En una época en la que el conocimiento científico es negado desde los medios, las redes y el propio gobierno, la idea de fomentar las capacidades críticas necesarias para la comprensión de la ciencia parecería ser una solución. Pero ¿qué pasa si incentivar el “pensamiento crítico” en realidad termina alentando las posiciones negacionistas?
“Vagos socialistas que escriben papers de cuarta”, vociferó el presidente de la Nación para describir el abrumador consenso científico mundial sobre el cambio climático.
Vivimos en una época en la que todo el mundo cree, erróneamente, tener la capacidad cognitiva de pronunciarse sobre cualquier tema porque supuestamente aún sin tener una especialización, el estar formado en habilidades críticas debería ser suficiente para evaluar de primera mano la evidencia y tomar decisiones informadas.
Pero ¿no será que en el afán de mantener esta postura políticamente correcta hemos estado, paradójicamente, incrementando, en lugar de disminuyendo, las actitudes anticientíficas? ¿No deberíamos promover las actitudes “Correte, Javo, dejá hablar a la gente que sabe” y “Manu, ponete un saquito y andá a tu cuarto a jugar al Age”? O, en otras palabras, ¿no deberíamos pensar que cuando no somos expertos en un área simplemente debemos confiar en el consenso experto en lugar de en nuestras propias e individuales capacidades críticas?
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Cuando Milei, Adorni o cualquier otro negacionista dicen las barbaridades que dicen, tenemos aparentemente dos opciones para intentar explicar lo que está pasando por sus cabecitas. La primera es considerar que carecen de la información necesaria respecto del tema sobre el que están opinando. La segunda es considerar que lo que falla en estas personas es la forma de procesar la información, de razonar: quienes son negacionistas lo serían porque evalúan mal la evidencia científica, y habría que enseñarles a evaluarla bien.
En este sentido, la preocupación por enfocarse en el desarrollo de habilidades críticas no es una novedad. De hecho, por tomar un ejemplo importante, en los Núcleos de Aprendizaje Prioritarios (NAPs) de segundo ciclo de primaria que proporcionan una base común para la enseñanza en todo el país, se señala que la escuela, en el área de Ciencias Naturales, debe ofrecerles a sus estudiantes “situaciones de enseñanza que promuevan la reflexión crítica hacia los productos y procesos provenientes de la ciencia”.
Entonces, pareciera ser que lo valioso aquí es lograr que la gente llegue a aceptar ciertos trozos de conocimiento científico no en virtud de cuáles son las autoridades que los sostienen, sino sobre la base de juzgar, usando sus propias capacidades, las evidencias provistas por la comunidad científica. Se supone que las personas sabrán separar la paja del trigo porque fueron formadas con pensamiento crítico.
Sin embargo, las cosas podrían no ser tan simples. ¿Qué tal si justamente el ejercicio de estas “habilidades críticas” es lo que termina alentando posiciones anticientíficas, precisamente porque induce a las personas a creerse mejor capacitadas de lo que están para juzgar sobre cuestiones especializadas? Es decir. ¿qué tal si enseñar “pensamiento crítico” es directamente contraproducente?
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La tesis de que incentivar el “pensamiento crítico” pudiera ser lisa y llanamente una mala idea puede encontrarse como una propuesta teórica en epistemología aplicada. Un filósofo, Michael Huemer, ya ofrecía hace unos años argumentos contra la confianza en incentivar este pensamiento en el público no experto. El punto era, básicamente: ¿qué valor tendría que una persona lega —llamémosla Manuel— llegara “por sus propios medios” a conclusiones sobre un tema abordado por personas expertas? ¿A qué objetivos tendríamos que estar apuntando para pensar que tiene alguna importancia que Manuel llegara a conclusiones por sí mismo?
Si el propósito de Manuel es tratar de formar creencias verdaderas y evitar las falsas, o el de formar creencias razonables, ¿por qué debería no creerles a las personas expertas, sino creerse a sí mismo? ¿Por qué sería valiosa la autonomía a la hora de formar creencias? Pero la cuestión no es solo un problema filosófico analizado con argumentos: si bien la evidencia no es concluyente y el debate al respecto todavía continúa, hay algunos datos empíricos que invitan a tener un poco de cautela antes de decirle a todo el mundo que se ponga a pensar con su propia cabeza sobre el asunto que fuere.
Un ejemplo de esto es el trabajo de Loreta Cannito, una psicóloga italiana, y su equipo sobre las dudas del público acerca de la vacunación, que muestra que estas dudas correlacionan positivamente con… la alta estima que tienen las personas sobre su propia capacidad para razonar sistemática y críticamente. Es decir, las personas que tienden a dudar sobre si darse o no ciertas vacunas recomendadas por la comunidad médica son justamente aquellas dispuestas a decir “yo no soy médico pero soy un campeón del pensamiento crítico”. Y
, a decir verdad, hay un marco más general para el pesimismo: el famoso efecto Dunning-Kruger; es decir, la tendencia —que se ha podido replicar en múltiples experimentos— por la cual las personas menos competentes tienden sistemáticamente a auto-atribuirse más capacidades que las que tienen (nada de lo cual, desde ya, debe entenderse como una alusión al brillante vocero presidencial, exento de estas inclinaciones).
Más aún, y como ha relevado, entre otros autores, Maya Goldenberg, es justamente el discurso de los grupos antivacunas el que suele enfatizar la importancia del ejercicio del propio pensamiento crítico en contra de la “confianza ciega” en las autoridades expertas. Quizás al tratar de evitar la proliferación de negacionistas estamos, justamente, criándolos.
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Puede sonar políticamente incorrecto decirlo, pero todos somos abrumadoramente ignorantes en casi todo. Vos también Manu: tus capacidades críticas no son suficientes para valorar la evidencia disponible acerca de la vacuna contra el dengue. Sí, Javo, también vos: no tenés las credenciales necesarias para evaluar las publicaciones científicas sobre cambio climático. Así que mejor dedíquense a lo que saben hacer. El Age of Empire y Conan los esperan.
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