La reconocida directora, una de las pioneras del nuevo cine argentino, estrena este jueves Los impactados, un film que reúne varias de sus obsesiones. Los cambios en la industria del entretenimiento, sus prioridades como madre y el poder de daño del gobierno del presidente Milei.
Ada, la protagonista de Los impactados, es otro de esos casos. Se trata de una veterinaria que, durante una jornada tormentosa, es alcanzada por un rayo que la deja malherida en un hospital. Ada sobrevive, pero ya no es la misma. El impacto le ha dejado marcas visibles en el cuerpo, algunas dolencias físicas y alteraciones psicológicas, incluyendo una hipersensibilidad sonora. Pero lo más notorio es que Ada no podía quedar embarazada y, a partir de ese impacto, “normaliza” su sistema reproductivo. Los cambios de Ada (la actriz chilena Mariana Di Girolamo) la llevan a meterse en un grupo de autoayuda, integrado por sobrevivientes de impactos similares que tienen métodos poco convencionales y a veces bastante peligrosos para calmar sus dolencias.
A partir de esa trama, inspirada en un caso real, Los impactados cuenta una historia de descubrimiento, de investigación psíquica y sexual de parte de una mujer cuya vida cambia radicalmente. Germán Palacios –como el creador de las terapias alternativas y líder del grupo de autoayuda que Ada adopta–, Guillermo Pfening, Osmar Núñez y Moro Anghileri completan el elenco de este film que se ubica en una zona intermedia entre el drama y el film de suspenso. De paso por Buenos Aires en medio de un rodaje en México, la realizadora, hija del reconocido cineasta Luis Puenzo, habló acerca de esta película (que se estrena el 29 de febrero), de sus idas y vueltas entre el cine y las series, y de la delicada situación de la cultura en la Argentina.
“Este es un proceso muy atípico porque no es un guión original mío –explica–. Me lo acercó una artista plástica amiga, Lorena Ventimiglia, que andaba hacía tiempo detrás de esta idea, estudiando las marcas de Lichtenberg (nombre que se le da a las figuras que dejan estas descargas eléctricas en el cuerpo) y pintándolas. Me acercó una primera versión y me propuso que la escribamos juntas, que yo la dirigiera y ella sea la directora de arte. Muy rápidamente, sólo empezando a rasquetear en grupos de impactados y médicos de terapia electroconvulsiva, encontramos a nuestra protagonista por el caso real de una chica que había tenido una menopausia precoz y cuyos ovarios, después de un impacto, volvieron a ovular. Es loco todo lo que tiene que ver con los impactados. Parece del orden de la ciencia ficción y, en realidad, lo único así son los golpecitos de tensión que se dan cuando tienen sexo. El resto es todo real. No hay invención ahí, más allá de lo que pueden ser sus alucinaciones. La película apuesta a que el espectador viva esas alucinaciones y que no sepa en qué camino está. Pero el resto, todo es recopilación de datos extraños que encontramos.”
-¿Qué es lo que te interesó especialmente del tema?
-Hay algo de la combinación de una historia extremadamente médica con la fuerza poética que tiene la idea de la reconfiguración sináptica que me parece fascinante. La idea de que algo tan aleatorio e imprevisible como un rayo que te elige a vos y no a mí, que estoy a un metro tuyo, te surca electricidad y eso hace que te tengas que reconfigurar porque no entendés más quién sos ya que te pulveriza la cabeza, me parece una idea muy científica, muy poderosa y muy poética. Me imantó esta idea de no entender quién sos y tener que reinventarte. No soy ingenua, sé que la película es un híbrido. Es extrañísima, en su tono y en su género, y sin embargo me daban muchas ganas de hacerla. Había algo de partitura visual y sonora a nivel experimentación que me parecía muy intrigante.
-Hay una línea temática en tu obra que tiene que ver con lo médico, con la extrañeza del cuerpo, sus comportamientos y nuestra relación con eso. ¿Sentís que ese es uno de tus temas principales?
-Soy consciente que hay acá una mezcla de temas que me interesan, de los cuerpos que para la sociedad pueden no ser normales, o de cierto orden de los márgenes, de personas desclasadas, o de lo médico y genético que por algún motivo es recurrente y vuelvo ahí. Me pasa incluso que, si entro a una librería, voy a ese sector, como si algo me imantara, una vocación frustrada.
-¿Sentís que películas como XXY o incluso El niño pez estaban adelantadas a su tiempo, que hablaban hace 15, 20 años de temas ligados al género y a la sexualidad que recién más adelante empezaron a ser parte del debate público?
-Me acuerdo que gran parte de las personas que vieron XXY pensaron que lo que contaba, la historia de un adolescente intersex, era del orden de lo mitológico, que no existían. El mundo cambió drásticamente muy poco tiempo después y, ya con la Ley de Identidad de Género y con la llegada de la información a los medios, se masificó. Pero en esa época hasta gente muy culta y muy cercana a esos temas no tenía ni idea.
