Los rostros de los ex presos que se integran a la sociedad a través del mundo cooperativo

Por: Jesús Cabral

Cada vez más personas salen de la cárcel y encuentran su lugar en el trabajo social. Hay cooperativas de distintas tareas y entre todos quieren armar una federación.

Estuvieron presos, salieron, y ahora se unieron para formar cooperativas y realizar trabajo social en los barrios. Cada uno lleva adelante una tarea distinta, pero todos se identifican con la misma bandera, la de ex detenidos. Y, además, pretenden armar una Federación de Cooperativas de Liberados.

Leonardo Sosa tiene 35 años y estuvo ocho de ellos privado de su libertad. Cuenta que al salir de la cárcel se encontró con Alberto de la Torre –que protagonizó el robo del siglo en una sucursal del Banco Río–, y al poco tiempo, con Sergio López Mandri –presidente de la Comisión de Liberados– y con Matías Demicroff.

Juntos, se organizaron para producir un cambio cultural, pero no pensaron sólo en ellos, sino también apuntaron a los compañeros que iban saliendo de la cárcel y a los que aún permanecen adentro.

“Nos formamos a través del cooperativismo, fue lo que nos ayudó a solucionar el problema de la ausencia de trabajo, y encontramos la salida en la autogestión. Así construimos nuestros propios emprendimientos, nos reunimos con los compañeros de la Cooperativa Cabrones, que es la pionera en contextos de encierro, y nos organizamos”, cuenta a Tiempo Leonardo Sosa. “Hay cooperativas que todavía no están matriculadas, solo tienen número de expediente, pero lo importante es que ya están trabajando. Hay uno o dos compañeros en cada punto de la provincia de Buenos Aires haciendo algo y ayudando a la gente. Realizan trabajo remunerado y también social. Nuestro objetivo es armar una Federación de Cooperativas de Liberados”.

Leonardo vive en el barrio Villa Angélica, en Florencio Varela. Allí lleva adelante un proyecto de recreación cultural y deportiva junto a la Asociación Civil Trabajando por el Progreso, que cuenta con una escuela de hockey social y popular para chicos y chicas de 5 a 18 años, y funciona en un predio recuperado.

Por su lado Matías Demicroff y Sergio Fuentes, ambos del barrio Villa Jardín, en La Matanza, realizan trabajo social a través de la Asociación Civil «El Grito Sagrado», y como socios de una cooperativa de construcción firmaron un convenio con la Municipalidad de Lanús.

“Cada una de las personas que llevamos adelante este proyecto tenemos alguna formación. Yo estoy estudiando periodismo. Nos replanteamos como sujetos y salimos a trabajar, primero para estar bien nosotros, pero también para mostrarle a la sociedad que si las personas tienen la posibilidad de hacer algo productivo, lo hacen. El problema es que nuca la tuvieron”, enfatiza Leonardo.

En Villa Palito, La Matanza, Oscar Milla trabaja con la Cooperativa de Construcción. Una tarea central en la reorganización del barrio es alejar a los pibes de la venta de drogas, un abordaje complejo que realizan a través de una organización vecinal. En Villa Adelina, Matías Pepi también hace trabajo en prevención de adicciones, desde la Cooperativa de Reciclado y Construcción.

“Quienes somos parte del proyecto tenemos un prontuario delictivo, claro, pero nosotros queremos romper con ese estigma. Hace años que venimos trabajando, lo hacemos de corazón, en silencio y con perfil bajo. No esperamos nada del Estado, tampoco del sector privado, porque son los primeros que nos criminalizan, pero sí creemos en la gente del pueblo y en los trabajadores, es con ellos con quienes queremos construir”, expresa Leonardo.

Carlos Alegre y Ángel Monzón están en barrio Santa Ana Florencio Varela, donde llevan adelante un trabajo institucional de mejoras y mantenimiento de las instalaciones de la sociedad de fomento y brindan cursos de alfabetización. Diego Cambria, de Villa Argüello, en Berisso, es un propulsor de la urbanización comunitaria del barrio. Y Claudio Castaño es socio en la Cooperativa Textil Hombres y Mujeres Libres, con sede en el barrio porteño de Chacarita.

“La idea es mostrarle a la sociedad que se puede cambiar el pensamiento de las personas que cometen delitos contra la propiedad privada, sólo hay que hacerlos participar en la educación y el trabajo digno. Cuando una recupera la libertad, no hay ningún acompañamiento, nada de lo que estipula la ley funciona. Y a un ex detenido no hay que volverlo a condenar, porque ya cumplió, hay que ayudarlo a que sea una mejor persona. Nuestro objetivo es claro y preciso, generar un empleo genuino para aquellas personas que no lo tienen”, asevera Leonardo.

Moisés Herrera y José María Herrera trabajan en la Villa los Álamos, en Quilmes, donde coordinan un club de fútbol del que participan alrededor de 120 pibes. Oscar Cajal, en San Martin, anima la Cooperativa de Talabartería «Trabajo en Cuero».

El esfuerzo y la perseverancia de los muchachos llegó hasta la Costa Atlántica. Mariano Bocazi está en Santa Teresita, con la Asociación Civil Construir. Allí funciona la Cooperativa “Reciclando Vidas”. Bocazi es miembro del Patronato de Liberados, y coordinador del proyecto de sillas de ruedas anfibias del Rotary Club local.

Carlos Mena es de Villa Bajo, en Quilmes, y se encarga de la Comisión Tallerista de Filosofía, enseña en institutos de menores y en la Unidad N°23 de Florencio Varela. También en Quilmes está Emir Longarini, en el barrio La Pepsi, con la Cooperativa “Presidente Perón de Parquización”.

“Todos los que reclamamos nuestros derechos cuando estuvimos en la cárcel, fuimos perseguidos por el Servicio Penitenciario, torturados y amenazados. Pero esto, estar todos juntos, nos hizo fuertes, porque nos ayudó a comprender que solos no podemos”, asevera Leonardo, y finaliza contando su emoción: “En lo personal me ayudó a proyectar mi vida, tengo una familia, quiero ser profesional y estoy construyendo mi casa. La mayoría de mis compañeros van por el mismo rumbo. Pero todos tenemos un objetivo en común, que es abrazar a los detenidos y sus familiares, porque las cárceles son una deuda de la democracia”.

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