Dirigida por Jorge Leandro Colás, la película sigue los pasos de un médico poco ortodoxo, Esteban Rubinstein, que lee y discute con colegas y pacientes las ideas del filósofo alemán. Un cuestionamiento a la visión tradicional de la medicina.
La película sigue a Esteban Rubinstein, un médico poco ortodoxo, que lee a Nietzsche y discute con colegas y pacientes las ideas del filósofo alemán. El conocimiento heredado, la visión tradicional de la medicina, aparece constantemente cuestionado. Pero el camino que elige Colás no es meramente expositivo, más bien, aparecen en primer plano los vínculos humanos, y la particular relación que se genera entre un médico y sus pacientes. Tiempo Argentino conversó con el director.
-¿Cómo nació el documental?
-Me enteré de esta mezcla que hace el doctor Esteban Rubinstein entre filosofía y medicina a través de un amigo en común, que me lo presentó. Nos empezamos a juntar, yo ya tenía la idea de hacer algo pero al principio no entendía mucho qué tenía que ver la medicina con la filosofía, cómo se podían aplicar las ideas de un autor tan particular como Nietzsche a un cuerpo, sentía que eran espacios difíciles de asociar, pero había algo que me volcaba a seguir interesado en el tema y poco a poco fui conociendo más a Esteban y su forma de trabajar. Él propone una medicina extramoral en el sentido nietzscheano, es decir, trata de aproximarse a sus pacientes en un vínculo que busca trascender cualquier tipo de precepto moral que un médico tradicional podría tener. Ahí sentí que había algo que era interesante para desarrollar en un largometraje documental. Enseguida ganamos un pequeño Fondo de Desarrollo de Proyectos del Instituto de Cine y empezamos a grabar algunas situaciones, algunas entrevistas entre médicos y pacientes, y así se fue configurando lo que iba a ser la película.
-¿Qué tipo de discusiones abre la película?
-Hay una discusión acerca de los alcances de la duda y la reflexión en la práctica médica. Se plantea la pregunta de qué tipo de medicina queremos, si una que brinde respuestas y nos diga qué hacer u otra que, sin descuidar la rigurosidad, plantee un vínculo más horizontal con los pacientes. Hay algo muy universal en el hecho de que todos somos pacientes, todos hemos sufrido o atravesado situaciones dentro de la medicina tradicional. La película llega a tocar esos puntos y eso genera discusión en las proyecciones, muchas veces van los médicos y los pacientes que participan de la película, se genera un clima de debate muy rico.
Algo que se ve en el documental es que por más de que en el vínculo entre Rubinstein y sus pacientes hay cierta horizontalidad y cordialidad, no siempre transcurre en un estado de total armonía. Hay interpelación de parte del paciente al médico, más que nada en el caso de Paco, y eso también me parece que se corre de lo que estamos acostumbrados. En ese consultorio escuchamos frases que no habíamos escuchado nunca. Por ejemplo que un médico diga “tal vez yo no soy el médico más adecuado para vos” es algo que descoloca y no es lo habitual. En ese entramado, en esa relación tan particular entre el médico y el paciente empiezan a aparecer estas reflexiones sobre el cuerpo. Los espectadores encuentran un punto de identificación y de empatía, principalmente con los pacientes, pero también con los médicos, que muchas veces están ahí escuchándonos y que tampoco tienen tan en claro hacia dónde seguir.
-El documental se desarrolla fundamentalmente en dos espacios. Por un lado, se muestran las sesiones del doctor con sus pacientes. Por otro lado, hay un taller sobre Nietzsche en el que Rubinstein discute las ideas del filósofo con médicos residentes. ¿Por qué pensaste que este formato era el mejor para contar esta historia?
-Inicialmente, la película iba a seguir sólo las sesiones de este médico con sus pacientes, los procesos de salud, enfermedad y tratamiento, pero a la vez sentía que había algo interesante en cómo el doctor iba desarrollando y reflexionando esta mirada de la medicina. Por eso involucré la trastienda de las discusiones y debates entre los médicos, la mayoría más jóvenes que él y residentes. Plantean la propia problemática de los médicos que es algo que está bastante poco explorado. En los documentales y en las ficciones no vemos a los médicos dudar sobre su propia profesión, así que nos pareció que arrojaba un poco de luz a eso. Todos nosotros en algún momento de nuestra vida somos pacientes, fuimos pacientes, pero pocas veces nos sentamos a pensar realmente qué le pasa a un médico cuando nos escucha, por ejemplo.