Entre series y películas
Hasta el estreno de Wakolda, que pasó por Cannes en 2013, la carrera de Puenzo seguía los lineamientos típicos de cualquier joven cineasta argentino: conseguir dinero, filmar películas, ir a festivales y estrenar, como en loop. Pero en esos años la producción de series empezó a crecer en América Latina y Lucía fue una de las primeras en adaptarse al nuevo formato, empezando con Cromo y siguiendo con la chilena La jauría hasta llegar a hoy, que la encuentra trabajando en dos series en México, mientras en paralelo tiene dos proyectos de cine encaminados, uno en la Argentina y otro en Estados Unidos (ver recuadro).
-¿Qué te llevó a pasarte al mundo de las series?
-El tiempo es finito y uno elige donde pone su atención. Me llamaron de Chile los Larraín para una serie y me fui a hacer eso dos o tres años, con una beba. Y cambia la ecuación. Una serie toma mucho tiempo, son maratones. Cuando tuve a Nina me dediqué también a Los invisibles, una novela que escribía cuando ella se dormía. Para mí, volver a hacer cine con La caída (realizada en México en 2022) implicó hacer mucha fuerza en el cronograma anual. Y ahora quiero volver a filmar una película cada año y medio. Además, yo quiero seguir viviendo acá y que Nina vaya al colegio público, por lo que trato de meter todo lo que sea rodar afuera en vacaciones. Con Los impactados volví a filmar acá después de casi diez años y extrañaba mucho filmar en Buenos Aires.
-Pese a todo no te querés ir a vivir afuera…
-No dudé nunca de que quiero vivir acá, filmar acá y que mi hija crezca acá. Tengo claro que no pienso migrar a ninguna parte. Siempre escribo historias para filmar acá y las que filmo afuera es porque no hay más remedio. Peleamos mucho para hacer la serie que estoy filmando ahora en la Patagonia y tuvimos que reescribirla para el sur de México. Pero no siento que sea menos importante o menos personal que mis películas. Es cierto que hacer series todavía se percibe como un corte pero también es un corte la maternidad o la literatura. Y no se pueden hacer todas las cosas.
-¿Sentís que perdés independencia al meterte en el mundo de las series?
-Obviamente que, a diferencia de Los impactados, que tuvo productores amigos de hace años y el corte final es mío y tengo libertad absoluta en todo, en una serie tenés que hablar de los guiones con 15 personas que opinan. Y lo mismo en el rodaje. Pero, en mi experiencia al menos, se hace de manera muy respetuosa. Siempre hay discusiones y a la larga, si el equipo de autores defiende apasionadamente una idea, la aceptan. Lo mismo me pasa con los cortes: nunca tuve un gran conflicto de tener que ceder un corte o cerrar un guión que no me gustara. Pero hay que estar dispuesto a hablar con gente y a convencerlos, que es un montón de energía puesta en argumentar tus ideas. No dirijo todos los episodios, pero los escribo, los superviso y edito, que es una manera de no perder ese olorcito autoral.
-¿Cómo ves la situación del cine argentino a futuro en función del interés del gobierno en desfinanciar el INCAA y su desprecio absoluto por la cultura?
-Estoy preocupadísima. Nunca vimos este nivel de demonización del arte y la cultura, de habernos convertido en enemigos simbólicos de este gobierno, de la violencia institucional que se ejerce contra la cultura. Pareciera ser que el presidente eligió enemigos y ahora se divierte fortaleciendo esa posición. Creo que el panorama es oscurísimo, inédito. Es una guerra cultural como no hemos visto nunca. Y no es solo para el arte y la cultura. Mi hija va a la escuela pública y pasa lo mismo ahí y en todos los órdenes. Nunca vivimos algo así y esto recién empieza. La batalla va a tener que ser permanente, vamos a tener que dar peleas en todas las áreas, todo el tiempo. «
Dirección: Lucía Puenzo. Guión: Lucía Puenzo, Lorena Ventimiglia. Elenco: Mariana di Girolamo, Germán Palacios, Guillermo Pfening y Osmar Núñez. Estreno: 22 de febrero, en cines.
El estreno de Los impactados interrumpió el rodaje, en México, de Futuro desierto, una serie “de ciencia ficción sobre inteligencia artificial”, que va por su quinta semana de filmación y estrenará Paramount+.
Pero Lucía Puenzo ya está abocada a lo que sigue. Apenas termine esta serie arrancará a rodar para Netflix Nadie nos vio partir, serie que adapta la novela autobiográfica de Tamara Trottner que narra la persecución de una madre por recuperar a sus hijos que fueron secuestrados por su esposo en los años ‘60, situación que enfrentó a dos importantes familias de la comunidad judía de México.
En el 2025 volverán las películas. Primero será La pistolera, en la que se contará unos meses, a fines de los años ‘80, en la vida de Margarita Di Tullio –conocida por su apodo Pepita La Pistolera–, que interpretará Luisana Lopilato en una película que contará con la producción de Disney.
Luego llegará el turno de Marcelo en el mundo real, adaptación de la novela del mexicano-estadounidense Francisco X. Stork que se filmará en Boston y en Vermont. El film desarrolla las dificultades en la adaptación de un joven de 19 años que está en el espectro autista y que, al salir de la escuela, empieza a trabajar en un importante estudio de abogados, cuyo mayor accionista es su padre.
“Se cuentan muchas historias del universo de niños, niñas y adolescentes autistas o en el espectro, pero muy poco de ese momento en el que tienen que irse a vivir solos”, puntualiza Puenzo.
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