Son 180 centros que atienden a 9000 pacientes. Los aportes del Gobierno son ínfimos y los costos explotaron. Una crisis terminal con los más vulnerables a la deriva.
El ajuste es tan profundo que muchas instituciones pioneras en la temática a nivel nacional, como el Instituto Convivir, evalúan cerrar sus puertas de manera definitiva. “Con Paulo estamos los dos solos, mi marido falleció hace un año. No tengo a nadie y no estoy bien de salud. Estoy desesperada. Entre todos los padres y familias del instituto estamos unidos, pero veo que al Gobierno no le interesa la gente discapacitada, no le interesan los enfermos. Alguien se tiene que hacer cargo”, expresa Susana, en tono de súplica.
Para entender cuáles son los factores que pusieron en jaque a estos espacios de atención hay que recordar que la Ley 24.901 creó el Sistema de Prestaciones Básicas a favor de las personas con discapacidad, lo cual significó un reconocimiento a su derecho por la salud integral y gratuita. En la actualidad existen alrededor de 180 hogares en los que viven unas 9 mil personas con discapacidad, en tanto que otra porción de esa población acude a los centros de día.
Los pacientes son derivados por medio de Pami, del Programa Federal Incluir Salud y, en menor proporción, por obras sociales sindicales. Es el Estado, a través de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), quien fija los aranceles que percibe cada tipo de institución, categorizada y regulada según la normativa. No obstante, en el último trimestre de 2024, los porcentajes de aumento fueron del 1%, 0,8% y del 0,5%.
“Durante el último año se produjo un desfasaje muy grande, del 30%, entre el aumento que se le reconoció al personal –que tampoco fue mucho- y los aranceles que recibimos los centros”, cuenta a Tiempo Armando Barmasch, uno de los dueños de Convivir, que afronta una situación de emergencia.
A ese combo hay que sumarle también el aumento de los servicios: «hace un año pagábamos de luz 43 mil pesos y ahora 223 mil… es mucho más. Y están los costos de la comida, aquí se alimenta a los 70 pacientes que viven en el hogar y a todo el personal. Ya no nos alcanza”, alerta.
Según informa Barmasch, no pudieron pagar el aguinaldo a ninguno de los 70 trabajadores/as y sólo les alcanzó para depositarles el 50% de los sueldos de diciembre. Los salarios, según las funciones y antigüedad, oscilan entre los 700.000 y 1.000.000 de pesos. Esta situación motivó una medida de paro inédita en el espacio, que afectó de manera indefinida la atención a los pacientes que acuden al centro de día; aunque continúan con la atención de aquellos que viven allí de forma permanente. “A esto se suma que este mes una de las prestadoras oficiales de la cual viene el 30% de nuestros pacientes, Pami PNC, no nos pagó”, asevera el directivo.
A pesar de las múltiples notas, correos electrónicos e incluso visitas a la sede de Andis, tanto de familiares como directivos, no existe ninguna respuesta a la problemática. “Andis maneja el nomenclador, necesitamos hablar con alguien con capacidad de decisión que se siente con nosotros y vea los números y nos de un aumento de aranceles para recuperarnos sino en un par de meses tendremos que cerrar”, denuncia. Desde el Ejecutivo nacional evitan, al menos por ahora, referirse a la problemática. Como en otros sectores sociales, la salud y los pacientes se ven sólo como números.
“Recién ayer 22 de enero terminamos de pagar el mes de diciembre. La situación es peor en los hogares en los que se trabaja las 24 horas los 365 días del año porque esos pacientes son los más vulnerables. No tienen familia o no los pueden atender porque son muy mayores y a los pacientes hay que darles de comer, bañarlos, algunos usan pañales. No pueden vivir solos”, cuenta Alicia Galzerano.
Dirige desde hace 50 años el hogar y centro de día Nuestra Escuela, en la Ciudad de Buenos Aires. Durante 2024 pagaron todos los meses en dos partes: “si la Andis no reúne al directorio, toma la decisión y da un aumento considerable de aranceles a los hogares y centros, esto se viene abajo”. «
“En la sociedad, un discapacitado no da plata ni crédito, por eso no les interesa. Al que no lo vive, no le importa. El Estado tiene que dar el aporte al discapacitado por ley. Por eso escribí al Ministerio de Salud y me derivaron a que le escriba a otro, todo burocracia. Mi hermano tiene 68 y vive ahí hace 25 años, imaginate lo que sería tener que irse”, cuenta Brenda de 61. Su hermano está en Convivir y padece el síndrome de Norrie, que le ocasiona ceguera y retraso madurativo. “Tiene su dormitorio, le dan de comer, hacen actividades y van docentes especiales”. Ante el posible cierre, comenzó a buscar otro lugar pero no hay vacantes ni todos son especializados. La hija de Ana María Aste (77) tiene síndrome de Down: “ella encontró un grupo de pertenencia, viene muy contenta, sociabiliza en los talleres. Viene feliz, hace mucho que no la veía así. Y ahora van a cerrar”.