-Venís trabajando hace más de diez años en cine documental, ¿por qué elegís este género para contar historias?
-Me resulta interesante trabajar con lo real, con gente real, con sucesos reales. En este caso particular, cuando empecé a entrar en contacto con Esteban sentía que podía hacer un documental largo aliento, que fuera una experiencia sostenida en el tiempo. Seguirlo a él, a este grupo de médicos y especialmente a un pequeño grupo de pacientes. Ver qué sucedía con los cambios que se producen en los cuerpos, con la salud y la enfermedad. La pandemia llegó casi sobre el final del rodaje y nos parecía que estaba bueno incorporarla, porque puso en primer plano esta cuestión de la incertidumbre en la medicina. Uno tiene una idea de la ciencia como un lugar en donde encontramos respuestas y ahí se puso en evidencia que a veces no las hay. Estos médicos vienen hace mucho tiempo trabajando esta idea de la incertidumbre. Nietzsche decía que la ciencia es también una creencia, no hay un lugar de verdad absoluta. Hay mucha interpretación y subjetividad puesta en juego en las ideas de la ciencia, en los tratamientos, en las posibles soluciones a los problemas. Todo ese cruce de la coyuntura mundial y de hechos reales le daba a la película una fuerza muy radical.
-¿Cómo fue el proceso de selección de los personajes? ¿Cómo hiciste para generar un clima de confianza?
-El proceso fue bastante largo. Al principio empezamos a grabar los encuentros entre cinco y seis pacientes. Pero casi naturalmente se fue dando un proceso de selección, había algunos pacientes a los que no les interesaba tanto participar en la película, había otros a los que no les interesaba exponer lo que les pasaba a sus cuerpos… se fue dando un proceso de selección hasta quedarnos con los tres protagonistas que son Valeria, Paco y Julio. Contábamos con el beneficio de que son todos pacientes que Rubinstein viene atendiendo hace diez o quince años, entonces la película se subía a un vínculo de confianza ya establecido previamente y eso para el documental y para este tipo de registro de observación es clave. Teníamos eso a favor y también trabajamos mucho nosotros en el vínculo con los pacientes.
-Valeria, una de las pacientes, vuelve a vivir el proceso de una enfermedad grave durante el desarrollo de la película, ¿cómo fue esa situación?
-Fue un cimbronazo y lo charlamos un montón, con el médico, con ella, entre el equipo de filmación. No queríamos exponerla y no sabíamos si el documental le iba a generar un impacto negativo. Pero Valeria quiso seguir adelante, “sacar algo bueno de todo eso malo”, dijo.
-Es curioso porque uno podría pensar que la enfermedad de Valeria es un momento de quiebre, pero el documental no elige ir por ese camino. Más bien, se sigue desarrollando de la misma manera.
-Sí, porque cuando uno o sus seres queridos viven un tratamiento así, por momentos sentís una suerte de dolor que te aísla del mundo, pero a la vez la vida alrededor continúa, el trabajo continúa, las relaciones continúan. Es muy difícil, pero es así, entonces nos parecía que la película, pese a eso tan terrible que estaba pasando, tenía que seguir su camino, mostrar que la cotidianeidad del médico continuaba. El cine documental tiene eso, la realidad te va dando elementos que incorporas a la trama con el filtro narrativo de la cámara, y muchas veces suceden cosas inesperadas e imprevisibles.
Durante el mes de octubre, Los médicos de Nietzsche puede verse de manera libre y gratuita todos los viernes a las 19 horas en el Centro Cultural Kirchner, Sarmiento 151, CABA. Luego pasará a la plataforma Cine.Ar, gracias a una iniciativa de INCAA, como todos los documentales que participan del ciclo en el CCK. Por otro lado, se proyectará en el Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551, CABA, los días 14 y 28, a las 21 horas, y el 15 y el 29, a las 19 horas.
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