemos nuestra manera de apreciar. Pero jamás hablé de mi manera de jugar como ejemplo ni tampoco me sumo a las modas. Ahora no hay equipo que no haga posesión de pelota. No me convence. ¿Por qué voy a ir con una moda? ¿Por qué voy a obligarme a ver a mis defensas centrales como los jugadores que más tiempo tienen la pelota? ¿Qué quiere decir esto? Que no se verticaliza el juego, que se demora demasiado en esa zona. El fútbol es ir para adelante. Cuando no se puede, hay que buscar caminos intermedios, pero no al punto de contradecirse con la idea misma. Carlos Vaz Ferreira, un pedagogo uruguayo dedicado a la educación, a quien estudié cuando hice el Magisterio, decía que cuando una idea se defiende a ultranza y entra en polémicas, como en el caso de los sistemas de juego, se contradice consigo misma. Porque se le da lugar a la exageración y no a pensar en el fútbol como lo que es: un juego de raíz. Desde que se inventó el fútbol hubo arquero, defensa, delanteros primero, después mediocampistas. Y cada vez se fue poniendo más jugadores en defensa para responder a cierto sentido del equilibrio entre defender y atacar. Hay que pasar por las dos situaciones en un partido. Y no se puede descuidar. La palabra equilibrio es muy válida para el fútbol y la vida. Me da risa cuando dicen: “¡Qué técnico valiente! Va a jugar igual a todos lados”. Y a veces está en un equipo chico y no tiene el nivel de jugadores de otros equipos, y cuando pierde, se olvidan de la valentía. Dicen que es el responsable, que es “temerario”. El fútbol no se puede jugar a través de lo que se dice. No es decir, como si fuera un certificado de calidad: “A mí me gusta el fútbol de propuesta”. Entonces: “A este no se le puede decir nada porque es de fútbol de propuesta. A este sí porque es viejo y todavía gasta demasiado tiempo en la preparación de los aspectos defensivos”.
–¿Por qué “Boca le regala a sus hinchas lo que la vida no les da”?
–Lo pienso desde la primera vez que me tocó ir a Boca, en el 91. Fuimos a Huerta Grande, a Córdoba, y bajamos del ómnibus y la gente se abalanzó encima de los jugadores. Me parecía estar viendo manifestaciones que se ven en conciertos de rock. En un país de tanta población y cultura futbolística como Argentina, la mayoría de la gente de Boca se vanagloria de sus orígenes. El apodo de “bosteros” lo aceptan, pero de distinto significado, no como el que trató de ofenderlos. En cualquier equipo hay gente de todos los estratos sociales. Pero en Boca hay muchísimos hinchas humildes y del interior. La otra vez me encontré con que en uno de los muros de La Bombonera está inscripta esa frase.
–¿Cómo prepara El último baile con Uruguay hacia Qatar 2022?
–Por deformación profesional, vi la serie de los Chicago Bulls y Michael Jordan y le presté mucha atención a lo que hacía el entrenador Phil Jackson, de los más importantes de la NBA, que en el primer entrenamiento de su última temporada, les dijo: “Vamos a prepararnos para el último baile”. Era la disputa del torneo. Y ganaron el sexto anillo. Yo hice una proyección. Se lo comenté a mis compañeros del cuerpo técnico y trascendió. Por la edad que tengo es inimaginable que esté en el Mundial 2026, y lo mismo los jugadores de 32, 33 años, que están vigentes. En ese sentido, lo del “último baile” es una motivación para aprovechar al máximo la última oportunidad. No hay nada más lindo que eso.
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