Fue la postal más viralizadas del frío intenso en este comienzo del invierno en la Argentina. Tiempo llegó a Isla Grande y habló con un especialista que contó cuál es la realidad. Otro fenómeno que perciben: las aves migratorias se están quedando más tiempo en la isla.
Tiempo llegó al sitio fueguino para buscar explicaciones sobre el fenómeno que causó asombro en todo el mundo y dialogó con Tabaré Barreto, integrante de la ONG Estepa Viva, quien filmó el video que circuló por las redes.
El especialista habló desde la Reserva de Aves Playeras “Cabo Auricosta”, en la Isla Grande. La reserva provincial tiene una longitud de 220 kilómetros que va desde la Bahía de San Sebastián hasta la desembocadura del Río Ewan.
En diálogo con Tiempo, el investigador explicó que el mar no se congela tan fácil, el agua salada se congela a una temperatura menor a cero grados. Lo que se vieron son pequeñas escamas de agua salada que se congelan superficialmente cuando el agua está más quieta pero que no alcanza a armarse un bloque de hielo como en la Antártida. Cuando llega con el oleaje hasta la costa se empieza a congelar.
Jacobo Martín, oceanógrafo e investigador de CADIC-CONICET, indicó en un escrito científico que el paisaje de orillas heladas puede tener su origen en más de un factor: “El punto de congelación del agua de mar es más bajo que el del agua dulce, por la presencia de sales disueltas. Otro aspecto muy importante es que el mar está generalmente en movimiento (olas, corrientes), lo que distribuye continuamente el calor y dificulta que alguna porción del agua se congele”.
“Lo que sí ocurre con frecuencia en aguas resguardadas, de poca profundidad, con poco movimiento, es decir más o menos ‘encerradas’ (como la emblemática bahía del centro de Ushuaia), es que se congelan parcial o totalmente. En ese caso las entradas de agua dulce provenientes de las cuencas andinas, facilitan su congelamiento superficial”, agregó el investigador.
Mencionó que otro factor a tener en cuenta es que las mareas son muy importantes en esta zona de la Patagonia: «si bien en Ushuaia se experimentan mareas de menos de 2 metros de amplitud, en la fachada atlántica de la Isla Grande de Tierra del Fuego las mismas aumentan rápidamente hacia el norte (alcanzando más de 10 metros en Bahía San Sebastián). Esas amplitudes de marea de varios metros (medidos en vertical) pueden producir, en horizontal, unas llanuras intermareales muy amplias, con humedad y láminas finas de agua repartidas en un amplio sector expuesto al frío y el viento, y que no va a ser recubierta por el mar hasta al menos 12 horas después«.
Y concluyó que el resto del trabajo lo hace el frío, que ha sido intenso en estas semanas y que genera una pérdida de calor sensible en las gotas de agua sobre la playa, «y eventualmente también el viento, que produce además una pérdida de calor latente y salpicaduras de agua. El escenario tan fotogénico de las playas cubiertas de hielo no indica que las olas se hayan congelado, el congelamiento progresivo de diminutas gotas de agua, superpuestas unas sobre otras y dispuestas en bandas según el nivel del mar se retira con la marea bajante, generan ese interesante paisaje, que parece sugerir a la imaginación que el mar se haya congelado instantáneamente de un plumazo, pero que no se ajusta a la realidad”.
En diálogo con Tiempo, la bióloga Lorena Ladux, comentó otro fenómeno que perciben en la región: “Lo que estamos observando actualmente es que muchas aves migratorias cada vez se quedan mayor más tiempo en la isla”.
Ladux, que trabaja en la Dirección General de Biodiversidad y Conservación de la secretaria de Ambiente de la provincia, explicó están viendo año tras año un cambio de temperatura del ambiente: «estamos evaluando que puede ser uno de los factores por los que una población grande de individuos que deberían migrar se está quedando”.
Un ejemplo es el de los cauquenes. En la provincia más austral del país cuentan con tres especies. De esa variedad de ejemplares, los comunes se están quedando sin migrar al norte del país. Ladux contó que “la reserva Cabo Auricosta se formó principalmente para poder cuidar a las aves playeras que vienen todos los años a partir de octubre desde el Hemisferio Norte (Estados Unidos y Canadá) recorriendo 16 mil kilómetros para comer y descansar. Y otras especies que vienen de la zona norte del país a comer, descansar y reproducirse. Desde marzo y abril comienza su proceso de migración”.
Entre el hielo del mar, la amplitud de temperaturas y el fenómeno de las aves, se vuelve imposible no referirse al cambio climático. Subraya Ladux: “Debido a acciones antrópicas hay un aceleramiento del cambio climático. Vemos que las temperaturas –si bien este año es muy particular– en invierno han sido mucho más benignas y sobre todo lo vemos en la biodiversidad que debía migrar”.
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