Ana Maria Aste tiene 77 años, su hija de 52 tiene una discapacidad y asiste de forma diaria al Hogar y Centro de día Convivir en Ciudad de Buenos Aires. Hace unos días le informaron que es probable que la institución cierre debido a que los aranceles que fija el Gobierno nacional quedaron muy por debajo de la inflación y se pagan con tres meses de atraso. La situación es generalizada en todos los centros del país por lo que no existen alternativas viables para su hija.
Texto:
Estimado Presidente de la Nación Argentina,
Sr Javier Milei,
Con mucha angustia le escribo esta carta porque he intentado, con todas mis fuerzas de que se tome conciencia en nuestra sociedad, en el gobierno y en las áreas específicas sobre discapacidad, de la real y dificultosa situación que están viviendo los hogares y centros de día que albergan a estos argentinos de bien.
Sin éxito hasta el momento, me decido a escribir nuevamente con la intención esperanzadora de tener una respuesta de su parte.
Hoy recibí la segunda citación de parte de “Convivir”, el hogar y centro de día al que concurre nuestra hija de 52 años. El motivo de la misma: posible cierre de la institución.
Luego de batallar durante este gran período de nuestras vidas por lograr darle a nuestra hija todo lo necesario para su existencia, nos volvemos a encontrar en un punto ciego, sin salida, sin saber ya qué más hacer, dónde reclamar, qué será de ella cuando sus padres ya no estén.
Nuevamente la angustia empaña nuestros proyectos y planificación, tratando de dejar “armada” la situación de nuestra hija para cuando nosotros no estemos.
¿Por qué el silencio ante las necesidades de este sector tan vulnerable de la sociedad?
¿Es posible que usted, tan sensible y dedicado al amor de la raza canina, hasta el extremo de considerarlos sus hijos y colocar su imagen en el bastón de mando, pueda desconocer a estos seres humanos discapacitados que necesitan de otros seres humanos capacitados, idóneos, responsables, tanto en el área de la salud mental y física?
¿Es posible, como máxima autoridad de nuestra República, que experimente esta dicotomía?
He elevado ya dos notas a su gestión explicando el problema y por única respuesta obtuve un número de expediente para obtener una entrevista con el encargado del área de discapacidad, Sr. Spagnuolo.
¿Qué nos pasa como sociedad que tiene más atención y simpatía por perros que por discapacitados “no truchos”, reales, con dictámenes de jueces y con medidas cautelares?
He escuchado que los anteriores gobiernos recibían a estos centros y acompañaban el tema. En todo caso, extraer algo bueno para copiar. No quiero hacer de este tema política barata ni populismo. Sí, lo que quiero como argentina es que me diga por qué razón no está siendo acompañada la discapacidad, según los fundamentos de la Constitución y de acuerdos internacionales.
¿Cuál es la vara? ¿Cuál es el tope? Solo se respeta el ajuste fiscal caiga quien caiga?
¿Cuál es el límite? ¿Cuál es el panorama?
Se lo pregunto con toda la desesperación que brota de mi interior. ¿Quiere que todas estas instituciones desaparezcan, cierren sus puertas? ¿Y después qué?
¿Acaso se implementaran caniles para que en esos receptáculos terminen sus días o quizás algo menos costoso?
Sé que estoy hablando de una pequeña porción de esta sociedad, por eso no tenemos voz, por eso se olvida fácilmente, pero le quiero recordar que tenemos derechos.
Ellos tienen derechos porque nosotros, sus cuidadores, hemos cumplido y seguimos cumpliendo con nuestros deberes. Y ahora, usted, como presidente de nuestra gloriosa Nación tiene su deber para con ellos.
Haga el favor de cumplirlo.
Haga el favor de VER porque parece que NO LA VE!
Con la seguridad de que Dios lo ilumine, lo saluda atte.
Ana Maria Aste
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